Durante la entrevista el sabio miraba las llamas ascendentes que se desprendían de los troncos que ardían en la chimenea. Periodistas y reporteros especializados apuntaban en sus libretas y grabadoras las certeras respuestas a sus complejas preguntas; el sabio, en tanto, con la mirada extasiada en las llamas ardiendo no encontraba la diferencia entre él y el hombre primitivo cavernario; ambos con la inocente fascinación del fuego ante sus ojos.
Y, qué más…
Texto: Mario Yudicello
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