Hablan los clientes de la prostitución (Respuesta a «El Mundo» de yupi)

Me ha resultado llamativo un artículo del diario “El Mundo”. Éste se titula: “Hablan los clientes de la prostitución: “Pago por sexo, pero no soy una bestia”. Aquí lo tenéis: http://www.elmundo.es/papel/historias/2018/06/18/5b225bd546163f17be8b45ad.html

Podría resumir este titular en: “excusatio non petita accusatio manifesta”, pero sería una simplificación bastante insuficiente, especialmente por su falta de argumentación. Aunque tampoco creo que el debate se base en ángeles o demonios, monstruos o agentes de la paz. Se basa en algo bastante profundo y suficientemente trascendente como para analizar detenidamente cada una de las explicaciones que esgrimen para justificar su consumo.

Antes de nada diré, que el consumidor de prostitución no paga solo por sexo. En realidad, desde un punto de vista biopsicosocial, se paga por un consumo de dominación a través del sexo, un consumo de poder y sumisión que está enraizado en base a una ideología supremacista.

Cuando se dice explícitamente que se consume sexo, por el mero hecho de tener relaciones sexuales, es una forma de despolitizar el asunto. Porque si entendemos que el consumo de prostitución es casual, episódico, que está regido por la apetencia puntual de sexo bien intencionado, desinteresado y obviamos que es masivamente consumido casi en exclusividad por hombres y es un foco de violencia estructural, estamos despolitizando una cuestión que, claro que sí, es moral.

Tan moral es consumir como no consumir, defender la industria como no defenderla, legitimar el sistema prostitucional como no legitimarlo. Claro que es moral ¿el agua moja? Otro tema es que esa moral se rija por la ley de la razón de Kant o sea un mal radical o un mal irracional.

Lo cual destapa la intrusión permanente del moralismo sexual mermado. Como una especie de intento de aquellos anti morales de destruir un sistema de moral sexual que intentan perpetuar, solo para eso, para perpetuarlo y seguir aprovechándose de él.

La idea de “los que quieren abolir la prostitución son moralistas” es un intento de seguir perpetuando el prejuicio de que los que no estamos a favor de su regulación somos puritanos ultra católicos de extrema derecha que vamos a misa cada domingo exaltados y ruborizados por las prácticas y relaciones sexuales que ellos, bajo su discurso, expresan y desarrollan libremente.

Valerse del lector o lectora para que empatice con un cliente de un sistema de explotación, no es un acto de sinceridad o pasión, es un acto de manipulación. Una especie de “not all men” y con argumentos que son realmente complejos, que ellos utilizan como eslóganes que -lo admito- son más convincentes.

Son más convincentes, no porque sean verdad o mejores, sino porque interpelan al sentido de la libertad usando genéricos, un acto de manipulación dialéctica típica de los charlatanes con objetivos y experiencias turbias.

Decía Hannah Arendt que lo primero que hace un sistema totalitario es intentar borrar las consecuencias evidentes generadas por un delito moral respecto a la víctima. Es decir, eliminar su condición de víctima con discursos intencionadamente capciosos. Por tanto, eliminar la persona jurídica a través de distintos mecanismos.

Jesús Rodríguez, el cliente de prostitución que se muestra en la portada del artículo como víctima del prejuicio, explica en realidad distintos mecanismos para desencadenar toda una serie de estrategias que consigan ese objetivo: desmantelar y modificar los criterios de análisis de la víctima. Según él, una víctima de trata no solo es una mentirosa, sino que además la trata no existe, son los padres.

El “no todas las prostitutas están obligadas” es el “todo es posible” de Kant.

Kant decía que había seres que cumplían los mandatos sociales, las leyes morales racionales por dos razones, por deber y otros por ignorancia (los primeros eran los buenos y los segundos los “no buenos”). Del mismo modo, aquellos que no las cumplían y generaban el mal, lo hacían por rebelión o por ignorancia (malos y no malos)

El “todo es posible” no es racional, porque la racionalidad implica discriminación, porque no todo es posible en el mundo racional. Si todo es posible, nada es imposible y por tanto, no hay un marco normativo moral que regule el bien y el mal.

Si decimos que en la prostitución hay víctimas y mujeres libres, al regularlo, estamos cumpliendo un mandato que tendrá consecuencias negativas a sabiendas. Convertiremos en una posibilidad tan válida el bien como el mal y eso no se puede consentir, porque la ley moral y la razón no permiten que una actividad, sea cual sea, permita el mal aunque sea por tímida ignorancia.

“Venga sí, es cierto que hay víctimas, pero también pueden no serlo”. Por tanto, suficiente argumento, hay víctimas, pero también puede no haberlas. Es una especie de “las hay, pero vale la pena y no me consta”. Una especie de “si no lo veo no existe” o como decía Hommer Simpson: “Si no lo veo no es delito”.

Cuando Jesús explica cómo perdió su virginidad con 15 años a través de la presión de un amigo (o camarada como lo describe la autora, que no falte el compadreo machuno) relata a la perfección cómo funciona o cómo se inicia el contacto sexual dentro del sistema prostitucional.

Un joven de 15 años, agobiado y presionado por su manada, cree que la mejor manera de deshacerse de algo tan humillante, tedioso y terrible como su virginidad (que acto seguido le convertirá en un hombre de verdad), debe pasar por una experta, que –quién sabe- tal vez tenía su edad.

En relación al estigma. Este argumento siempre me ha parecido de lo más irónico. La prostitución y su ejercicio se basa fundamentalmente en el secretismo, lo cual, lo aleja de la sociedad y su reconocimiento en positivo. Por tanto, la prostitución sin estigmatización, simplemente, no funcionaría. Tal vez, para un hombre soltero sí, pero para uno que no lo esté… lo dudo bastante ¿se divorcia? La realidad es que el sistema prostitucional, para existir, necesita del secretismo, del aislamiento y del estigma para sobrevivir. En ese contexto no cabe el pleno desarrollo de los derechos de nadie y menos de las mujeres.

Hay una página de facebook maravillosa que se llama: “Humor RadFem” (os la recomiendo) en la que mostraban un chiste: “¿Dónde coincide un hombre de derechas y uno de izquierdas? En el prostíbulo”. He aquí la prueba.

El artículo afirma sobre el protagonista: “Lo conocen como el putero de izquierdas, ya que es militante de Podemos”.

¡Un momento! ¡paremos la impresión! ES DE IZQUIERDAS. REPITO: ES DE IZQUIERDAS.

Evidentemente un hombre de izquierdas no es, ni sería jamás machista. Su moral no se lo permite, es imposible. Va de putas de corazón, con sentimiento, con ilusión y con ganas de pasárselo rechupi ¡no lo juzguéis! ¡Le estamos haciendo el juego a la derecha! ¿qué pasa? ¿si es de izquierdas no puede ir de putas? ¡Hipócritas!

¿Sabes qué es a grandes rasgos una persona de izquierdas?

Una persona de izquierdas es aquella que entiende que las sociedades están constituidas por hegemonías: sociales, culturales, políticas, territoriales y económicas y eso le parece injusto. Porque entiende que el poder no debe residir en esas hegemonías, sino estar supeditada al ejercicio de los derechos y deberes de los ciudadanos y ciudadanas.

Aunque te recomiendo leer el libro de Beatriz Gimeno, que se titula: “La prostitución”, te daré alguna que otra lección teórica, que por desgracia, cada vez es más práctica.

Beatriz Gimeno contaba en la presentación de su libro una experiencia. Decía que vio unas fotos de unos carteles publicitarios de burdeles en Australia. Explicaba cómo encontró un cartel enorme –que repito publicitaba un burdel- en el que aparecía el culo y parte de las piernas de una mujer, con un fajo de billetes introducidos en el ano.

Claro, si se regula la prostitución, el consumo es masculino y la oferta femenina y al ser un producto completamente sexualizado, evidentemente la publicidad será sexista, sexualizada y cosificadora.

Sexista porque es exclusivamente dirigida a hombres (fuente de ingresos), sexualizada porque es fundamentalmente el producto y cosificadora, porque el producto final de toda la dinámica empresarial es la mujer, es decir, un ser humano.

Por tanto, Beatriz Gimeno se preguntaba: ¿cómo vamos a luchar en contra de la publicidad machista y sexista si la industria de la prostitución está legitimada por la legislación vigente? ¿Cómo vamos a interpelar un anuncio de perfume en el que la mujer es objeto sexual pasivo y el hombre sujeto sexual activo, si la industria de la prostitución venderá eso mismo? Hay un sesgo discursivo sin duda y es completamente contradictorio.

Por tanto, Beatriz Gimeno renueva el discurso abolicionista entendiendo que regular la prostitución es institucionalizar el machismo o como dice Amelia Tiganus, convertir al estado en proxeneta.

Vuelvo a Kant:

Decía que la maldad más extrema que podemos conocer, no es ejercer el mal como deber o por ignorancia, sino intentar intercambiar el bien por el mal como ley moral. Así, los no buenos -que cumplen los mandatos del bien sin pensamiento crítico- entenderán que están haciendo el bien cuando, por lo contrario, están haciendo el no mal. Es decir, el mal por ignorancia o la banalidad del mal de Hannah Arendthttps://www.lapajareramagazine.com/hannah-arent

Hablemos de unas declaraciones que me han parecido magníficas para corroborar exactamente todo lo contrario de lo que dicen ser: “Nos ven como personas sin escrúpulos o que carecemos de habilidades sociales” “eso es un cliché, somos gente normal”.

Apunte: Os recomiendo leer las conclusiones de Hannah Arendt sobre el juicio de Adolf Eichmann y la banalidad del mal, que concluía que hombres sin pensamiento crítico pueden ejercer el mal por ignorancia, en definitiva, para seguir la corriente y justificarlo con el argumento de la supervivencia.

El protagonista del artículo  decía haber sido empujado y presionado por su entorno para consumir prostitución, al tiempo, que decía sentirse realmente ansioso, tanto por consumir como desesperado por perder la virginidad a la temprana edad de 15 años (lo cual es planificado previamente). Perder la virginidad para los chicos es un paso previo a entenderse como “un hombre de verdad”. Además es un hecho realmente importante para su desarrollo masculino y que marca una diferencia en las relaciones grupales de hombres y la concepción que tienen de las mujeres.

Si ya no eres virgen, eres una especie de macho alfa que ya ha probado hembra. La presión a la que están sometidos los chicos sobre este tema es brutal, distinta en el caso de las chicas. Es más, de las chicas habitualmente se espera todo lo contrario, porque la virginidad de las chicas está completamente sexualizada y se expresa en términos de salvaguardar la virginidad como elemento femenino. Además es entendida como una posesión, como un trofeo masculino. Él se libra de su virginidad y ella se desposee de ella para regalarla. Él se libera, ella se embrutece.

Es una desposesión de algo de ella, para que se lo quede él. Además ella debe elegir bien con quién hacerlo, él no importa. Sin embargo, él lo que tiene que hacer es deshacerse de ese peso que supone la virginidad, porque si hay un método anticonceptivo muy eficaz para un chaval de 17 o 18 años es ser virgen y decirlo abiertamente (por eso ellos muchas veces mienten y las chicas lo esconden). Incluso a veces se plantean metas o expectativas: “antes de los 18 habré perdido la virginidad”.

Por tanto, no. No es normal que inicies tu vida sexual por presión (si entendemos normal por sano).

La presentación de Rafael Bellón es de premio de literatura: “le cuesta relacionarse con mujeres”está cansado de desengaños amorosos” “tiene miedo al compromiso” “soy acomplejado y sufro de fobia social”. Princesas del mundo, tenéis a vuestro dandi.

Pero es normal ¿eh? Además podría añadir algunos aspectos más. Lo que tiene ser trabajador social.

Por un lado, la incapacidad de relacionarse con mujeres nace de un miedo, de un rechazo, que deberíamos descubrir primero de dónde nace. En cualquier caso, es un problema más común de lo que nos pesamos y jamás le recomendaría que acudiera a la prostitución para parchear el problema, principalmente porque su única forma de construir relaciones entre él y una mujer, es a través de la simulación emocional constituida desde la desigualdad. A través de un consentimiento comprado, un deseo inexistente fingido y una voluntad alienada. No creo que haya algún ejemplo de relación forzada más tóxica. Además, el querer adquirir –aun siendo ficticia- una relación de este modo y con estas características, expresa un miedo a la pérdida patológico que se constata con la siguiente declaración: “Las amistades se rompen, los padres y madres no van a ser eternos, pero las chicas de la prostitución siempre estarán ahí”.

El artículo es capcioso, es decir, induce al error voluntariamente. Por un lado pretende generar empatía y ternura respecto al consumidor, comprensión respecto a la trabajadora sexual (utilizando eufemismos) y finalmente dispersando datos con el objetivo de no aclarar el mensaje real que hay detrás.

El mensaje de Amelia Tiganus -que en todo caso es a quien debiéramos escuchar- queda solapado por un mar de lágrimas, de estereotipos, de tópicos y de violencias que sufren los pobres consumidores. Al tiempo, que solo sirve para que el protagonista del artículo, víctima del hembrismo más totalitario, afirme que la “versión” –más bien, realidad- de Amelia Tiganus es FALSA, en base a ¿nada? A él no le ha pasado, así que no es verdad.

Es muy inteligente pensar que si una víctima de trata no te confiesa que es víctima, no lo es. A veces intento meterme en la mente del putero, pero mi alma no me lo permite.

Aunque acabemos de una vez. El próximo candidato a yerno del año es Jorge, pero primero finalicemos con Rafael, que es todo un gentleman.

Rafael afirmaba que había quedado con mujeres con las que había contactado por redes sociales o distintas aplicaciones y que, al final, siempre le acababan rechazando ¿Quizás por sus problemas? No, por ellas y además era realmente decepcionante. El chico es muy sufrido.

Venga Rafael, te diré lo que te ocurre.

Tal y como te has definido, no me quiero ni imaginar cómo y qué debe haber sucedido en esas citas, pero casi que prefiero ni saberlo. Solo te diré que las mujeres pueden decir que NO.

No vas de putas porque una relación común sea decepcionante. Vas de putas porque no aceptas un no y la puta no te dirá que no, sea por los motivos que sea. Ya sea víctima de trata, necesite el dinero como nunca o por lo que sea. No te dirá que no.

Estoy convencido de que durante toda tu vida has entendido que las relaciones emocionales y sexuales profundas se constituían en base a tus deseos, rodeando tus deseos personales. Porque en realidad así es cómo se construye la moral sexual.

Que una mujer te diga que no, no es decepcionante o sí, pero no es necesario que la sustituyas. Forma parte del abanico de posibilidades normales y corrientes de cualquier relación. Simplemente no aceptas un NO y ya está. Porque quieres limitar el poder de decisión de ese abanico de posibilidades comunes en una relación normal a tu imperio del deseo. Si tú quieres, tienes sexo y sin rechistar. La opinión de la otra persona no tiene que existir, por tanto, vas de putas, porque eres consciente perfectamente de que te dirá que sí, porque, repito, no quieres a una mujer realmente libre.

Vayamos a Jorge. El príncipe azul.

Beatriz Gimenohttps://www.lapajareramagazine.com/rabia-pero-no-impotencia dijo en una entrevista que los hombres en los prostíbulos encontraban un espacio libre de feminismo, donde podían tomar decisiones importantes de toda clase y en ocasiones, empresariales (lugar vetado para las mujeres que no se dedican a la prostitución). Es exactamente lo que Jorge nos explica. Fue por primera vez presionado por su jefe (volvemos a la presión social) cuando tenía tan solo 21 años. Al tiempo que se menciona que los hombres que van no tienen ningún inconveniente en la vida, es decir, son normales.

Yo no dudo de su normalidad (aunque estos casos es para dudar fuertemente) sino que dudo de los inconvenientes de ellas, pero bueno. Hasta en este debate los hombres somos el centro.

Decía Jorge que una vez fue porque lo había dejado con su novia y le vino bien para despejarse, pero “no tenemos inconvenientes ” y “vamos porque no tenemos ningún problema”. Huele a mentira, no sé, quizás soy muy desconfiado.

Pero lo que verdaderamente me preocupa son las siguientes declaraciones: “me gusta el ambiente, es más natural” “las chicas están a la vista” refiriéndose a la prostitución callejera.

Con estas declaraciones se puede escribir un libro y no lo digo de forma sarcástica. Define la calle como un escaparate y a las mujeres como un producto en un espacio natural de consumo preferente. Aunque probablemente son las declaraciones que más han pasado desapercibidas, a mí me dan mucho miedo, muchísimo. Luego no es de extrañar que pase lo que pase. Disfruta acechando, seleccionando a su próxima presa, como un animal hambriento.

“El que acude a una peluquería o a un restaurante paga, esto es igual”. No, no es igual y explico por qué. No es igual porque las actividades entendidas como empresariales se basan en tres principios fundamentales. El medio de producción, el trabajador y el producto final.

Por poner el ejemplo del restaurante. En un restaurante el medio de producción podría ser la cocina. El trabajador: el camarero. El producto final: un bocadillo. En el caso de la prostitución, la prostituta lo es todo: medio de producción, trabajadora y producto final.

Por tanto, obligatoriamente el consumo y la regulación deshumaniza, porque debemos primero considerarlo como un producto, es decir, cosificándolo (convertir a alguien en una cosa) y si consideramos que un ser humano es una cosa, un objeto en venta, un producto o parcialmente, estamos deshumanizando a una persona. Al tiempo, que la encajamos teóricamente en un “infra humano”, en alguien que está por debajo del resto, en otra categoría humana que es un producto en sí mismo -una cosa que se compra y se vende-, del que podemos disponer a voluntad y no dispone de libertad real para decidir… como un bocadillo. Y todos estaremos de acuerdo que una mujer no es como un bocadillo.

Hannah Arendt decía que otra estrategia de los totalitarismos era desposeer de individualidad y de espontaneidad natural en base a la probabilidad. Una especie de norma que no te permite decidir, porque la decisión depende de otro o ya está tomada. Simplemente no hay margen de actuación. Eso es exactamente lo que le ocurre a una prostituta.

De hecho en la pintura, de cualquier época, habitualmente se suele dibujar el rostro de las prostitutas sin ojos, sin brillo en la mirada, mujeres aborrecidas, apagadas, pervertidas, desarregladas, algo así como una figuración humana sin alma. Como si estuvieran desposeídas de todo lo que nos hace humanos. Ésta sería la última y tercera fórmula de los totalitarismos, desposeer de humanidad a la víctima.

El sometimiento y el deseo del propio llegan a tal punto, que Jesús afirma que hasta se casaría con una de ellas, pero que lo conveniente es solo buscar sexo. Primero plantea una relación cordial, luego la describe como amistad, luego entiende que debe ser un trámite y luego expresa el deseo de casarse con alguna de ellas. El «somos normales» va cogiendo forma.

Fijaos cómo se construye la fantasía patriarcal de seducir a través de la prostitución a una mujer, siendo un cliente diferente, siendo el hombre caballeroso y sensible, que solo busca amor y comprensión en una relación construida desde la desigualdad. Es como su hábitat natural de conquista, solo saben relacionarse si tienen más poder, si hegemonizan la atmósfera, el contexto y la relación en la que actúan. Sigue la lógica del “príncipe valiente que rescata a la princesa en apuros”.

Decir “todo vale” es simplemente el intento de permitirlo todo y no, no todo puede ser permitido, que pueda hacerse no significa que deba hacerse, porque sin quererlo podemos permitir y legitimar el daño. Aludir a la libertad es más fácil que explicar que la economía tiene límites y que estos límites jamás pueden sobreponerse sobre el concepto y la integridad del ser humano.

 

PD: He hablado con Amelia Tiganus y dice que, en la próxima ocasión, en vez de referirte a ella como “la rumana”, te refieras a ella como “la vasca”.

Toni Miralles Alemany

Artículos de interés: Bendito sea el fruto (en respuesta al artículo de Carla de La lá)

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Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

7 comentarios

  1. Hola, Antoni. Acabo de leer tu artículo y en primer lugar quiero agradecerte el enorme interés que muestras en el tema, la verdad es que para mí es todo un placer ver que a alguien le interesa hasta el punto de redactar tan extensa respuesta.

    Yo soy el cliente al que llaman Jorge y escribo para resolver las dudas, malentendidos o carencias de información existentes. Entiendo que los juicios que realizas puedan deberse, al menos en parte, a que las declaraciones cogidas fuera de contexto puedan inducir a equívocos o aportar una imagen muy superficial de una realidad que es mucho más compleja de lo que a primera vista puede parecer.

    Creo que el titular, que lo escogió la periodista, se debe a que Jesús respondió así a una pregunta que nos hizo a los tres sobre la imagen que existía en los medios sobre los clientes. No es que él de la cara para «lavar» la imagen del cliente sino que, preguntado al respecto, el chico tiene ojos en la cara y ha visto los reportajes de televisión, campañas publicitarias y vídeos de youtube que se han hecho al respecto (como el corto «Escúchame» de Mabel Lozano, la campaña del Ministerio del Interior o el vídeo «Hola putero» de las Towanda). En los medios, al igual que en ciertas charlas, artículos o estudios, se sostiene el criterio que usted comparte: que pagamos por dominar, por ejercer violencia, por someter. Y eso es algo que nos extraña sobremanera porque es un juicio de intenciones que, a nuestro entender, no tiene fundamento alguno. Antes al contrario, se muestra totalmente opuesto a toda evidencia. Lo cual nos lleva a preguntarnos cómo es posible que algunos piensen esas cosas y la respuesta que encontramos es que es debido a la pura y simple y desconocimiento de esta realidad. Por eso queremos abrirles las puertas de la prostitución, para que la conozcan y formen su criterio de manera más sólida.

    No voy a comentar todo lo que pones por al extensión de tu artículo, pero si hay algún punto en particular sobre el que quieres conocer mi opinión estoy encantado de compartirla contigo y tus lectores. Sólo te voy a comentar dos cosas: la situación de Rafa y lo que comentas sobre mí, en particular lo que respecta a la prostitución en medio abierto (en calles, parques y polígonos industriales).

    Carolina, la periodista que escribió el artículo, contactó conmigo hace muchos meses. Hemos hablado un montón de horas pero su trabajo no avanzaba porque parece (y esto es una impresión mía) que yo no me ajustaba a lo que ella tenía en mente o la imagen que quería trasmitir. Bueno, ya estoy habituado a cómo desempeñan su trabajo los periodistas y les advierto que si buscan sensacionalismo no soy la persona indicada. Pero si me piden contactos yo se los paso de mil amores, así que aparte de darle los teléfonos de un antropólogo para que contrastase las afirmaciones de Carmen Meneses y las de una prostituta en activo que ha pasado por diferentes modalidades de prostitución para que tuviese una visión de los clientes desde lo que dicen las prostitutas (curiosamente ninguna de estas personas aparecen en el reportaje), le facilité el de Rafa quien, efectivamente, es un cliente que EL MISMO reconoce que tiene GRAVES problemas y que no podría tener relaciones sino fuera por las prostitutas. Además de que, al contrario que Jesús o un servidor, es un cliente muy eventual. Para mí un putero es un paisano que está muy a gusto entre prostitutas, que conoce su mundo, que pasa o ha pasado muchísimo tiempo con ellas. Por ejemplo, Jesús o yo que incluso hemos llegado a convivir con alguna y mantener relaciones sentimentales. El caso es que fue contactar con Rafa y el artículo salió echando chispas. Yo no digo nada, pero a buen entendedor…

    Lo que yo traté de trasmitir a Carolina es que los motivos para «ir de putas» (así me lo preguntó) no siempre son los mismos, sino que pueden evolucionar. Es cierto que fui de putas debido a una ruptura pero no porque quisiera estar con una mujer complaciente, acudir a un espacio «libre de feminismo» (ninguno pensamos algo así, esa es una explicación de cara a la galería, de consumo interno que sobrevalora el peso del feminismo que en la sociedad real es marginal) o dominar a nadie. No, Antoni. Todo es mucho más sencillo y te lo explico en lenguaje de la calle, no citando a importantes filósofos y pensadores que esas personas trabajadoras en su mayoría desconocen y desde luego nunca mencionamos en una conversación corriente. Antes de ir de putas mi tierna y maleable mente adolescente había sido tremendamente manipulada y te puedo asegurar que todo lo que cuentas aquí era lo que yo creía. Pensaba que los tipos que iban de putas eran unos cerdos, que las pobres mujeres que se veían forzadas a esa vida lo hacían sólo como resultado de una extrema necesidad en el mejor de los casos y de coacciones y amenazas en el peor, que ir de putas era una falta de respeto tanto hacia las mujeres como hacia uno mismo… Por eso digo que te entiendo, porque lo que escribes en este artículo podría haberlo escrito yo mismo hace quince años. ¿Y qué me hizo pensar de otra manera? Sencillo… contrastar esas teorías, esos estereotipos, esos prejuicios con la realidad. No te voy a mentir. No es fácil confrontar la verdad y reconocer que has vivido equivocado. Se buscan las excusas más enrevesadas para justificarse. El ser humano es muy orgulloso y le cuesta una barbaridad asumir sus errores. A mí me llevó años, así que no pretendo en ningún momento que cambies de opinión al leerme. De hecho, ya me resultaría extraordinario que no borres el mensaje y me permitas publicarlo. Lo que quiero es invitarte amigablemente a que te vayas introduciendo progresivamente en el mundo de la prostitución y, al conocerlo, verifiques o refutes por ti mismo tus creencias previas. No busco la confrontación, he leído lo que piensas y sé que partimos de una situación de desconfianza e incluso es posible que cierta hostilidad. Tranquilo, está bien, no pasa nada. Yo de joven también detestaba a los puteros, la ignorancia me cegaba. Te ofrezco mi mano para, si quieres, ampliar tu información. ¿Que el resultado es que te reafirmas en lo que expresas aquí? Pues perfecto, pues vale, pues muy bien. Lo que sucede es que me he encontrado que el rechazo hacia la prostitución nace, en una buena parte de los casos, de un conocimiento muy parcial o limitado de este fenómeno.

    Continúo con mi historia. A mí ya habían tratado de llevarme de putas porque yo trabajaba en un ámbito fuertemente masculinizado (una empresa de reparto, en ocasiones tuvimos compañeras mujeres pero muchas veces eramos sólo varones) y cuando salía el tema (porque como nos movíamos mucho pasábamos por delante de clubes de toda la provincia) yo manifestaba abiertamente mi postura contra la prostitución. No ya sólo por el rechazo de estar con una mujer que no te deseaba (eso pensaba), que podía estar obligada y que además había estado con muchos hombres y podría pegarte algo (ya ves, ni idea, no tenía ni idea)… ¡Es que además me parecía carísimo! Un polvo, un puto polvo… ¿podía costar jornada o jornada y media de mi sueldo? Con lo que se me irían en esos 20 minutos o media hora podía llenar perfectamente la nevera para toda la semana. No lo veía sensato. Irse de putas para mí era algo tan ajeno como la equitación, el golf o irse vacaciones al caribe. Un privilegio para ricos que tiraban el dinero. Y eso lo hacía aún más detestable.

    Siendo cierto que la primera vez me llevaron (y hubo antes otros dos intentos que no fructificaron, por cierto). La verdad es que la segunda vez ya fui yo solito. Pasó tiempo, cambié de chica y la verdad es que todavía no estaba a gusto con lo que hacía. Hasta que me habitué a estar con prostitutas, a disfrutar con ellas, hasta que conseguí estar a gusto y que me cogiesen confianza pasó mucho tiempo. Fue todo un proceso. Si te interesa este aspecto en concreto puedo ampliar información. En resumidas cuentas comencé a ir porque aún pareciéndome caro era asumible (lo comparaba con salir una noche de fiesta o comprarme unos pantalones nuevos) y porque me gustaba tener sexo con mujeres diferentes, muy bonitas muchas de ellas. Me decía a mí mismo «pues no está tan mal esto, oyes». ¿Y cómo es que estaba seguro o, al menos, me convencía de que esas mujeres no estaban contra su voluntad o eran «víctimas de trata» como suele decirse? Pues porque iba a pisos del centro de mi ciudad que se anunciaban en prensa, todos muy cerca de la comisaría de policía. Pensaba que anunciándose, es decir al ser su existencia de conocimiento público, y siendo fácilmente accesibles no iba a existir ningún problema… ayyy qué inocente era yo. Pero bueno, son los comienzos.

    A la prostitución callejera llegué mucho más tarde, cuando pasé a vivir en una gran ciudad. Desde luego, es un mundo aparte, inmenso y muy interesante sobre el cual mira, sí que me gustaría escribir un libro si existiese algún editor que me ofreciera la posibilidad. Con que estén a la vista las chicas no me refiero a que sean como monos de feria, que es como ciertos vecinos, viandantes y periodistas parecen tratarlas. Yo hablo de que es una prostitución más cercana, amigable, abierta…. NORMALIZADA. Que se pierde ese aislamiento, estigma, secretismo que mencionas y que tan habitualmente se asocia con la prostitución. Porque nosotros queremos prostitución… pero no la prostitución que hay ahora, en eso podemos coincidir. Queremos una prostitución sin estigma. Sin abusos. Sin discriminaciones. Nunca me escucharás decir que la prostitución es Alicia en el País de las maravillas ni los mundos de Yupi. La prostitución, hoy por hoy, es una actividad asociada a numerosos problemas y actividades delicitivas. Por ejemplo, al igual que afirma Amelia y a diferencia de Jesús (para que veas que no todos los clientes decimos lo mismo) yo sostengo que la inmensa mayoría de las prostitutas que ejercen en España son víctimas de trata (aunque, al igual que ella, no se reconozcan como víctimas… por eso es imposible que se lo cuenten a los clientes… y los clientes no tienen ni de lejos los conocimientos para identificarlas, competencia que por cierto de acuerdo a la legislación vigente corresponde en exclusiva a los CYFSE). Lo que dicen las prostitutas y otras personas que conocemos este mundo y compartimos sus demandas, es que esas circunstancias no son necesariamente intrínsecas e inseparables de la prostitución. O por ponerte un ejemplo que entenderás a la perfección. Es cierto que ha habido muchos abusos en, por ejemplo, la minería. Ha existido trabajo infantil. Han existido enfermedades, jornadas interminables, accidentes mortales. Las personas acomodadas no enviaban a sus hijos a la mina sino que siempre eran las personas humildes quienes ejercían esta actividad. Pero la actividad no se prohibió sino que se establecieron normativas, regulaciones, cambios para que ese trabajo resultase lo menos penoso, desagradable e insalubre que fuera posible. Eso es básicamente lo que pretenden las regulacionistas, que existan una serie de REFORMAS que permitan que, aquellas personas QUE QUIERAN DESEMPEÑAR ESTA ACTIVIDAD lo hagan de la mejor manera posible. Y eso es bueno para todos. Favorece directamente a las prostitutas. E indirectamente a los clientes porque, cuanto mejor esté la chica mejor va a ser su atención (de hecho, el putero experto lo primero que hace es satisfacer a la chica porque entonces le va a tratar de maravilla… y si, aunque no quieras creerme se excitan que no son de piedra, no te hablo de gemidos falsos sino de mojárseles el coño como un bebedero de patos) y también a la sociedad. ¿Entonces por qué no se hace? Pues porque también existen otros sectores que se verían fuertemente perjudicados pero esto mejor lo dejo para otra lección que es meterse demasiado en harina.

    En esta prostitución de calle, prosigo, lo que se hace no es acechar como depredadores. Jajaja, qué películas. Lo que se hace es SOCIALIZAR con las chicas: andar con ellas, tomarse algo, escuchar música, charlar. Disfrutas no sólo dentro de la habitación, también fuera de ella. Disfrutas de la mujer en su conjunto, de su compañía, no sólo de sus «agujeros» como he oído decir a alguna femilista. Vamos, hacemos lo que precisamente no hacéis las feministas CONOCER Y ESCUCHAR A LAS PROSTITUTAS. Es un ejercicio tan instructivo como placentero, por eso no dejo de recomendarlo. Las chicas muchas veces pierden su rol de putas y nosotros de clientes, yo he pasado cientos y cientos de horas (seguramente miles) sin pagar ni un duro en compañía de las chicas. Tengo reconocer que tengo un muy grave defecto, y es que soy extremadamente curioso. Y claro, viendo que tanto se habla de la prostitución y teniéndola tan a mano pues me dije ¿por qué no conocer sus historias de manera directa? Vamos a ver qué hay. Se hacen reportajes, debates, libros, hablan de ellas las feministas, los políticos, los periodistas pero… coño, ¿es que acaso no tienen una voz propia? Porque entiendo que se rechace la prostitución en el caso de que sea ese mundo tan siniestro, decadente y horrible del que tanto nos hablan. Pero claro, también están quienes muestran una prostitución mucho menos problemática, no tan dura y ejercida con una voluntariedad comparable al de otras actividades profesionales. Entonces, ¿a quién creer? ¿Quién tiene razón? ¿Será que existen ambas realidades? ¿Será que existen lobbys con oscuros y ocultos intereses que pretenden manipular a la opinión pública? ¿Nos encontraremos una prostitución turbia y controlada por las mafias o una prostitución independiente en la que existe respeto y hasta cariño entre putas y puteros? ¿Habrá un término medio? ¿O ni una ni otra se ajustan a la realidad, existiendo otras opciones que no han tenido visibilidad mediática?

    Básicamente esta es mi aportación, no pretendo cerrar el debate sino abrirlo todo lo humanamente posible. Entiendo que por las limitaciones de espacio, entre otros motivos, la periodista no haya reflejado todo lo que yo la conté (que por cierto tengo grabado en un audio). Lo que pretendo, ya que escribes sobre el tema y parece interesarte, es que conozcas un poco mejor mi perspectiva para poder valorarla en su justa medida.

    Muchas gracias por permitirme escribir aquí y quedo a la espera de vuestros comentarios.

    • Aunque escribas Toni, que te responderá en breve,me permito intervenir yo. Si me lo permites, porque @LaPajareraMgzn se precia de ser la casa de cada lectora/or. Reconozco que te he leído con interés y hasta me has inspirado ternura. Un chico que está solo, con poca información…que unos tipos duros le introducen en la prostitución. Hacia la mitad del escrito, algo me ha raspado, querido John Punter . Irse de putas es un gasto alto, como ir de copas…Bien. Te respondo: irse de putas es comprar un cuerpo, un sentimiento (el sexual) incluso según apuntas con benevolencia, hasta cariño. Cosa, que según tú, no hacemos las feministas: escuchar a las putas. Y ahí es donde patinas, querido. Primero porque comprar un cuerpo no es lícito, es la mayor expresión de capitalismo asesino que puedas ver. No compras un trabajo, no compras la acción profesional de una persona, compras carne que finge a cambio de tu dinero placer, incluso cariño. Sería ridículo de no ser cruel. Y luego, te equivocas al pensar que las feminsitas no escuchamos a las putas. Las oímos y mucho, hasta alguna como Amelia Tiganus, nombrada en el artículo han sido putas. Y lo que escuchamos es su dolor, su desprecio por vosotros, tanto que tienen que doparse con cocaína y/o alcohol para soportar vuestros vagidos y envites. Me he encontrado varias que optaron por el amor lesbico por el asco profundo que le produce el hombre. El hombre como comprador, como poder absoluto que las sojuzga…a cambio de dinero y con su consentimiento, claro,me dirás. La sacrosanta libertad de elegir prostituirse o fregar suelos. Bien. Tan solo decirte que si te parece un trabajo tan digno, tan enternecedor, no entiendo por qué eras repartidor. Hazte chapero, querido…que viejos,jóvenes, babosos y encantadores señores perforen tus orificios. Seguro que lo harán con cariño y tú, desde tu libertad, tendrás un trabajo bien remunerado (espero no respondas que no eres gay…porque entonces das por supuesto que ellas sienten deseo por el cliente. No, no te engañes, os desprecian, mienten porque pagáis) A las feministas nos cuentan la verdad. Gratis. Un saludo y agradezco tu participación en esta tu casa.

  2. Hola, María. Me alegro que se sumen personas a la discusión, toda aportación constructiva es bienvenida. La verdad es que yo también esperaba que respondiera Toni, mientras te voy contestando.

    Soy consciente de que la prostitución es un tema polémico, que toca convicciones personales y que por lo tanto es muy delicado (de manera similar al aborto, la eutanasia, el matrimonio homosexual, etc). Yo no entro para decirle a nadie que está equivocado ni defender mi postura diciendo que soy quien tenga razón. Ni mucho menos. Lo que quiero es explicar mi PERSPECTIVA, cómo yo veo las cosas, qué me he encontrado al adentrarme en este mundo. Y lo primero de todo que quiero decirle no a usted sino al lector es que muchos de los puntos de vista existentes son COMPLEMENTARIOS, que no se contradicen sino que para entender el fenómeno de la prostitución en su conjunto hay que hacer el esfuerzo de ir casando todas estas partes como si de un puzzle se tratase. Yo he conocido a muchas prostitutas cierto. Las cuales no decían todas lo mismo, por supuesto. Y también conocí a parejas suyas, familiares, clientes, compañeros de trabajo no sexuales (camareras, tarjeteros, Djs, limpiadoras, etc), empresarios, taxistas, vecinos, comerciantes y una cantidad de personas vinculadas a este fenómeno. Y a otras personas interesadas en conocerlo como periodistas, académicos, feministas, políticos, estudiantes… He tratado de conocerlo desde la visión más amplia y completa como me ha sido posible, ejercicio que me ha resultado de lo más enriquecedor.

    Entonces, para empezar, usted toma un punto de partida. Concibe la prostitución como una compra de un cuerpo y yo no puedo llevarle la contraria. SI eso es lo que usted cree que es, lo va a seguir siendo por mucho que yo le diga que no. Existe una conocida prostituta que lleva muchos años como activista llamada Marga Carreras, quien dice que si fuera así ella ya no tendría ni brazos, ni piernas, ni cabeza ni nada que ya la habrían comprado toda. Que ella cuando se va a casa se va enterita. ¿Qué le quiero decir con esto? Pues que trate (si es que quiere, es una invitación no una orden) de contrastar sus asunciones con la realidad, con lo que las propias prostitutas opinan de su actividad. Es un ejercicio complicado, yo mismo albergaba numerosos prejuicios y estereotipos respecto a la prostitución que tardé años en ir confrontando.

    Si las cosas fuesen como usted las relata, si yo hubiese encontrado rechazo y desprecio hacia los clientes, asco hacia los hombres, sometimiento… Pues le confieso que estaría de su lado. Si la prostitución fuese ese compendio de miserias y males que es para usted, ¿cómo iba yo a apoyarla? Pero… no. No es lo que he encontrado. Ni yo ni ninguna otra persona que seriamente haya indagado en esta materia. Y las hay, ya le he dicho que conozco en persona en varios profesionales (antropólogas, sociólogos, trabajadores sociales…) que han realizado largos y profundos trabajos de campo en la materia. ¿Cómo es posible que exista esta contradicción en la que nos cuentan unas personas y otras sobre la prostitución? Esa es la primera pregunta que me gustaría que nos respondiésemos entre todos. ¿No le parece a usted sorprendente? Y no es que sean cosas diferentes, es que son a menudo opuestas. Usted ha conocido a mujeres que se vuelven lesbianas. Yo a prostitutas 100% heteros que rechazan a lesbianas, y que se mojan y alcanzan el orgasmo con sus clientes. Usted entiende que el principal problema de la prostitución es el acto sexual en sí mismo. A mí lo que me han trasladado es que los problemas suelen ser la falta de opciones laborales, el estigma social existente y los abusos y extorsiones policiales (tema que curiosamente está totalmente ausente en el discurso abolicionista mientras que para la mayoría de mujeres que he conocido es la mayor preocupación, con diferencia). Usted, como feminista, se considera su aliada y encuentra simpatía y apoyo en las putas. Y yo he encontrado en su mayoría indiferencia hacia las feministas, cuando no abierto y declarado rechazo. Si quiere mi opinión, creo que no han llegado nunca ha empatizar con ellas, a ganarse su confianza, a formar parte de su mundo. Pero esto es una apreciación mía, no se la tome como crítica y mucho menos como un ataque personal.

    En definitiva, agradezco su respuesta y espero poder seguir pasando por aquí y charlando sobre este tema que tanto interés despierta. Muchísimas gracias por aprobar mis comentarios.

    • Querido Jhon Punter. Vuelvo a ser yo la que tomo la palabra. Mire yo era pro legalización, de verdad, porque respeto tanto la libertad que me parecía coactivo no dejarlas a ellas decidir ¿Sabe por qué cambié? sencillo, le cuento. He sido maltratada por un marido durante años. Maltrato físico y mental, tardé en despertar y plantearme dejar al energúmeno. Estadísticamente las maltratadas volvemos del orden de cuatro veces con nuestros maltratadores, es un hecho y las causas son la dependencia emocional y los lazos que el maltratador crea para apresar a la víctima.
      Escuché en mis tiempos muchas veces: si son libres ¿por qué se quedan? Será que las gusta, será que no están tan mal. Y no, es que estaba alienada. En una ocasión hablando con Amelia Tiganus, de mis ideas pro legalización me dijo: ¿cuantas veces te dijeron cuando eras maltratada que eras libre de irte? Como a nosotras. No somos libres, la esclava no es libre.
      Usted tiene un problema de percepción. Yo estoy en el vértice, las escucho de forma neutra, usted como cliente. De verdad John Punter, pero de verdad ¿se cree usted que disfrutan y se mojan? Me estoy sonriendo ahora mismo por su ingenuidad ¿o es otra cosa? Hacen del orden de ocho o diez servicios diarios, querido, más en horas y días punteros ¿orgamos?… diez en unas horas. ¿Sabe usted que tienen que lubricarse de forma falsa porque sufren heridas de tanta penetración? ¿Sabe usted los trucos que utilizan para que ustedes vayan rapidito?¿Sabe usted las lesiones en la vulva que soportan ? Olvide lo que le cuentan para confirmarle sus ideas y para que tome otra copa y relaje su mala conciencia…y porque el putero está mirando, escuchando, o su representante, que anda siempre cerca. Deje usted de hacer trabajo de campo mientras las folla,hombre de Dios. No ve que jamás le van a decir sus sentimientos. Usted paga para oír lo guachi que es ser puta.
      Yo no he dicho que se hagan lesbianas, porque se nace lesbiana, dije que mantienen relaciones lésbicas…por asco. Hay tipos asquerosos, pero pagan. Hay tipos refeos, pero pagan. Hay tipos crueles, pero pagan. Hay tipos sucios, pero pagan…Sienten mucha repulsión, créame el mito de Pretty Woman no existe. Claro que hay tipos guapos (Pocos, muy pocos) que van de putas y que es posible que alguna se sienta atraída…Lo dudo, pero es posible. Incluso que hasta se enamoran y vivan felices comiendo perdices, pero le aseguro que son tan escasos como mirlos blancos.
      Las feministas somos aborrecidas en muchos sitios, tantos como queridas. Las putas no son una excepción, están muy mediatizadas por sus puteros, por sus clientes monos, como usted para tener criterio. Algunas, bastantes, abren los ojos y se hacen feministas. Amelia Tiganus es una de ellas. Otras no, siguen aborreciéndonos, como cualquier colectivo. Lo que le aseguro es que ninguna ama su trabajo.
      Y sigo esperando su respuesta a mi pregunta. Si es tan mono el trabajo de la prostitución ¿por qué usted no es chapero? No me responde querido, y eso me hace pensar que, o no me leyó o no tiene respuesta. Piense, piense, querido John Punter, lo divino que sería que un viejo verde, con las uñas negras le perforara su ano. O hacer una bella felación a un degerado que le está humillando mientras se corre en su boca.
      Si no se le ha dado vuelta el estómago, tiene usted vocación. Pruebe y deje de repartir envíos, hombre de Dios, que ser puta es guay.
      Saludos y felicidad.

  3. Yo soy trabajdoras sexual y leo con interese sus comentarios. John Punter tiene argumentos validos y reales y Maria Toca tiene algunos cercanos a la realidad pero muy generalizados.
    Algunas tienen orgasmos una vez que otra con un cliente, he sabido de algunas que no perdonan 1 diario y otras que nunca logran alguno. Y el porcentaje es muy variado es decir, no es algo extraordinario que se tenga orgasmo y se lubrique pero tambien es cierto que varais veces toca usar lubricante artificiales y hay lesiones, lo cual se soluciona con descansar unos dias.Algunas lubrican cada relacion y otras nunca, Los ocho y diez clientes diarios también varia mucho , algunos con suerte logran solo uno al dia, igualmente los porcentajes son muy variados, otras trabajan solo los fines de semana y solo tienen un cliente También hay algunas que quieren sacar al cliente rapidito otras que cumplimos el tiempo sin problemas y tratamos de hacer sentir bien al cliente. Estamos ofreciendo un servicio, podrá haber algo de artificialidad y en otros es sincero y genuino, y los clientes lo saben e igual algunos lo disfrutan otros no. Lo de Pretty Woman no es tan mito, he conocido muchos casos, y también se hacen muchos amigos clientes así no sea con la intensión de ser parejas, y otras que nunca logran afinidad ni con las compañeras. Todos los trabajos y oficios tienen sus problemas y ventajas, en muchos trabajos puede haber diversión y también recibir violencia, todos los trabajos tienen sus peculiaridades y características. Hay personas para todo, hay trabajos que muchos harian con gusto y otros que no lo harian asi les paguen millones. Lo que logro percibir en el discurso de las feministas radicales es que buscan cualquier manera para satanizar el oficio del trabajo sexual a través de generalizaciones y escarbando lo mas malo para justificar su ideología, pero hay que estar en ese mundo para entender que es muy variado y diverso.

    • Querida Pecas Locas. Respeto todo su argumento…aunque no comparta varias cosas. Verá, ante todo las feministas radicales, como usted nos llama jamás, repito, JAMÁS, satanizamos a las prostitutas, al contrario. La reto a usted a que traiga a @LaPajareraMgzn algún artículo donde eso ocurra. Satanizamos a los puteros, que es muy diferente. Ustedes, las prostitutas, hacen un trabajo que muchas detestamos, pero es su cuerpo el que sufre o goza (en argumento insólito que después de muchas prostitutas conocidas, jamás he escuchado, pero vale,aceptamos pulpo como animal de compañía) El putero vive de ustedes, de su trabajo, de su cuerpo y de la miseria humana. Y de la explotación. Eso detestamos. De la humillación de mujeres que hacen de la necesidad sumisión. El putero explota y humilla. Como detestamos que se utilice el cuerpo femenino como receptaculo de pulsiones sexuales. Para las feministas radicales…comos nos llama, aunque yo creo que para cualquier mujer, incluidas ustedes como no, el sexo o es disfrutado o es obligado. Y eso es lo triste, que ustedes no disfrutan, hacen de algo tan íntimo y satisfactorio mera transación comercial, del que ustedes se llevan la mínima parte. El argumento de que es un trabajo como otro cualquiera, lo utilicé yo para convencerme de que ser prostituta era normal y lícito. La pregunta que me hice a mí misma fue ¿por qué no lo eres tú, María? ¿por qué te ofende hasta que te paguen una cena porque te parece que compran tus polvos? Lo que me respondí no lo voy a exponer aquí, tan solo diré que todas, TODAS, las prostitutas que he conocido e intimado, lo querían dejar, aborrecían esa «profesión» lo ocultaban y si una hija, hermana,sobrina, se dedicaba a ello, se morían de pena. Y no conocí tampoco a ninguna feliz de ser prostituta, claro que usted me dirá que fregando escaleras tampoco se es feliz, pero le respondo que hacer un trabajo por duro que sea es vender un servicio o producto. En la prostitución nos vendemos o alquilamos nosotras, nuestro cuerpo. Por tanto, le rogaría que se clavara en su cabeza que nuestro enfado es con ellos, jamás con las hermanas prostitutas. Un abrazo solidario, querida Pecas Locas y gracias por sus palabras.

    • De nuevo le respondo, Peca Loca, ¿de verdad conoce muchos casos de cliente rico, guapo y joven que rescata a una puta? ¿de verdad cree usted que es normal que en un trabajo haya violencia? Uyyyy, creo que esa distorsión de la realidad obedece a algo impreciso que intuyo. Y mire, el ser amiga de un putero me parece duro y patológico, síndrome de Estocolmo o algo similar.

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