Reconozco que me cuesta. Me cuesta cada vez más mantener la calma ante la ingente cantidad de bulos que se reciben en estos días vía guasap y redes. No sirve silenciar el teléfono a esos grupos que escupen de forma interrumpida noticias, contranoticias, pseudonoticias, suposiciones y demás basura con una envergadura que nos hace difícil de digerir. No sirve acallar o cerrar los ojos cuando la infamia, la burda calumnia se ensaña con cualquiera. Con cualquiera, que podemos ser nosotras. Tú, querida lectora que me lees en calma o el vecino que pasea el perro como forajido escapado de Alcatraz porque puede ser insultado en cualquier momento. La infamia corroe. La abyección humana cuanto tiene tiempo y holganza se dispara. Y ahora hay mucho de ambas. Y se dispara. Y nos dispara.
No quiero ser negativa, en estos tiempos duros que estamos padeciendo, cuando la solidaridad, el heroísmo comunitario y social se ha desbocado. El tópico de que en tiempo de crisis sale lo mejor y lo peor del ser humano es real y constatable. El personal sanitario exhausto en primera línea de fuego. Gente que atraviesa las carreteras de España en la soledad del abandono para llegar a tiempo a llenar mercados, o los encargos para que esas piezas sigan engranadas y el país aún con todo, funcione. Los tenderos, las cajeras del super que atienden impávidas nuestra demanda con la misma escueta sonrisa de siempre. Los policías, militares (sí también) que patrullan y siguen en vela mientras hibernamos. Todos y todas son la mejor parte de un país sufriente.
Y luego están los otros. Los que dedican su tiempo a confeccionar mentiras o falsas noticias. A desacreditar, a vilipendiar a personas que no pueden defenderse. O nos inundan con comunicados alarmantes (todavía más, como si no les llegara la alarma en la que vivimos) No, no hablo de la crítica, legitima y positiva, que en esta Pajarera hemos practicado siempre. No hablo de eso, ustedes ya saben de que hablo.
Una se imagina a un grupo de gente, con boca vacía de dientes, el pelo ralo, engrasado por falta de higiene, las uñas cual zarpas y vestidas de harapos tal que brujas de cuento infantil, reunidas en un antro donde una mente infame maquina y maquina para envenenarnos. Y no.
Serán, imagino, gente como nosotras -bueno no tanto, con el alma envenenada tal vez- que se aburren en estos días de encierro mientras su mente psicótica borracha de silencio y fracasos, maquina y emborrona una historia que es triste pero hermosa porque está escrita con la solidaridad y el heroísmo de muchas. Y linchan y cuentan mentiras o medias verdades. Inventan falacias o adelantan terrores para provocar la histeria. Eso las realiza, saben. Con el estropicio formado por su falaz obra, nos adentran en un nudo de miedo. Como si fuera poco lo vivido. Como si fuera poco el horror de nuestros viejitos muriendo tan solos o de los hospitales con colapso y sin forma de hacer más. Como si fuera poco lo realizado por quienes nos asaltaron la sanidad, la cultura, la justicia. Infames que se disfrazan de justicieros y de adalides de la libertad y nos escaran el alma con su mierda.
Me cuesta entender que ganan con ello. Me cuesta pero es…La maldad existe, ocurre que a veces se disfraza con amplio vestido de estupidez y de falso valor. Ocurre que la maldad existe porque hay personas que no le plantan cara, que no la desnudan y la dejan con la vergüenza al aire .
Ayer escrachearon y skaltearon el muro de una mujer, con la que se puede estar o no de acuerdo porque es cargo público y política controvertida pero merece respeto por muchos motivos, pero sobre todo porque es persona, sin más. Fue vilipendiada de forma vandálica ¿Saben ustedes por qué? Por hacer un bizcocho y ponerlo en una foto. Enferma desde hace días, en unos momentos en que se encontraba mejor, hace un bizcocho y publica en su red personal la foto con un comentario risueño. Las voces del veneno escriben: » No es de feministas, no es lógico que un cargo público haga un bizcocho mientras habrá mujeres que no tienen harina. No está en su cargo, hace dejación de funciones…» Porque hace un bizcocho mientras se recupera.
¿Se ríen ustedes? Es lógico, pero miren, así empiezan las campañas que luego conducen a noches de cristales rotos. Así comienzan los/as perversas a socavar la conciencia de la buena gente, convenciéndola que es razonable linchar por hacer un bizcocho.
Me cuesta entenderlas pero las conozco. Y las reconozco. Tan solo les pido que cuando se topen con una/o de ellas no tengan piedad. Desnuden su mierda, verán que hay maldad y una capa de anchos fracasos debajo.
María Toca.
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