En Cantabria teníamos a nuestros facciosos un tanto descafeinados, como es todo en nuestra tierra, pero no por ello menos activos ni violentos.
Durante los primeros años que se sucedieron a la muerte del dictador, se pusieron artefactos explosivos en diversos kioscos de la ciudad donde se vendían revistas con desnudos, como Interviú… considerada por ellos pornografía. También se pusieron artefactos en el cine Roxy y Mónaco por el mismo motivo ya que ambas salas se dedicaron a un tipo de cine prohibido hasta entonces, que había propiciado viajes a la vecina Perpignan. Los atentados contra librerías eran constantes. La regentada por José Ramón Saiz Viadero, recibía la visita de los terroristas con frecuencia, rotura de escaparates, cócteles Molotov que en algún caso afectaba a los vehículos aparcados cerca, como el destrozo ocasionado en el Dos Caballos, de la compañera de RamónViadero, Vera Fernandez de la Reguera. Por supuestos todos los atentados quedaban en total impunidad por la complacencia, si no, complicidad de las fuerzas de orden público con los atacantes. Pensemos que no se depuró en ningún momento. Los mismos policías y guardias civiles que habían estado en la dictadura se “adaptaron” al sistema democrático con pocas ganas.
A nivel judicial, ocurría lo mismo. Los Tribunales de Orden Público, herederos a su vez de los Tribunales de postguerra, se disolvieron a nivel de nomenclatura pero los jueces no fueron depurados ni reeducados. Se acostaron un día siendo jueces del TOP y se levantaron como titulares de la Audiencia Nacional. Jamás se les dio formación democrática, jamás se les intentó integrar en el sistema con una reeducación. Las fuerzas de orden y las de justicia se habían formado durante el franquismo con la carga ideológica fascista quedando asimilados en democracia. Ni depuración, ni reeducación. Lógicamente, respondían con afecto a cualquier movimiento ultraderechista y con ardor violento al izquierdismo. Hay un artículo publicado en https://www.lapajareramagazine.com sobre los crímenes perpetrados en estos años por policía y ultraderecha que nos da un número cercano a las seiscientas víctimas…Prácticamente nadie pagó por esos crímenes y si lo hicieron fueron penas irrisorias.
Como ejemplo sirva lo ocurrido en el crimen de Almería. Este sangrante caso comienza a gestarse cuando tres jóvenes residentes en Cantabria emprenden viaje para asistir a la primera comunión del hermano de uno de ellos, Juan Mañas, en Pechinas, Almería. Ese mismo día ETA realiza un atentado estallando una bomba en el coche donde viajaban Joaquín Valenzuela, jefe del cuarto militar del Rey. A Juan Mañas, Luis Montes y Luis Cobo, los tres jóvenes viajeros, se les estropea el coche que conducen y deciden hacer una parada para arreglarlo y mientras marchan a tomar un café. El camarero que les sirve les confunde con los terroristas del atentado cuya foto ha salido en la televisión, avisa a la Guardia Civil que emprende la persecución de los jóvenes. Son detenidos en Roquetas de Mar y llevados a un cuartel abandonado en el Cabo de Gata. No tienen antecedentes, no van armados, no ofrecen resistencia. Lo que pasó entre los muros de ese cuartel lo guarda el silencio del horror, lo cierto es que los cuerpos de los jóvenes aparecen horas después acribillados, mutilados y abrasados en un descampado de la carretera. En los cuarteles de toda España, a las pocas horas de presentada por radio la requisitoria de la detención de los muchachos, se lanza otra consignando que era un error, asegurando que los jóvenes de Cantabria no eran los etarras buscados…pero ya debía de ser tarde porque el furor de violencia y la borrachera de odio había acabado con la vida de los tres jóvenes.
Las explicaciones que dio el ministro Juan José Rosón fueron confusas, desde el primer momento todo suena a falso, a ocultación de pruebas. Fue el tesón de la prensa y del abogado de la familia (Darío Fernández, tuvo que vivir más de un año escondido por las amenazas de muerte que recibía) los que consiguieron llevar a juicio a once guardias civiles. Se condenó a tres de ellos, el Coronel Carlos Castillo Quero, jefe del operativo, que se le condenó a 24 años de los que cumplió apenas ocho en una cárcel privilegiada. El teniente Manuel Gómez Torres, a seis años, y el guardia Manuel Fernández Llamas, a cuatro. Se les condenó por homicidio con el eximente y atenuante de cumplimiento del deber y obediencia debida. Años después en 1999, el País publicó que durante años se les había pagado a los tres condenados con fondos reservados. Ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez han contestado jamás a las preguntas sobre si ese hecho es cierto.
Han pasado cuarenta años, nadie ha reconocido lo ocurrido, ni repuesto el honor de los asesinados. Juan Mañas, tiene un pequeño monolito en su pueblo, y una plaza con su nombre…Hace tres años el Parlamento de Cantabria rindió sentido homenaje a los tres jóvenes.
Indultos, perdones o simplemente ocultación de pruebas hizo que los cachorros de ultraderecha y las fuerzas de seguridad del estado camparan a su antojo por nuestra ciudad que tuvo el “privilegio” de convertirse en paraíso para los Guerrilleros de Cristo Rey y demás grupos afines.
A estos cachorros del fascio, se les empezó a tomar en serio cuando explosionaron un artefacto consistente en la sede del PCE de Santander, con motivo de la visita de Santiago Carrillo a la ciudad. Fue una bomba de considerables proporciones que destrozó la sede y afectó al edificio donde se asentaba, en la calle Alcázar de Toledo. La policía detuvo a los integrantes de los comandos negros que habían campado por la ciudad a su antojo con la complicidad de las mismas fuerzas del orden.
Los principales cabecillas de los atentados fueron, Miguel Fuentes, que regentaba una tienda de electrónica en la calle Cisneros y mantenía lazos fraternos con Blas Piñar, tanto que este le apadrinó su sexto hijo, así como también era amigo personal de Emilio Hellín Moro, el asesino de Yolanda González y posterior asesor policial, cuyo caso mediático recordamos, colaborando con el abogado de Cristina Cifuentes.
Miguel Fuentes, fue detenido con motivo del atentado al PCE aunque su militancia violenta era bien conocida en la ciudad. En 1989 le asesinaron en Medellín los capos de la droga. En la prisión santanderina coincidió con uno de ellos trazando relaciones comerciales con el mismo. Miguel Fuentes viajó repetidas veces a Colombia para realizar trabajos de electrónica a fin de que los capos se comunicaran entre si y mantuvieran el control de los alijos. Fue tiroteado debido a que se le suponía confidente de la policía española. Su hermano se trasladó a Medellín para repatriar el cadáver pero nadie le pudo aclarar lo sucedido. Es altamente probable su colaboración con la policía incluso mucho antes de la entrada en prisión. Las camadas fascistas de la época, además de su conducta violenta contra cualquier izquierdismo, eran en su mayoría soplones de la BPS, colaboraban estrechamente con ellos. La doble vara con que se castigaba al terrorismo de izquierdas o de derechas queda trasparentada por la situación de privilegio y total impunidad con que operaban estos radicales de la ultraderecha.
Otro señalado ultraderechista santanderino fue, José Sáez Carrasco (Godofredo) jefe de Fuerza Nueva local, referente en cualquiera de las manifestaciones de honra al viejo caudillo. Recuerdo que me contaban unas tías mías, vecinas suyas, su amor al desfile militar como ensayo del servicio a la patria, pasillo arriba y abajo a las órdenes de su padre, franquista también. La pesadilla del uno dos, media vuelta, que contaban mis tías se paliaba con las risas que producían los desfiles y el consiguiente choteo que le hacían…El bueno de Godofredo murió en 2011 de cáncer de páncreas. Siempre fue fiel a sus ideas franquistas.
Fueron detenidos también por el atentado a la sede comunista, José Manuel Mochales Oria, José Benito Gutiérrez Aja, y Mariano Casal Calvo, desconozco la trayectoria de estos últimos.
Hubo más destacados ultraderechistas en nuestra tierra. Se habló en los mentideros políticos de un personaje que llegó a ser alcalde santanderino… En los años setenta su padre tuvo que enviarle rápidamente a Londres, debido al carácter violento y al gusto que tenía de lanzar cadenazos a los manifestantes debajo de las siglas de los Guerrilleros de Cristo Rey. Militó y milita (hoy es senador) en ese partido político que ustedes saben y que suele llenar titulares hablando de terrorismo…Hace pocos tiempo, su cachorro, fiel a la tradición familiar increpaba y escracheaba a Miguel Ángel Revilla cuando salía de comer en un restaurante de Castelar, puro en mano.
Hagamos, de nuevo, un poco de historia nacional. Roberto Conesa entró en la Policía en 1939, fue preparado profesionalmente por la Gestapo. José Carlos Clemente cuenta lo siguiente en sus Historias de la transición: el fin del apagón: “Hay muchos testimonios que dicen que Winzer, uno de los jefes de la Gestapo aquí en España, estuvo presente durante las torturas de la BPS durante los 40. Posteriormente la BPS recibe formación de la CIA, FBI y del Mosad. Muchos de los policías torturadores viajaron en los años 50 a EEUU con el fin de recibir formación para interrogar a detenidos”
Todo esto lo narra con detalle también, Antoni Batista en su obra La carta: historia de un comisario antifranquista, lectura muy recomendable para conocer el origen de la psicopática policía de la Dictadura.
En las dependencias de la policía, la temida BPS, se torturaba de forma sistemática a los detenidos. Nuestros Billy el Niño o Conesa nativos los he nombrado anteriormente entre ellos estaba el sádico inspector Solar . He escuchado horrores y también la forma ridícula en que pasó los últimos años de su vida, ya jubilado. Poco menos que se convirtió en un esperpéntico personaje santanderino. Insisto en la “simpatía” con que eran tratados los conocidos ultraderechistas santanderinos. A los que se utilizaba para “limpiar” las calles y apalizar a manifestantes, pero nunca fueron molestados hasta el momento del atentado del PCE, citado.
En la guardia civil, que conocí por motivos familiares que obviaré, tuve constancia directa del “profesional” que se ocupaba de los detenidos. Hago constar que no eran en su mayoría detenidos políticos, porque no era patrimonio de ese cuerpo la represión social. Eran detenidos comunes, acusados de robos, la mayoría sin importancia que, el primero sargento, luego ascendido a brigada, Emilio Caballero, se encargaba de las torturas sádicas. El sargento Caballero era conocido y temido por la ciudadanía extendiendo un halo perturbador cuando aparecía en cualquier lugar. Tenía una mirada aviesa e intimidatoria, el gesto frío de psicópata que dejaba en tétrico silencio a quien le veía llegar, como pájaro de mal agüero , incluidos diferentes integrantes de los destacamentos del cuerpo.
Era motorista de Tráfico, un tipo con gran atractivo físico y compostura importante. En los garajes que el destacamento de la Guardia Civil de Tráfico tenía en la calle Alta, se utilizaban los tornos como forma de tortura, se realizaban “bañeras” se introducían palillos entre las uñas y se golpeaba sin piedad a cualquier detenido por nimia que fuera la acusación. Se trataba de “divertir” al sargento consiguiendo información para que los jefes, -teniente, capitán, teniente coronel y coronel- se colgaran las medallas que el “trabajo” sucio de Caballero obtenía. Como ejemplo les refiero que en una ocasión se detuvo a tres raterillos -creo que se les acusaba de robar neumáticos- No tenían nada que confesar porque fueron cogidos in fraganti con pruebas suficientes para la acusación. Presto, al enterarse, el sargento llegó al cuartel de San Vicente, los desnudó y durante horas, en pleno Enero, siendo un día especialmente frío, los estuvo aporreando con las mangueras de agua helada con que lavaban las motos. Hasta que se cansó de la diversión.
Analizando el comportamiento de estos torturadores los creo psicópatas patológicos y no tan culpables como los mandos que autorizaban y espoleaban sus instintos asesinos, para como les dije, colgarse medallas.
Habría mucho que contar de la propia Guardia Civil, de cómo se trataba a los jóvenes recién llegados al cuerpo cuando eran destinados a Euskadi, utilizados como cebo del terrorismo. Si ustedes preguntan a cualquier número joven, que estuviera destinado en Intxaurrondo, por Galindo, verán que le odian con más fuerza que al mismísimo Argala. Les aseguro que les he oído decir que el coronel Galindo produjo más víctimas entre los guardias que la propia ETA. Saquen ustedes conclusiones.
Las anécdotas que les refiero sobre las torturas conocidas por mí, datan de finales de los años setenta y comienzo de los ochenta. Algunas de ellas, después del 82 en que llegaron al gobierno los socialistas. El sargento Caballero ascendió a brigada por ese tiempo. Nunca nadie pidió responsabilidades ni represalió sus múltiples desafueros, ni a ellos ni a quienes los mandaban. Vivieron y viven tranquilos cobrando sus jubilaciones y gozando de pluses por méritos obtenidos en sus muchos años de servicios a la patria tal como hemos visto en el mediático Antonio Fernandez Pacheco, Billy el Niño, que fue “molestado” ligeramente gracias a los compañeros de La Comuna que lucharon para desenmascarar al criminal. Poco o nada se ha denunciado sobre los represores que hicieron de Cantabria y de Santander un terreno abonado para sus crímenes. Solo en voz baja se nombra a Caballero, hoy felizmente jubilado y regentando un desguace de vehículos y del inspector Solar, se sabe que murió pero me ha sido imposible obtener mayor información…ni una sola foto queda del personaje.
María Toca Cañedo.
Continuará…
Chapeau ❤️💛💜