¿Tuvimos una IDA en algún sitio?

Seguramente tú también tuviste una IDA en tu clase, en un trabajo. Era un tormento sufrirla en el recreo o la oficina porque su rasgo más característico era una crueldad voraz, sazonada con dosis elevadas de afán de protagonismo y una escasa inteligencia. Tampoco la adornaba su capacidad para esforzarse. Tu Ayuso y la mía era limitada pero no tanto como para no darse cuenta. Nunca crearía nada: descubrió que era más sencillo destruir jarroncitos de plastilina. Jamás brillaría por un talento natural: no sacaba buenas notas ni aportaba ideas interesantes. No era la más guapa ni la mejor en deportes o Plástica. Dado que los laureles resultaban inalcanzables para alguien como ella, reconcomidas y amargadas en sus madrigueras, tu 7291 y la mía encontraron aceptable destacar como abusonas groseras y tiranas concienzudas. Empujarían a la gafotas, le quitarían el bocadillo de quesitos al chaval tímido, empezaría a pintarrajear con tiza motes ofensivos dirigidos a la guapa oficial, la estudiosa, la artista y la atleta. Como su cabecita no daba para más y su papel era el de muñeca parlante, esa mamporrera, esa verduga y verruga de cualquiera a quien no pudiera hacer sombra, alcanzaba el orgasmo mental al sentirse jaleada por los cerebros pensantes, por aquellos que asumían tan libre y amoralmente como ella que harían de matones en la sombra mientras ella ejecutaba sus fechorías en el patio o la sala de bingo. Esta es la versión premium de la bruja de once años o de la que se creía reina en el despacho y la zapatería porque otros le enjaretaban la etiqueta de “encargada”. Escupir japos o infamias, darle empujones a una niña dócil o a la democracia, patear la mochila o los derechos ajenos es lo único que hace que gentuza así se sienta realizada.
El tiempo suele poner a cada cual en su sitio. Ojalá este caso no sea una excepción
Patricia Esteban Erlés.
Quién usa una lengua como arma arrojadiza.
Quién huye de un idioma como si fuera un enemigo.
Quién escenifica un desfile de orgulloso analfabetismo moral.
Quién se pone un vestido rojo para que nadie se olvide de que ha hecho el ridículo nacional más bochornoso.
Quién es la reina del pinganillo envenenado, de la neurona fundida, del ego canceroso, de la chulería infectocontagiosa, de la imbecilidad autoinmune.
Quién es frutera mayor del reino de Ayusolandia. (Don Javier Viraje)
Quién hace de bochornosa y funesta protagonista en la película “La hortera de las vanidades”. (Don Javier Viraje)
Quién promueve el uso y abuso del alcohol y lo dice con acento del marquesado de todas las borracheras. (Doña Ana Vidal)
Quién tiene 7291 razones para callarse y no volver a hablar en ninguna lengua el resto de sus días o aprenderse a modo de penitencia, en todas ellas, las palabras “perdón por existir”.
Quién.
Patricia Esteban Erlés.

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