Tan de moda para unos. Tan fuera de lugar para otros. Tan desmedido para otros. Tan oportunista para unos. Tan necesario para todos los demás. Extenderse aquí en explicar en qué consiste el movimiento Me Too, innecesario, tanto se lleva escribiendo, hablando y debatiendo desde 2017. Tal vez sí recordar que no nace hace cinco años tras la denuncia por acoso machista y abusos contra el todopoderoso, laureado e intocable productor de Hollywood Harvey Weinstein desde las páginas del New York Times primero, la denuncia de la actriz Alysa Milano después, y la de otras muchas a continuación, sino en 1996 cuando la activista Tarana Burke escuchó en el campamento infantil para niñas donde trabajaba ese verano el testimonio de abuso por parte de un familiar a una de ellas al que no pudo hacerle frente. Ahí prendió la chispa del movimiento Me Too, centrado en mujeres jóvenes víctimas de abuso, agresión o explotación sexual.
Tal dimensión ha conseguido que parte del ocio nocturno ha implantado ya el protocolo contra ataques machistas. Y si no que le pregunten a Dani Alves. Tras la denuncia por acoso sexual en la fiesta posterior a los Premios Feroz 2023, la Academia de Cine diseña a su vez un protocolo específico contra cualquier tipo de agresión y/o acoso sexual durante la gala de los Premios Goya y fiesta posterior celebrada el pasado 11 de Febrero.
¿Y si en lugar de Me Too el movimiento se hubiera llamado Por Qué? Perdón, Why, por aquello de seguir con el inglés que siempre da más caché. O Por Qué Por Qué, es decir, Why Why, sin coma en medio ni signos de interrogación, que por qué y por qué por qué, sin coma en medio ni signos de interrogación es muy propio de ese mundo infantil maravilloso en busca constante de respuestas que no pocas veces se topan con un desganado porque sí. O porque no. O porque lo digo yo.
Niños. Niños del cine. Niños prodigio. Esa fórmula importada de Estados Unidos y su industria cultural antes que la coca cola, las hamburguesas, Halloween o el Black Friday. Eso sí, con veinticinco años de retraso que para cuando aterrizó por estos lares, Shirley Temple, Judy Garland o Micky Rooney eran ya ex de estados varios, incluido el de ex niños/as prodigio.
Nuestro primer niño prodigio fue Alfredo Hurtado, “Pitusín” quien, con apenas siete años, protagonizó Los Granujas, en 1924.
Muchos años después vendrían Joselito, Pili y Mili, Marisol, Rocío Dúrcal, Conchita Goyanes, Pedro Mari Sánchez, Ana Belén. ¡Qué buenos ratos nos hicieron pasar! ¡Qué felices parecían que incluso cuando estaban tristes se antojaban felices! ¡Cómo actuaban! ¡Qué voces! ¡Qué suerte la suya! ¡Quién fuera ellos!
¿Convirtieron su sueño, si es que lo tenían, en realidad o fue el sueño de otros? ¿A qué precio? ¿Fueron la gallina de oro para ellos o para los dueños del gallinero?
Niños. Inocentes. Cándidos. Confiados.
Marisol tiene treinta y un años cuando le hace las siguientes declaraciones al periodista José Luis Morales: “A los ocho niños que formábamos el grupo Los Joselitos del cante nos contrató un empresario para que hiciéramos una gira por todo el país. Yo tenía ocho añitos y dormía en la misma cama que la querida del empresario, una tal Encarna, que me daba unas palizas de muerte, pero con saña y mala sangre. Me tenía ojeriza. En Lérida me dio una paliza que me dejó el cuerpo como el de un nazareno. El empresario me invitó a comer en Gerona y me dijo que me levantara el vestido. Cuando me vio, pidió llamar a mi padre y me mandó para Málaga. Cómo tenía que estar yo que cuando llegamos al corralón donde vivíamos, mi abuela al verme se desmayó en la hamaca. Y otra cosa quiero decirte, cuando yo dormía con aquella tía, el empresario se acostaba con ella y hacían de todo, así que cuando llegué a Madrid estaba ya más rascada que la estera de un baño”.
Poco después, la niña Pepa Flores abandonará para siempre ese corralón de Málaga donde vivía con su familia y cincuenta y seis más con derecho a letrina. Manuel Goyanes la ha visto en televisión, ha llegado a un acuerdo con sus padres y se la lleva a Madrid.
Le cambia el nombre, le tiñe el pelo de rubia y le opera la nariz. Vive con la familia Goyanes mientras a su madre cuando la visita la mandan a una pensión de mala muerte. Cuando crezca un poco le vendarán los pechos y le pondrán peso sobre la cabeza para que no siga creciendo. Se le impide salir de la casa, relacionarse con gente.
“En las fiestas que tenían, como yo era la distracción, me levantaban de la cama a las doce o la una de la madrugada para que les cantara. Me pusieron profesores de cante, baile y ballet. Me estaban preparando para todo lo que me harían pasar después. Desde los ocho años tuve la responsabilidad de una persona mayor. Salí de casa para resolverle la papeleta a mi familia, pero yo nunca he sido artista”.
Con doce años rueda Un rayo de luz. En 1960 recibe el premio a la mejor actriz infantil en la Mostra de Venecia. Actúa en diez películas. Horas interminables de rodaje, firmas de autógrafos, sesiones de fotos, entrevistas… Cromos sobre ella. Muñecas con su cara. Su voz, su rostro y su sonrisa angelicales cruzan fronteras. Participa en Nueva York en el show de Ed Sullivan. Hace giras por Japón, África, Latinoamérica. Una fuente inagotable de ganar dinero. Para otros.
“En uno de esos días que estaba yo en el estudio durante una sesión de fotos, el fotógrafo, amigo de la familia Goyanes, se puso a desnudarme, a meterme mano y a preguntarme si ya me había hecho mujer. Yo estaba asombradita. Le tenía miedo a todo en aquella casa, ten en cuenta que yo no podía ni rechistar. Te amenazaba para que no dijéramos nada. Un día, tiempo después, descubrimos en la cocina muchas fotos de niñas desnudas con vendas en los ojos. Se lo dijimos a Goyanes y se quedó como si nada. Aquella noche cuando bajamos a cenar, el fotógrafo estaba sentado a la mesa tan risueño como si no pasara nada”.
Pepa Flores habla en plural sin dar más nombres que el suyo.
“Yo era intocable, ¿entiendes? Yo estaba como secuestrada. Cuando ya siendo mayor quería conocer chicos, me lo prohibían. Y si de los que conocía me gustaba alguno, me lo aislaban inmediatamente. Yo era su negocio”.
La Fundación Francisco Umbral guarda las conversaciones de lo que iba a ser una biografía de Marisol que nunca vio la luz. En esas charlas con el escritor cuenta cosas como: “Me llevaban a un chalet del Viso y allí acudía gente importante, gente del régimen, a verme desnuda, a mí y a otras niñas. A mi madre cuando venía a verme a Madrid la ponían a comer en la cocina”.
Luis García Gil, autor de la última biografía de Marisol, Corazón Rebelde, afirma: “Cuando Pepa ya se había separado de Goyanes y estaba con el bailarín Antonio Gades, tuvo un momento que parecía que iba a hablar abiertamente de lo que pasó. Lo deslizó en alguna de sus entrevistas, pero al final no dio nombres y apellidos.
En Málaga, la gente, sin dar nombres, te cuenta cosas de las que le pasaron. Hablo de gente muy fiable, desde arquitectos, escritores… que me han explicado encuentros furtivos en sitios a los que la llevaban forzada. Pero no he podido contrastarlo. Es que la verdad no se puede contar, no se puede contar. No podemos sumar más de lo que ella ya ha dicho porque nos metemos en un lío”.
Marisol, Pepa Flores, denunció tímidamente pero no tuvo la repercusión debida. Mejor mantener en el recuerdo el recuerdo de aquella niña con voz maravillosa y expresión angelical que, quizás, solo quizás, no necesitaba rebuscar mucho en su interior para ponerse en situación cuando precisaba poner expresión triste y ausente ante la cámara. O quedarse con la Marisol de la portada de Interviú en 1976. Aquel desnudo que dejó ojiplático a un país saliendo de una dictadura. Unas fotos publicadas sin su consentimiento, guardadas en un cajón hacía seis años cuando su recién estrenado marido Carlos Goyanes le pidió al fotógrafo César Lucas que se las hiciera para una película extranjera con Alain Delon que le había pedido el director. Record de ventas. Más de un millón de ejemplares vendidos. “La libertad revelada en el cuerpo de Marisol”, escribió Umbral. No sabemos si a Delon también le pidieron la misma libertad de la que escribió Umbral.
El escritor José Aguilar afirma: “La belleza y la juventud resultan afrodisiacas y hay gente que no tiene límite. En su momento hubo grandes productores importantísimos que no puedo nombrar, porque todavía viven sus familias, que abusaban de su poder, pero si Pepa hablara se caería España”.
Adiós al foco mediático con 36 años. Como Greta Garbo pero a la española. Medio denunció lo mejor que pudo y supo los abusos y el maltrato a los que se vio sometida. Para nada. Se pasaron por alto como si nada hubiera dicho. En su entrevista habló también de dos intentos de suicidio. Nada. Solo recibió silencio. Toca construir una vida alejada del foco. Una vida esta vez elegida. Dejar de ser Marisol y ser por fin Pepa Flores.
Pili y Mili solo declararon alguna que otra vez que en los rodajes les ofrecían unas pastillitas para trabajar mejor. Pastillitas. Pobre Judy Garland a la que no solo le vendaban los pechos también, sino que la empastillaban e inyectaban en medio de rodajes interminables, convirtiéndola en adicta de por vida. Corta vida.
Conchita Goyanes era ya una mujer más que adulta, casada y con hijos grandes, cuando un día cualquiera durante un trayecto en autobús, la presencia de un abuelo sentado tranquilamente en un asiento cercano le hizo sentir tan incómoda que se bajó en la siguiente parada sin entender qué le sucedía. Un psiquiatra le contaría tiempo después que los niños guardan bajo el candado del olvido experiencias dolorosas para seguir viviendo como si nada sucediera.
Hija de un cirujano y una actriz, hermana de famosas actrices, debuta a los seis años en la obra de teatro Fuenteovejuna, dirigida por Adolfo Marsillach. En el cine lo hace con nueve años en la película Un fantasma llamado amor. Sobrina de Manuel Goyanes, su madre no quiso que trabajara en Un rayo de luz, pero parece ser que nadie pudo protegerla de todo lo que tendría que vivir de niña. En 2006 y tras ir recordando con terapia lo sufrido, ella sí habló públicamente de cómo fue sometida a maltratos y a abusos cuando era una niña prodigio. “Fue terrible. Aquellos hombres me decían cosas como, eres una niña mala, me miras así y me provocas para que te haga todas esas cosas”. Declaró haber sufrido varios abusos sexuales y malos tratos en los equipos de rodaje.
“No era consciente de lo que me sucedía… Según los psiquiatras que después, ya de muy adulta me trataron, los niños tienen la capacidad de supervivencia tan desarrollada que disfrazan la realidad para que las cosas duras que les suceden no les destruyan. Sin embargo, todo eso queda como una herida latente y después, ya de adulto, comienza a darte problemas cuando menos lo esperas porque un cadáver que se esconde bajo la alfombra termina oliendo mal”.
Por qué. Por qué por qué preguntan los niños y las niñas en busca de respuestas que no siempre llegan. Porque Me Too llegó. Se instaló. Se tomó conciencia. Que los unos y los otros dejen de cuestionar por qué. Porque hacía falta. Porque ya era hora. Porque sí.
Pilar Lebeña Manzanal
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