Dixo que el Rei y la Reina
era gente d´emportanza, todos dixeron amén
y yo di una carcaxada.
De fame anda la xente espavorida;
lles llágrimes ñon más tien por vianda,
y ñon pueden a cuestes cola vida.
Xosefa de Xovellanos.
No he podido menos que recordar el hilo argumental de libro del despertar feminista de muchas mujeres, entre las que me cuento, La habitación propia, de Virginia Woolf, al enfrentarme al personaje de Josefa de Jovellanos, porque la genial Virginia contrapone una hermana menor, al autor Shakespeare, expresando con claridad las graves diferencias entre ambos hermanos a la hora de realizar una obra literaria de calidad.
Viene a cuento de que Josefa de Jovellanos tuvo un hermano brillante y famoso, el político y escritor, Melchor Gaspar de Jovellanos, y las similitudes, esta vez reales no ficcionadas como en le libro de Woolf, son amplias como verán. Son terribles similitudes que fueron y todavía son sistémicas para desgracia de la humanidad.
Nace Josefa como anteúltima hija de una familia de doce hermanos, el cuatro de julio de 1745, en Gijón. Su hermano Melchor Gaspar, solo tiene un año cuando llega al mundo Josefa, imaginamos que esa cercanía en la edad fuera la causa de permanecer tan unidos profesándose un gran amor filial, durante toda la vida.
Los padres eran de alta burguesía, la madre, Francista Apolinaria, hija del primer marqués de San Esteban del Mar de Natahopo, y el padre, Francisco Gregorio de Jovellanos, fue comisario provincial de Artillería del Principado de Asturias.
De los doce hermanos sobreviven ocho, Josefa vive una infancia feliz en la gran familia. Sus padres les procuran un amor por la cultura durante los primeros años conviviendo en un ambiente artistico. Tanto Gaspar como Josefa mostraron talento y ganas de aprender en su infancia y juventud…pero, y ahí llegamos a la primera diferencia, mientras el joven Gaspar dedica años y empeño a su formación, Josefa no. Contrae matrimonio con solo veinte años, con Domingo González de Arganzona, procurador general de las Cortes Asturianas y poco después de casarse, es elegido diputado en las Cortes españolas, lo cual conviene a Gaspar, su cuñado, porque le ayuda a introducirse en los ambientes políticos madrileños.
Josefa, sin embargo, es feliz en su matrimonio que, trasladado a Madrid a causa del cargo del marido, participa en alguna tertulia como la que se realiza en casa del conde de Campomanes. Tiene dos hijas y cuando está a punto de dar a luz a la tercera, el marido muere. La pequeña que ha nacido postuma sigue a su padre a las pocas semanas. Poco después muere su madre, …y en poco tiempo las dos hijitas mayores perecen también.
La brillante Josefa se ha convertido en una joven viuda que tiene 28 años cuando muere Domingo, y sin hijos. El drama parece que la podría derrumbar pero se sobrepone siguiendo con su contactos culturales de tertulias en la capital. Comienza a escribir poesía en bable, con un gran talento utilizando cierto sarcasmo y una fina critica política y hasta religiosa.
La casa familiar madrileña, ahora solo habitada por ella, está en Atocha, donde sigue viviendo durante un tiempo. Las desgracias vividas por Josefa, la sensibilizan hacia los menos favorecidos volcándose hacia obras sociales en las que participa activamente.
La relación entre los hermanos sigue siendo estrecha. Cuando Gaspar vive en Madrid, se ven a diario, y cuando motivos políticos le alejan de la capital, se escriben cotidianamente. Josefa es joven, al tiempo parece que la vida le ofrece el regalo de un nuevo enamoramiento que confiesa con ingenuidad a su hermano Gaspar, encumbrado ya en las altas instancias del poder del país. Éste la hace desistir de esa relación con una sibilina dureza que transmiten estas palabras: “Tú te resuelves por razones de pura conveniencia o de capricho, y yo por razones de decoro… Lo que haces es un disparate a los ojos de todo el mundo…».
Podemos imaginar el desconsuelo de Josefa ante la critica de su hermano porque le adora y admira su brillantez, hasta el punto interfiere la opinión de Gaspar, que disuelve la relación que la ha traído felicidad en su desdicha.
La familia de Asturias la necesita porque una hermana y su padre enferman, por lo que se traslada a Gijón y luego a Oviedo con el fin de cuidarles. Mientras, el brillante hermano, Gaspar Melchor de Jovellanos será ministro, tendrá cargos de importancia, escribirá y publicará una obra brillante y vivirá el esplendor del triunfo social, político y literario.
Poco después, cuando cuenta cuarenta y siete años, entiende que su vida mundana no tiene sentido y Josefa de Jovellanos, la brillante e inteligente poeta, intelectual de ágil mente, decide profesar como monja en el Monasterio del Santísimo Sacramento y Purisima Concepción de las Agustinas de Recoletos en Cimadevilla.
Gaspar no está de acuerdo con la retirada mundana de su hermana, pero no se esfuerza demasiado en convencerla de que siga participando de la vida secular. Aún con todo, Josefa, dentro del convento no se resigna a ser contemplativa y trabaja con denuedo para conseguir fundar una escuela para niñas sin recursos, la llamada Enseñanza Caritativa de Nuestra Señora de los Dolores, en donde se dedica a formar a las jóvenes, quizá en la esperanza de que tengan mejor futuro que ella.
Para entonces los avatares políticos en España son controvertidos, el hasta hace poco, todopoderoso Gaspar Melchor de Jovellanos, cae en desgracia y es encarcelado y trasladado a Bellver, noticia que produce mucho sufrimiento en Josefa. Durante el tiempo de presidio, intercambian correspondencia casi a diario ambos hermanos. Las cartas demuestran el talento sociopolítico de Josefa y su calidad literaria. No ha vuelto a realizar poemas.
Aquejada de enfermedad y entristecida por la desgracia de su hermano, muere a los sesenta y dos años en el convento donde vivió sus últimos tiempos, el siete de junio de 1807.
Es considerada la primera poeta en bable y creemos que su talento se hubiera desarrollado mucho más de no haber tenido la condición de mujer.
Como verán, Viriginia Woolf no iba desencaminada en su alegoría con la hermana de Shakespeare y la conclusión de que, aun teniendo idéntico talento, nunca podría desarrollarlo por el hecho de ser mujer.
Tristemente, es lo que ocurrió con Josefa de Jovellanos, a la que rendimos homenaje y debemos conocer más.
María Toca Cañedo©
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