Juana María de la Vega

 

Nace predestinada, Juana María de  Vega,  en  A Coruña, el siete de marzo de 1805, hija de Juan Antonio de Vega, indiano emigrado a Cuba, que tornó con fortuna desposándose con Josefa Martínez, mujer culta que amaba la lectura por encima de todo. Josefa cree que a las jóvenes hay que formarlas en los conocimientos humanos, no solo en los llamados “femeninos” como la costura, baile,  dibujo,  música…sino en   aritmética, gramática y mantener la mente activa con lecturas y conocimientos artísticos y sociales. Las mujeres deben estar en el mundo en igualdad de condiciones y no supeditarse al hombre, piensa la madre de esta niña privilegiada porque no era lo común en la época.

Además, Juan Antonio es un liberal convencido. De los iniciados en el liberalismo primario cuando aún no tenía ni nombre el movimiento político. Amante de la libertad, de la igualdad, creyente convencido  en el poder del pueblo frente a oligarquías y dispuesto a luchar por su ideario. Con esos mimbres fue educada la joven Juana, en su casa, con preceptores puesto que la fortuna conseguida en las Indias por don Juan Antonio,  e incrementada por el comercio establecido por el indiano  entre A Coruña y La Habana, daba para convertirse en  hombre adinerado en su ciudad.

Don Juan Antonio, es  elegido procurador sindico del Ayuntamiento de A Coruña y de la Diputación durante la guerra de la Independencia, desde cuyos cargos se posiciona de forma ferviente a favor de la Constitución de Cádiz de 1812. El problema llegó con el triunfo sobre los franceses cuando se produce  el advenimiento del  pernicioso rey Fernando VII que pagó la lucha del pueblo español defenestrando a cada liberal que se topaba a su paso. Cuando el malvado rey, reconduce y perjura la Constitución de Cádiz tornando al absolutismo de la mano de una nueva invasión francesa, con los 100.000 Hijos de San Luis, al padre de Juana, le multa el  Borbón y le inhabilita para cargo político durante dos años, lo que hace que el buen hombre incremente sus dosis combativas intentando el triunfo de su ideario liberal. En el pronunciamiento realizado por el brigadier Juan de Díaz Porlier en favor de la Constitución, primero jurada y luego abolida por el rey Felón, el bueno de Vega se posiciona a su favor, por lo que debe exiliarse a Portugal ya que el pronunciamiento fracasa. Con  el posterior triunfo de Riego regresa a su tierra siendo elegido vocal de la Junta de Gobierno revolucionario de A Coruña. Luego vuelve el absolutismo…tornando a un largo exilio en Gran Bretaña.

En esa segunda salida del país, le acompaña su hija Juana que se ha formado con esmero convirtiéndose en un mujer cultivada que ha mamado el liberalismo dese la cuna, con lo que mantiene un ideario revolucionario.

Poco antes de este exilio, en 1820, desde la ventana de la calle Real de A Coruña, Juana ha presenciado la llegada a lomos de caballo brioso, del capitán general de la ciudad  para tomar posesión del cargo. Juana es una jovencita de quince años que contempla con admiración al  militar caracoleando en su caballo. El capitán general es don Francisco Espoz y Mina, a la sazón héroe de la partida navarra de la guerra de la Independencia, que mantuvo en jaque, no siendo nunca derrotado, a los franceses por lo que le han concedido galones y honores debido a sus triunfos y arrojo en las batallas guerrilleras contra las tropas invasoras napoleónicas.

No sabemos si Juana se deslumbra por el jinete, queda hechizada por su aureola, o que su matrimonio se concierta en los salones de la casa familiar que Espoz y Mina visita con frecuencia ya que comparte ideario con el padre de la joven y es una de las casas más concurridas por los importantes de la ciudad. Lo cierto es que al año siguiente, Juana,  se casa con el general contando  dieciséis años, mientras que  Espoz y Mina, tiene cuarenta.

Dejamos que la investigadora, María Cruz Romeo Mateo,  nos  refiera los hechos: «Para ella, el matrimonio con un maduro general, políticamente comprometido, marcaría el resto de su vida. A pesar de su juventud, sabía bien el incierto futuro que podía esperar. Pero el amor y el «decidido entusiasmo por las nuevas instituciones de la patria» la llevaron a asumir el reto» pág. 217/220.

La contienda que mantiene el antiguo guerrillero con el mentecato rey Fernando VII viene de lejos. Ha sufrido exilio en 1814, tornando cuando las cosas parecían ir a favor liberal, pero en los sucesivos vaivenes marcha de nuevo al exilio. Su liberalismo se intensifica al contraer matrimonio con Juana, en contacto con el padre y la camarilla de ideología liberal que le acompañan.  En Gran Bretaña, el matrimonio Espoz y Mina/De Vega pasan diez años, hasta que regresan a casa. La salud de Espoz y Mina es frágil, por lo que Juana de la Vega, toma las riendas de las confabulaciones políticas que mantiene la pareja, ganándose el respeto de los compañeros del marido, tanto nacionales como ingleses. Al poco tiempo el general fallece quedando Juana  viuda con solo treinta años. No han tenido hijos, por lo que ella, educada en la ilustración y empapada del idealismo revolucionario, decide abrir su salón a la sociedad coruñesa, también a la conspiración y a la cultura que se mueve por su ciudad.

 

Al poco tiempo, es expulsada de España María Cristina de Borbón, regente y madre de Isabel II, última esposa del Felón. La echan por ladrona y corrupta (imaginen el calibre de la dama para ser expulsada de un país con las tragaderas españolas) La futura reina, que se queda en España,  es apenas una niña que necesita formación. Al mando del gobierno está el general Espartero que decide que la futura reina sea educada en ideario liberal, conociendo las preocupaciones de su pueblo y con la función de serle siempre fiel intentando, de esa forma, enaltecer una monarquía del pueblo y para el pueblo.  Para ello necesita personas competentes, nacidas en la burguesía popular y la personalidad culta y política de Juana María de Vega, es adecuada para convertirse en aya de la joven reina. Espartero, piensa que nadie mejor que ella para educar a la niña Isabel en los valores liberales, además de transmitirle  cultura y el amor al pueblo imprescindible para encabezar un estado. A la vez que intentará que la monarca futura comprenda las múltiples necesidades de un pueblo paupérrimo como el español.

Dejamos que sean las palabras  de Juana, las que hablen haciendo compendio de lo que intentaba trasmitir:

Una gran parte de los españoles, señora, no tiene casa, ni vestido, ni medio alguno para subsistir, sino el escaso jornal fruto de un trabajo penoso, y aún se reputa afortunado aquel que puede asegurar por este medio un pedazo de pan negro y un montón de paja en una choza miserable. (…) Si yo me hallase colocada en la elevada posición que V.M. ocupa, con las ideas que tengo, consideraría todo gasto superfluo como una falta, por tener obligación de acudir los reyes a las necesidades de sus súbditos, que son los que con su sudor los sostienen…”

Juana María marcha a Madrid,  encomendada a esa función, pero no tardan en llegar las críticas más acerbas a su tarea como educadora. No pertenece a la alta aristocracia que rodea a los reyes, tiene ideales sociales muy amplios, afanes revolucionarios, que su larga estancia en Inglaterra y el contacto con el liberalismo europeo han intensificado. Es calumniada, tratada de demente…Con lo que retorna a su ciudad de origen al año siguiente dejando a la reinecita en otras manos que poco o nada debieron educar a la trastornada y caprichosa reina Isabel II, famosa por su glotonería con la comida, los hombres guapos y los dispendios económicos, y no por su buen gobierno. Acabaría como el resto de los Borbones, expulsada de España…casi por los mismos motivos que los anteriores y posteriores.

 

Juana, al volver a su hogar de A Coruña,  torna  abrir su casa para tertulias, y conspiraciones…muchas conspiraciones ya que tiene  contactos en Francia e Inglaterra, debido al exilio y al prestigio de Espoz y Mina, poniendo a los liberales del interior en contacto con gente que pueda ayudar a la causa con fondos y organización. Escribe cartas, hace memorándums, es espiada de forma asfixiante pero jamás consiguen pruebas en contra de ella a pesar de la labor conspirativa que mantiene. A la vez sus salones son receptivos a las artes. Poco después,  comienza a escribir las Memorias de Espoz, y a conservar su memoria con dedicación.

Alguien le habla de que hay un niño que toca el violín de forma prodigiosa, con solo siete años muestra un talento natural increíble. Es navarro como su amado marido, por lo que decide escucharle y queda prendada del genio mostrado por el joven Sarasate, al que decide apadrinar pagando su formación hasta que madura su profesionalidad. El artista le dedicará una de sus primeras composiciones, en agradecimiento al madrinazgo.

Ha heredado de sus padres una fortuna suficiente para permitirse vivir holgadamente, maneja los negocios comerciales del padre con soltura, además de su tarea política constante. Patrocina eventos culturales y sociales de diversa índole, pero no como actos caritativos de la alta sociedad sino básicamente como actos de justicia social. Funda junto a la viuda de Pedro Agar (destacado prohombre liberal que habría que reseñar) la Sociedad de Señoras de Beneficencia, que desde 1838 hasta 1873 atendieron a 55.000 beneficiantes y a tres mil niños expósitos.

Durante la epidemia de cólera que asoló  A Coruña, forma un grupo de mujeres que trabajan de forma incansable saneando y cuidando a enfermos, con tal capacidad que al acabarse la terrible plaga, los ciudadanos quieren otorgarle títulos y honores, a los que se niega de forma rotunda. “Ha sido justicia” responde,  “se siente obligada por su estado privilegiado a trabajar por y para el pueblo por lo que sobran los premios”. Anteriormente le fue concedido el título de condesa de Espoz y Mina, que aceptó al llevar el nombre del marido. Volvemos a dejar las palabras de Juana María, que expresan lo dicho:

“Para que se permita a este pueblo dar pan y trabajo, edificando en el lugar de las derribadas fortificaciones, y yo quedaré más contenta y agradecida con esta gracia, que con todos los títulos y grandezas, que no me han de hacer que varíe de modo de pensar porque son ideas que nacen de una profunda convicción, y no de ahora, sino de toda la vida”

En otra ocasión las autoridades proponen realizarle una estatua a lo que ella,  vuelve a  negarse de forma rotunda y les impele a utilizar el dinero para cubrir necesidades del pueblo.

En los últimos años ve con tristeza que su ideario liberal, puro e integro, se ha desintegrado y que la lucha, tanto de su padre como del marido, se está diluyendo en politiqueos poco decorosos para su idealismo. Eso hace que se aparte de la conspiración centrándose de forma más intensa en sus tareas sociales y en que la figura de Espoz y Mina permanezca en la memoria del país por el que luchó.

Muere, dejando su patrimonio a la fundación que lleva su nombre, que se ocupa de la formación agrícola de jóvenes gallegos.  Su muerte apacible llegó el 22 de junio de 1872, siendo enterrada junto a sus padres y el corazón de Espoz y Mina, que ha conservado con ella todo ese tiempo, en el cementerio de San Amaro de A Coruña.

Fue una mujer que sin romper los moldes burgueses supo sobreponerse a su tiempo, luchar por sus ideales y hacer una función social de mucha importancia.

María Toca Cañedo©

 

Sobre Maria Toca 1629 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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