“Desde el principio de la guerra están demostrando que su barniz de religión no sirve de freno a las apetencias insaciables de su codicia (…) Quieren el suelo de nuestra patria para venderlo a otras naciones a cambio de protección de sus capitales y privilegios”
Juana Mir
Uno de los muchos textos que Juana Mir dedicó al horror de los bombardeos fascistas.
Hace poco ha saltado al público el nombre de esta periodista desconocida, Juana Mir. La historiadora vasca Ascensión Badiola, ha investigado la vida de esta mujer publicando una novela basada en su biografía, Decisión de Juana Mir, donde nos descubre a una mujer con un gran valor además de su implicación como periodista pionera de la prensa vasca.
Juana Mir nació en Pamplona en 1893, en una familia religiosa, de derechas y burguesa. Ella misma siguió la senda ideológica familiar, lo que no la impidió realizar una labor periodística de altura. Durante la guerra colaboró con varios medios mostrando en todo momento una profusa vocación pacificadora. Sus artículos eran un clamor por finalizar una guerra entre hermanos. Tuvo la fatalidad de vivir en propia piel los terribles bombardeos efectuados por la Legión Condor, sobre Guernika y Durango, comprobando el horror de destrozar poblaciones llenas de personas civiles que nada tenían que ver con los combates. Enseguida se dio cuenta de quién bombardeaba, a quien pertenecían los Junkers que sembraban la muerte, el fuego y la destrucción. Nunca se había visto el horror de masacrar poblaciones, y como le ocurrió a Picasso, a Juana se le revolvió el alma al ver en directo el efecto de las bombas, denunciando en la prensa con sus artículos la nacionalidad de los aviones. Era la aviación alemana que mostraba su poder sobre pueblos indefensos. Eran los aliados de quienes decían defender la sociedad tradicional, la religión y las buenas costumbres. Juana Mir, denunció con duras palabras a los esbirros de su pueblo en ardientes artículos de opinión y eso le costó la vida. Ella pensaba que su condición de mujer, de creyente, de persona de orden la salvaría pero no fue así. No había piedad con la oposición, aunque fuera de papel.
Cuando entraron los fascistas en Euskadi fue detenida en Derio un seis de Julio de 1937. La encerraron en la prisión de Larrinaga, condenada a muerte de inmediato en una farsa de juicio, fue fusilada un cinco de Agosto de 1937 en las tapias del cementerio de Derio. La acompañaron en la muerte 13 hombres, uno de ellos, periodista de El Liberal, militante del PNV, Melchor Jaureguizar Hospitaleche, con el mismo delito que Juana, escribir, hacer periodismo. Fueron enterrados en una fosa común. En 1945, posiblemente su familia, consiguió permiso para desenterrarla y yace en el panteón familiar. Privilegio que el resto no tuvo.
Juana Mir, demuestra como tantos otros que las tropas fascistas no hacían distingos a la hora de asesinar opositores. Se decían defensores de la religión pero mataron católicos y clero que no eran afectos a sus ideas. Hoy, gracias a la reivindicación de Ascensión Badiola recuperamos un nombre de una periodista singular, Juana Mir.
María Toca©
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