Tanto amor y no poder nada contra la muerte
En Masa poema de Cesar Vallejo
Todo comenzó como suelen comenzar estas cosas para los humanos,
uniéndose para la guerra y
olvidando unirse frente al dolor
Ese dolor casi imperceptible
que se manifiesta con temor y sin conciencia
cuando una mañana cualquiera al levantarte,
apenas puesto un pie en el suelo,
percibes que algo delicado
te pasa en la rodilla.
No es frio ni calor, solo es dolor.
Un dolor inesperado
que como el despertar
del maligno airecillo que siempre acompaña al paso de la Santa Compaña,
se va transmitiendo de la rodilla a la cabeza del fémur,
para encumbrarse victorioso
desde la cabeza del fémur
hasta la región lumbar,
trepando y penetrando a través de la columna,
para enseñorearse de las vertebras cervicales
y dejarnos en un estado de preocupante postración
cercano al derrumbe total del edificio.
Y así uno y otro día, hoy aquí y mañana allí,
La cabeza también dolorida
cae mirando al suelo.
La vista se nos nubla y solo vemos
una vaga sombra,
cuando en soledad, nos miramos al espejo.
Los desagües comienzan a fallar, inundando nuestra vida
de súbitas fugas incontrolables
que causan estropicios en todos los sostenes de la casa.
Está claro que se está deshaciendo
el edificio lentamente,
qué la edad avanza irremediablemente,
qué no tiene sentido reforzar alguna partes
para poder habitar en otras
un poquito más,
qué el único alivio que nos queda,
es derribar lo totalmente
para qué el dolor se apague.
Y cuando ya casi estábamos convencidos que en la casa construida hace 78 años nada más podía pasar para que
se cumpliese ese derrumbe anunciado,
surge la duda,
sentimos la voz cercana
de un pajarraco negro,
que posado en la baranda del balcón,
entre risas nocturnas nos dice,
“dichosos vosotros los humanos
que en pleno siglo XXI,
seguís soñando todavía con poder conseguir los dones que proporciona
el camino que lleva a la utopía”.
Mientras, el vecino nos grita que son las ocho de la mañana y que bajemos el volumen de la radio.
Paciencia,
la realidad de la edad se acabará imponiendo.
Enrique Ibáñez Villegas
Casualidad o presagio.
Acabo de preguntarle a María sobre otro Villegas que construyó una Torre en Cóbreces por un escrito de un compañero de la Universidad de Cantabria , Miguel Ángel Aramburo-Zabala Higuera ,que ha caído en mis manos, que a lo mejor conoce.
Y creo que hay que seguir manteniendo el edificio mientras se pueda escribir un poema así.Gracias!