Sonreía siempre. Con las comisuras que le llegaban casi a la matriz del pelo. Los ojos chispeaban de pura inocencia y alegría. Siempre. De su boca se caían palabras positivas, jamás le gimió una protesta, un no puedo, no quiero, vete a tomar por el saco. Nunca. A base de positividad, el gesto se le quedó colgado. No podía volver la boca a su estado normal. Como si dos hilos tensaran ambas junturas en perpetua mueca de payaso feliz.
No era muy lista, por tanto no estudió demasiado. Lo justo para triunfar. Bachiller. Luego hizo cursos semanales: Aprender a vivir en positivo, Sé feliz con lo que toca, Tú eres la dueña de tu futuro, Tú construyes el mañana, Risoterapia aplicada, Como triunfar en la vida, Ama y te amarán, Tu mente construye la felicidad, Todo retorna, intenta pensar en positivo. Complementó su formación con la literatura adecuada al caso, escrita por los mismos que la ofrecían sapiencia en los cursos. Y Cohelo. Siempre Cohelo. Tenía la estantería de su habitación combada de los títulos de don Paulo, con un El Alquimista en tamaño XL, en letras de oro presidiendo la alcoba.
Con el tiempo y el incierto dinero que invirtieron en ella se convirtió en coach de prestigio. Hoy da cursos de muy alto nivel. El único problema que tiene es cuando intenta relajar la musculatura facial. No puede. Creo que la operan en breve.
María Toca
Deja un comentario