DECÍAMOS AYER…
Es de sobra conocido el fuerte atracción que Alfonso XIII – el abuelo de Juan Carlos de Borbón – tenía por las mujeres, incluida su especial dedicación hacia la actriz Carmen Ruiz Moragas, con quien tuvo dos hijos, llegando a tantear al Vaticano sobre la posibilidad de anular su matrimonio con la reina para casarse con ella. En julio de 1925, Carmen dio a luz a una niña en Florencia, a cuyo acontecimiento acudió el padre aprovechando uno de sus frecuentes viajes por Europa. A su regreso por separado, y tras pasar unos días de descanso con sus padres y la recién nacida en Biarritz, la familia se instaló en Madrid, en un magnífico y elegante chalet de la moderna Colonia del Metropolitano – Avenida del Valle nº 30 –, que los hermanos Otamendi, promotores del “metro” madrileño y buenos amigos y socios financieros del rey, acababan de construir al final de las Rondas.
Al parecer, los emprendedores constructores guipuzcoanos habían sido presentados a don Alfonso precisamente por la actriz, agradeciendo aquéllos a ésta con dicha finca tan importante introducción. Los cuatro hermanos trataron de sacar saneados beneficios a la revalorización que el Metro estaba produciendo en una zona hasta entonces marginal, como las proximidades de la Glorieta de los Cuatro Caminos. Su Urbanizadora Metropolitana había adquirido novecientas hectáreas de terrenos situados a ambos lados de la Ronda, habiendo planificado en ellos un verdadero barrio residencial, siguiendo el modelo de las más modernas ciudades del mundo. Buenos conocedores de las ordenanzas municipales reguladoras de alturas y volúmenes edificables, estaban obteniendo su más óptimo provecho construyendo tanto los colosales edificios Titanic en los más altos solares de la Ronda, destinados a las clases medias, como la elegante colonia metropolitana de ciudad jardín, ideal para la alta burguesía, en el entorno de la Avenida del Valle.
La finca entera medía unos veinticinco mil pies, de los que el amplio y bello edificio ocupaba dos mil metros cuadrados, en medio de un frondoso y cuidado jardín. Contaba con dieciocho habitaciones, repartidas entre el sótano, dos plantas y un singular torreón, con incomparables vistas tanto de la Casa de Campo como del monte de El Pardo. La donación había sido valorada en sesenta y ocho mil duros.
¡Cuanta similitud con los regalos del nieto a su amiga favorita…!
EUSEBIO LUCÍA OLMOS
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