Las Soñadoras/es

Debemos pertenecer a un grupo no muy común, al menos eso creo, de personas que de niñas soñábamos.  Me dirán ustedes, los niños/as sueñan siempre. Afirmativo. Sueñan con el regalo que no llega, con las vacaciones, con la salida a deshora, con la amiga que divierte…Sí,  todos los niños sueñan. Y las niñas más. Me atrevo con esa aseveración que juzgarán feminismo puro, porque puedo demostrarlo. Pero yo, y algunas más que voy conociendo a lo largo de los años, éramos diferentes. No eran los sueños previstos y constatados, no, aunque también. Nuestros sueños se amalgamaban en una espuma de fantasía que colmaba la soledad con historias que nadaban en la mente confabuladas con el placer.

Explico: nuestro grupo, formado por personas solitarias, hijas/os únicos o con hermanos mayores, pasábamos desapercibidos. No nos veía nadie. Aleteábamos en familias, no desestructuradas, pero casi -antes no se llamaban así, directamente se decían, raras- o simplemente, estábamos emparedadas de prisa, de trabajo o de disgustos varios. Lo suficiente para que nadie reparara en nosotras mucho tiempo. Casi nada. Y eso era lo mejor.

Nadando en esa nebulosa de no estar/no ser, podíamos movernos sigilosamente por los confines de la fantasía, hacia mundos que construía nuestra mente sin fronteras ni paradigmas. Y crecimos con ello. Se hizo vicio o costumbre o ambas cosas y de mayores tomamos la pluma –es un decir, porque a pluma no escribe nadie ya- y dimos forma a las fantasías concebidas  entonces.

No soñábamos con casarnos, tener hijos y ser felices, que va. Confieso que después de ver por quinceava vez “Solo ante el peligro” Gary Cooper, pasó a ser mi pareja perfecta. Claro que me perdí entre los brazos ahumados de Humphrey Bogart, después de la lloriquina que me costó Casablanca o el Halcón Maltés. Luego llegó Escarlata O,Hara y ya sentí que era musa y perdición para mis pocos años.  Años más tarde, mimeticé con  Meryl Streep,  dejando lavar mi cabello por las expertas manos de Robert Redford y amé ese amor como algo perdurable y mío para siempre. Repudié la manía que le entró a ella con querer atraparle con un casorio. Desde mi silla de espectadora le gritaba con desesperación: “déjale volar, no ves que es un águila y jamás se puede enjaular a una rapaz. Vuela con él, no le ates, pesada” No me escuchó y vimos el desenlace.

Y seguí soñando con aventureros que secundaban mis correrías por selvas africanas, por la Amazonia salvaje o por parapetos de las escaramuzas ocurridas contra los grises allá en los setenta. El tiempo pasaba  y nos fuimos haciendo visibles. Siendo chica, suelen surgir las caderas, las tetillas y ya tenemos el lío armado, porque siempre hay buitres que nos despluman antes de tiempo y de tener criterio para solventar lo que es fantasía o realidad. Y llegan las tristuras.

Claro que el grupo al que pertenezco no tiene término medio. O acabamos en el psiquiátrico o rompemos cadenas. Nos endilgamos con los sueños y caminamos, sin descanso, en pos de lo concebido de niñas. O nos dedicamos a escribir, que es más socorrido y menos riesgoso aunque se paga muy mal. O no se paga, como es el caso.

#MariaToca©

 

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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