Llegáis siempre tarde (muy)

Para las que hemos estudiado en colegio de monjitas,  recibido  enseñanza cristiana y estudiado el Catecismo, sabemos que para conseguir el perdón de Dios, se debe primero reconocer el pecado, confesar la culpa y aceptar la penitencia. Bien. Los señores/as  que se han subido a las carrozas del Pride  enarbolando la bandera como si no hubieran hecho otra cosa en su vida, se han saltado todos los pasos. Y llegan a la meta sin competir. Llegan a la meta como si no tuviéramos memoria el resto del personal. Como quisieron llegar a la reconciliación nacional, envueltos en la bandera apócrifa de la Transición sin asumir, tan siquiera, que se produjo un golpe de estado a un gobierno democrático, con consecuencia de guerra civil, apoyada por las potencias del Eje. Y se nos dice de continuo que ambos bandos fueron iguales, que mataron  todos, pretendiendo nublar cuarenta años de represión, de gobierno dictatorial sin elecciones, libertad de prensa, torturas y sin derechos ciudadanos, amén de fusilamientos, fosas comunes que siguen ahí como heridas viejas sin restañar. Nada, no pasó nada, porque con el devenir de la democracia todos, de milagro, se volvieron demócratas y malo y resentido quien lo dude.

Pues igual, pero con el Pride. O con el divorcio. O con el aborto. Que parecemos nuevos. Los que calzamos canas, recordamos a esa derecha ultramontana vociferando por el fin de la familia, por el fin de la especie. Y por las peras y las manzanas. Lo recordamos pero tenemos que hacer como si no. Porque ellos han decidido cambiar, subirse a la carroza mientras los cipayos les dejan y les corean. ¿No será que al olor del dinero y del voto, conviene hacer el cambio? Mal pensada, me digo. Que va, si se les ve de lejos la buenísima intención, es que han recapacitado, han comprendido, ¡por fin! que la gente ama y desea a quien le da la gana, que es obra de ese Dios al igual que ellos.

Bien. Pero ¡oh! que recuerdo la fe católica y el Catecismo, y me pregunto, que ellos, tan católicos, no han hecho como el Papa Francisco, que al menos, y sin mucho boato, reconoció la crueldad y las malas artes ejercidas contra lgtbi. Pero no, nuestra derecha se sube a la carroza, enviste con la bandera, atiende a los absurdigays bien educados y sale en la foto. Como adalides de la libertad. Como antes hicieron con la Constitución, con la democracia, con las leyes que denostaron en su momento.

Tenemos la desgracia de padecer una derecha retrasada. Llegan tarde siempre. A la democracia, al divorcio, al aborto, a los derechos lgtbi. Siempre tarde. Llegan cuando huelen pelas y votos. Una derecha  acomodaticia y nauseabunda que solo atiende intereses. No es una derecha como la francesa en la que militó Simone Veil,  liberal, luchadora feminista y recientemente fallecida. Ni tan siquiera es una derecha alemana, que expurgó de sus filas a cualquier filonazi que supusiera la mínima defensa de un régimen denostado. Ni inglesa, que jamás se cuestionaría determinadas proclamas democráticas y que acepta la libertad y la convivencia. O al menos no se suben a la carroza en días de Pride.

La Merkel no votó la ley de matrimonio homosexual, pero no creo que se la ocurra recurrir al Constitucional para derogar esa ley. Y mucho menos colgarse, cual esperpento, en una carroza.

Porque da grima. Mucha. Veros, chicos, proclamando que las peras y las manzanas no pueden ir juntas, y luego corear eslóganes modernetes. Os pasáis de rosca. No os habéis enterado que llegáis tarde siempre y sin hacer los deberes. A saber: reconocer la culpa, confesar, y cumplir la penitencia. Que lo dice vuestro jefe. También llama a los que son como vosotros sepulcros blanqueados. Y muy de acuerdo que estoy con Él.

Texto: #MariaToca

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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