Lluvia

Tenía yo en 1956 doce añitos. Aquel mes de febrero llovió  en Santander de forma constante durante al menos quince días seguidos, con sus respectivas noches. Nada extraño, pues así suele suceder en Santander, algunos dicen que también sucede similar en Santiago de Compostela, no lo dudo. 

Desde el aula del colegio San Agustín, sito entonces en la calle Alcázar de Toledo, a través de sus ventanas al exterior, la lluvia, no muy fuerte pero constante daba al aula una tristeza solo propia de las ciudades donde no es raro que llueva doscientos días al año.

Contagiado por el húmedo ambiente, al Padre Pedro, no se le ocurrió otra cosa más novedosa que proponernos escribir una redacción sobre la lluvia. A mí me pareció una idea horrible, pero aprovechando la jovialidad del sacerdote, de los más jóvenes, o quizá el más joven de todo el profesorado, tomé la decisión de escribir algo jocoso, un poemilla, si pudiera denominarse así, sobre la lluvia: 

 

                          La Lluvia 

 

                       Las gotas de lluvia 

 caen mansamente 

                       en forma de  

                       chupetes de goma 

                      que vende 

                      la Casa Chichipán 

                      de Barcelona. 

Acabé rápido, mientras los demás chupaban el lápiz, o daban pequeños golpes en la frente, solicitando al cerebro alguna revelación sobre la lluvia. Terminado el tiempo de redacción, el Padre Pedro, recogió los escritos. Tras leerlos en silencio, con la sonrisa marcada en su rostro, escogió un par de ellos para comentarles en viva voz destacando los valores hallados a su juicio, sobre todo el escrito por el empollón de la clase, siempre hay un empollón y a veces hasta dos, que había llenado casi un folio de apreciaciones sobre la lluvia. Mi sorpresa fue que, inopinadamente, hizo una jocosa lectura de mi poemilla, o lo que fuera, destacando lo novedoso del enfoque caricaturesco de la lluvia. 

Las risas de mis compañeros se unieron a los golpes de felicitación que los del pupitre de atrás descargaron generosamente sobre mi espalda. Aquellas risas nos hicieron olvidar por un rato la tristeza de la lluvia constante en el exterior. 

 

Años más tarde, muchos años más tarde, en otro febrero, pero de 1970, estando haciendo el Servicio Militar Obligatorio en El Ferrol, entonces apellidado “del Caudillo”, donde también llueve lo suyo, escribí otro poema sobre la lluvia. Este con pretensiones de profesional, con la novedosa introducción en el mismo, de las letras cayendo verticalmente en la página escrita, a modo de gotas de agua. Lo titulé “Tormenta”, y así se publicó en el apartado de “Cantos de Paz” del libro “Poemas en Carne Viva” que escribí al alimón con mi amigo Isaac Cuende (q.d.e.p.). 

 

                                 “TORMENTA” 

                               l          l          l 

                               l          l          l   

                              u         u         u 

                              e         e         e 

                              v         v         v 

                              e         e         e 

              Mientras mil truenos repican ¡Trabajo! 

                           ¡Eh, Rufino, Manuel! 

                           ¡” Tapar” el carro! 

              Llueve sobre el arcaico arado. 

                           La tierra bebe; 

                           guarda inquina; duerme… 

                           Hasta completar el vaso. 

                                 (Ferrol, febrero 1970) 

 

Pero esta vez no tuve la mirada jovial y transgresora del Padre Pedro, sino que la lectura por los militares de la Dictadura, valga el pareado, ya tambaleante en 1973, determinaron que aquello no solo no tenía gracia, si no que hasta juzgaron pensamientos diferentes a los suyos: “el Auditor llega a idéntico pronunciamiento en cuanto la intencionalidad injuriosa del condenado, que no solo se desprende del poema (“Predicción Mágica”), objeto concreto de este procedimiento sino de toda su obra literaria, cuajada de reticencias, frases o palabras de doble sentido, y al socaire de la metáfora, permiten conocer el verdadero pensamiento de su autor, que en definitiva es el verter conceptos que suponen descrédito o menosprecio de las Instituciones Armadas(a las que por cierto serví con lealtad en sendos barcos de la Armada Española durante año y medio). 

Desde entonces la lluvia y las tormentas azoran mi espíritu, siempre presto a defender la libertad de pensamiento de todos los seres humanos e incluso de los inhumanos. 

F I N 

Jesús Gutiérrez Diego

Sobre Jesús Gutierrez Diego 32 artículos
Ingeniero Técnico Químico. Nacido en Santander, residente en Las Palmas de Gran Canaria. Escritor. Recibe diversos premios en relato tanto infantil y juvenil como adultos. En 1971 publica con Isaac Cuende el libro de poemas "Carne Viva" como consecuencia es procesado en Consejo de Guerra y cumple año y medio de condena. Sigue publicando y recibiendo premios diversos.

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