Cuando conduzco por las carreteras de aquí y veo las montañas de piedra y los campos áridos a ambos lados, los parasoles clavados en la arena de las playas, los pueblos del color de la tierra y los lechos de grava de los ríos, la cara de sus agricultores, pienso: ¡hay que salvar España para la gente decente, es demasiado hermosa como para desperdiciarla!
Carta enviada a Eleonor Roosevelt, desde Barcelona, 1938 estando de corresponsal en la Guerra Civil española.
Siento ser repetitiva en el inicio de las biografías pero me encuentro de forma constante a mujeres eclipsadas si han tenido alguna relación con un hombre celebre. Su estela las oscurece hasta la desaparición. Martha Gellhorm, detestaba este sesgo y en alguna ocasión se le atribuyó la frase “no quiero ser una nota a pie de página de la biografía de una celebridad” al ser preguntada por qué huía, durante toda su vida, de la estela de su segundo marido, Ernest Hemingway, del que se negó a hablar a partir de su divorcio.
Esta portentosa mujer nace en San Luis, un ocho de diciembre de 1908, en el seno de una familia atípica. Su padre, George Gellhorm, era ginecólogo y su madre, Edna Fiscchell, sufragista y feminista muy activa. Desde pequeña, Martha la acompañaba a las manifestaciones en demanda de voto y se impregnó de la lucha feminista.
Estudia primero en la Escuela John Burroughs para pasar más tarde a la Bryn Mawr College de donde sale antes de graduarse en Literatura para comenzar su andadura como periodista. Publica sus primeros artículos en The New Republic, luego en la United Press, en París, donde se integra en los movimientos pacifistas que abundaban en la época.
Poco después es contratada por Harry Hopking como investigadora para la Federal Emergency Relief Administration, (FRA) creada por Franklin D. Roosvelt para conocer a fondo los efectos de la Gran Depresión sobre la población norteamericana. Martha marcha a Carolina del Norte junto a otra gran mujer, la fotoperiodista Dorothea Lange y ambas documentan el hambre, la penuria de la gente que ha sido precarizada por el capitalismo en la crisis del 29. Sus crónicas son descarnadas y tan vivas que los/as lectoras “ven” el sufrimiento poblacional. Llama la atención de Eleanor Roosvelt que la llama para solicitarle una colaboración más estrecha.
Durante un viaje familiar conoce a Ernest Hemingway en Cayo Hueso en la Navidad de 1936. Se hacen amigos compartiendo el interés y la pasión periodística. Ella está viviendo en EEUU, a donde ha regresado poco antes desde París. La guerra civil en España mueve las conciencias de toda persona antifascista en el mundo, Martha Gellhom no podía ser menos y decide venir. Años después contaba: “regresé a América,desde París, terminé mi novela, la guardé para siempre en un cajón y me dispuse a viajar a España. Había dejado de ser pacifista para convertirme en una antifascista”.
Sale del país con solo 50$ en el bolsillo, y un escaso equipaje, recalando en España en pleno conflicto, realizando reportajes por su cuenta sobre la guerra. No son tanto crónicas del frente, que también, sino que retrata la vida de la retaguardia. Cuenta como las madres buscan comida para alimentar a la prole, los viejos solitarios y la penuria que aqueja a un país en guerra abandonado y traicionado por las democracias occidentales. Aunque Martha, a lo largo de su vida hizo un periodismo totalmente independiente su postura de apoyo a los débiles, a los que sufren injusticias queda clara en todas sus crónicas. Comienza a enviar artículos sobre la guerra a la revista Collier´s que la contrata.
Coincide con Hemingway en España y comienzan una relación apasionada llena de altibajos. Ella ama la profesión por encima de todo, jamás antepone su vida personal a sus viajes y al trabajo, por lo que el escritor, que está casado y no parece dispuesto a cortar su matrimonio, se lo recrimina. Hemingway deja a su mujer en 1939 casándose con Martha en 1940. El gran hombre, que apoya las diferentes causas de la libertad, no entiende como su esposa es primero periodista…y poco o nada, esposa tradicional. El matrimonio dura hasta 1944, en que Martha abandona al escritor para volver a ser libre, que parece no le perdonó nunca este acto ya que fue siempre él quien abandonaba a sus mujeres… Martha Gellhom, se negó a partir de ese momento a responder ninguna pregunta de la prensa sobre el escritor. Su obra y su capacidad fue con mucho equiparable a la del hombre con el que compartió su vida, de forma anecdótica, durante cuatro años, parte de los cuales ambos vivieron en Cuba.
Acabada la guerra de España da comienzo la europea, en la que Martha se desplaza siguiendo el conflicto. En el desembarco de Normandía no se permiten corresponsales femeninas. Martha no está dispuesta a perderse el gran día y trama un plan para estar en la vanguardia del desembarco. Se esconde durante las horas que duró la travesía en el baño de uno de los barcos que transportaban tropas hacia la costa francesa. En cuanto siente que han llegado a Normandía y que comienza el día D, sale del escondite, se identifica como enfermera para estar en primera línea. Hay confusión en las tropas, nadie se entretiene en acreditar sus credenciales, por lo que baja con los camilleros en la primera tanda del desembarco. Hemingway, como represalia a su desafección, se había destacado como corresponsal de la revista Collier´s de la que ella es corresponsal, de forma que Martha no puede acreditarse. La BBC había destacado a 48 reporteros que llegaron tarde y mareados, por lo que sus crónicas fueron las primeras y las que retrataron los terribles momentos que se vivieron en ese día.
Al acabar el asalto, el alto mando militar descubre la suplantación y la recluye en un campo de instrucción para enfermeras con el fin de alejarla del frente. Se escapa y convence a un piloto de un aeródromo de que la transporte a Italia. No le cuenta que es reportera, sino que llorosa, interpreta el papel de una novia enamorada de un combatiente que está en Italia y añora verle. El piloto, conmovido la lleva y de allí pasa por diversos frentes de guerra. Es normal que el enfermizo orgullo masculino de Hemingway se viera afectado por el arrojo de esta mujer.
El siete de mayo de 1945, justo el día en que acabó la guerra, Martha Gellhorn, está con las tropas aliadas que entran en Dachau, lo que la impacta y le cambia la vida. Volvemos a darle voz:
“Ahora me doy cuenta que Dachau ha sido ese prolongado punto del cual me resulta imposible regresar. Allí cambié. Cambié entre el momento en que atravesé la puerta de la prisión con su infame ´Arbeit Macht Frei´ (el trabajo nos hace libres) y el instante en que salí, al final del día. También se alteró la manera en que comencé a contemplar la condición humana, y el mundo en que vivimos. Años de guerra me enseñaron mucho, pero nada fue como Dachau. Ni siquiera la guerra. Comparada con Dachau, la guerra fue algo limpio. Detrás de las alambradas de púa y las vallas electrificadas, los esqueletos estaban sentados tomando sol, mientras revisaban su cuerpo buscando piojos. Esos esqueletos no tenían edad, o rostros. Todos se parecían entre ellos. Y no se parecían a ser humano alguno fuera de ese sitio. Si alguien tiene suerte, jamás verá esa clase de seres humanos”.
Nunca pudo olvidar el impacto de esa visión. Años más tarde reconoció que dejó de confiar en la bondad humana en la guerra de España y en Dachau.
Martha Gellhorm, estuvo en todas las guerras, en todos los frentes. Corría en pos de los conflictos para contarlos al mundo. Estuvo presente en la invasión soviética a Finlandia, el conflicto árabe israelí, el levantamiento de Java, el juicio de Nuremberg… Siendo ya madura marchó a cubrir la guerra del Vietnam y con 81 años salió de su confortable casa para cubrir la invasión de EEUU a Panamá. Quiso participar en la guerra de la antigua Yugoslavia pero su cuerpo ya no respondía debido a la ancianidad. Hace poco en una magnifica entrevista, la también legendaria Maruja Torres, confesaba lo mismo, diciendo “yo quisiera tener la misma cabeza en un cuerpo joven para salir corriendo cada vez que hay un conflicto” Quizá Martha Gellhorm coincidiría con ella.
Se dedicó a escribir durante los años de su madurez, hasta que, enferma y casi ciega, decidió poner fin a su vida en Londres, donde residía, el quince de febrero de 1998. Consideraba que había tenido una hermosa vida que tocaba a su fin siendo una capsula de cianuro quien puso el colofón a esta mujer legendaria que no quiso jamás ser apéndice de nadie.
Poco antes de morir confesaba a una periodista que había tenido una gran y bonita vida. Así fue. La vida de una mujer valiente que arriesgó su integridad por realizar un periodismo de trinchera.
María Toca Cañedo©
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