Ser mujer era una enorme dificultad añadida, debió de pensar Mary Edwards al tener uso de razón en un mundo de hombres, por lo que toda su vida se convirtió en lucha permanente. Nació en Oswego, Nueva York el veintiséis de noviembre de 1832, hija de Alvah y Vesta Walker, siendo la última de cinco chicas, aunque después de ella llegó un hermano. Los padres eran abolicionistas y de mentalidad librepensadora por lo que educaron a todos sus hijas e hijo por igual. Tenían una granja donde Mary ayudaba en las tareas comunes, para ello, los padres la vistieron de hombre por pura comodidad. La vestimenta femenina, con sus corsés, polainas y cambalaches varios, era una coraza que impedía los movimientos normales de un trabajo, por lo que las chicas de la familia se vistieron todas con pantalones.
Fue educada en los primeros años en la escuela fundada por los padres y desde muy temprana edad le apasionaban los libros de medicina mostrando una clara vocación hacia la carrera médica. Con el fin de conseguir dinero para matricularse en la Escuela Médica de Geneve (hoy Escuela Hobart) trabajó en la escuela materna. Consiguió estudiar la carrera siendo la única mujer en realizar los estudios de medicina, licenciándose en 1855. Imaginamos que aprovechó la tesitura de que no estuvieran prohibidos dichos estudios por resultar inverosímil que una mujer los realizara, cosa que Mary supo aprovechar y convertirse en médico.
En la facultad conoció al que sería su esposo, Albert Miller, con el que crearía una consulta médica conjunta en Rome, Nueva York. Al poco tiempo tuvieron que cerrar pues nadie quería que una mujer atendiera a sus dolencias. Poco después se divorciaría de Miller.
Al no poder ejercer como doctora, decide asistir al Bowen Collegiate Institute de Hopkinton, en Iowa, de donde fue expulsada porque se negó a abandonar los debates del colegio, cuya participación estaba vedada a mujeres.
Al poco tiempo ocurre que se declara la Guerra de Sucesión y Mary decide ofrecerse voluntaria como cirujana del ejército. Aceptaron, pero sus funciones se reducían a ser enfermera solamente, función que cumplió en la Primera Batalla de Bull Run, Manassas, para pasar, poco después, a convertirse en la primera cirujana del Hospital de la Oficina de Patentes de Washington D.C, corría el veintiuno de julio de 1861. Era cirujana pero carecía de salario por su labor, participando en diversas batallas donde celebró encontrar mujeres soldado.
En 1862 solicita al Departamento de Guerra el empleo en los Servicios Secretos, con el fin de convertirse en espía, cosa que fue rechazada por los mandos de dicho departamento, pero sí se convierte en la primera mujer asistente de cirugía en el Ejercito de Cumberland por lo tanto de los EEUU.
El diez de abril de 1864 es capturada por los confederados y acusada de espionaje mientras ayudaba a amputar una pierna a un soldado. Enviada a Castle Thunder en Richmond, Virginia hasta que el doce de agosto del mismo año fue liberada en un intercambio e presos con el ejército del Norte.
Posteriormente sirvió en el ejercito en la batalla de Atlanta y supervisó la prisión de Louisville, Kentucky, y por último, dirigió un orfanato.
Al acabar la guerra fue condecorada con la Medalla de Honor por Servicios Meritorio del Congreso de EEUU, siendo la primera y única mujer que posee dicha medalla. A partir de entonces la llevaba puesta de continuo.
Al finalizar la guerra, decide escribir y se convierte en conferenciante sobre derechos de la mujer y sobre vestimenta, abogando firmemente por la simplicidad y comodidad en la vestimenta femenina ya que lo que imperaba en esos tiempos incapacitaba en la realización de una vida normal y de trabajos igualitarios y en aguerrida sufragista que luchaba por el derecho al voto femenino. Fue encarcelada varias veces por vestir de hombre.
El sufragismo que postulaba Mary Edwards consideraba que ya existía el derecho al voto, solo había que ejercerlo previa autorización gubernamental. Otros movimientos sufragistas pensaban que había que introducir una enmienda en la Constitución con el fin de garantizar el voto femenino de forma permanente. Esa disensión la alejó de otras sufragistas y del movimiento feminista, lo que no impidió que siguiera su camino de lucha por conseguir los derechos que equiparaban las mujeres a los hombres.
Mary Edwards Walker, la indómita mujer que luchó en la vida y en el frente, murió en Oswego el veintiuno de febrero de 1919, no vio el triunfo de su ideario sufragista porque fue al año siguiente cuando se aprobó la decimonovena enmienda de la Constitución de EEUU, concediendo el voto a las mujeres. Triunfo, que ella colaboró intensamente a conseguir, al igual que la consecución de vestimentas cómodas y el resto de derechos que disfrutamos gracias a la lucha intensa de estas mujeres que como Mary supieron decir no a los convencionalismos.
Fue enterrada con vestimenta masculina y su féretro le cubría la bandera de EEUU.
María Toca Cañedo©
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