Me acuerdo

Me acuerdo del tiempo en que miraba el ordenador como si fuera una caja que no sabía abrir.
Me acuerdo de la camiseta de leopardo que me costó la propina de un mes. Volvería a ahorrar para comprármela.
Me acuerdo de aquel jueves en que no pensaba salir y salí. Alguien te colocó de pronto en la barra de ese bar al que nunca íbamos porque los dos éramos expertos en escribir guiones improbables.
Me acuerdo de cuando sonaba «Hey» en el coche de mi tío.
Me acuerdo del frasco de cristal de Maderas de Oriente casi vacío, pero nunca vacío.
Me acuerdo de todas las veces que mi madre me dijo «qué rara eres, hija mía».
Me acuerdo de que me atropelló un coche. Cuando me levanté del suelo pensé que estaba muerta y aquello no me pareció no tan importante.
Me acuerdo de que en 1990 solo escuchaba a Depeche Mode, como si todos los demás grupos hubieran desaparecido de la faz de la Tierra.
Me acuerdo del camarero de ojos verdes de un bar llamado Máscara.
Me acuerdo de que nunca tenía dinero para el taxi de vuelta y regresaba por el parque Pignatelli cantando muy bajito para pasar menos miedo.
Me acuerdo de aquel chico de segundo C que se parecía a George Michael.
Me acuerdo del hombre que se colgó de un pino cerca de mi instituto una mañana de invierno.
Me acuerdo del día en que ardió el Corona. Y de los cadáveres petrificados del camping de los Alfaques
Me acuerdo de que la gente fumaba en el autobús y en el cine. De lo bien que fumaba la señorita Maricarmen en clase y de lo normal que nos parecían aquellas volutas perfectamente esféricas que cruzaban el aula.
Me acuerdo de que estaba enamorada de la voz de un locutor llamado Benito Cortés. Una noche la escuché a mi lado, en un bar de copas del Casco, le toqué el hombro y se lo dije. «Amo tu voz«. Sonrió, porque seguro que aquello le pasaba a menudo
Me acuerdo de cómo le olía el pelo y de que poco después de romper con él iba al súper a esnifar de nuevo su gomina azul turquesa.
Me acuerdo de que a veces lloraba al leer algunos libros Ya casi nunca me pasa pero si sucede vuelvo a sentirme profundamente afortunada.
Patricia Esteban Erlés.

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