https://www.lapajareramagazine.com/historia-de-la-transicion-ni-pacifica-ni-democratica Había acudido el día anterior a una charla sobre Memoria, o mejor dicho, sobre los silencios de la Transición, en donde participé con Manuel Ruiz, hermano de Arturo, asesinado por la ultraderecha en 1977. Asesinato impune como casi todos los realizados por las camadas del fascio de la época o por las Fuerzas de Seguridad del Estado que mataban porque sí. Porque podían y la impunidad más absoluta les amparaba. Estaba también Pablo Mayoral, uno de los condenados en 1975 en el consejo de guerra en donde se condenó a muerte a tres militantes del FRAP y dos de ETA. Pablo fue detenido, junto a varios compañeros, juzgado en una pantomima de proceso, donde se expulsaron a los abogados defensores , no dejaron presentar pruebas ni testigos a la defensa. Un consejo de guerra de donde salieron cinco sentencias de muerte que se resolvió en cuatro horas, incluso pensamos que sobró tiempo porque llegaron condenados. Los encargados de defender a los procesados eran militares sin conocimientos de Derecho.
1975, 1977. Muchas de las personas presentes vivíamos conscientes en esa época aun con todo al escuchar en directo a los protagonistas contar como se vivieron aquellos tiempos nos damos cuenta de nuestra ignorancia. O del velo de olvido que hizo mella en la memoria tan triste de esa parte de nuestra historia.
Insistían, los presentes, que hay un desconocimiento total en la población sobre los crímenes del franquismo y de manera especial sobre la Transición. Crearon la falacia de que todo fue ejemplar, que unos tipos con mucho poder generosamente “cedieron” derechos y nos trajeron al democracia. Así, como los Reyes Magos de Oriente traen los juguetes a los niños. Sin pago de precio, sin esfuerzo popular. La historia tan contada como bien construida, ha calado tanto que hasta las personas más movilizadas han interiorizado el sesgo. Reconozco, en lo que me toca, que he tenido que reconstruir paso a paso la historia vivida por mí conforme la información llegaba de sus verdaderos protagonistas.
El interés de lo que contaban nuestros participantes en la charla, por ser protagonistas, por padecer la historia, era de tal calado que la pequeña sala donde estábamos debió de quedarse pequeña. Incluso debió de llenarse un enorme teatro, o un circo. Y no. Éramos bastantes pero no suficientes. Repito, la historia la contaban sus protagonistas. No historiadores, no constructores del enjambre tejido de inexactitudes más o menos interesadas que luego pululan por los libros. Eran los que la padecieron. Los que siguen vivos.
Un condenado a muerte, torturado, vejado, humillado y el hermano de un asesinado que vio como el único condenado por el crimen de su hermano salía en libertad a los diez meses y el otro…huía amparado en las fuerzas de seguridad cuya misión debiera ser la investigación y el apresamiento del criminal. Marchó de España hacia América Latina y ahí acabó la historia.
Arturo Ruiz tenía diecinueve años cuando las balas asesinas quebraron su vida. Pablo Mayoral, veinticuatro cuando fue detenido, vio fusilar a compañeros, sufrió las peores torturas imaginables y forma parte de un equipo de supervivientes, pocos ya, porque han ido muriendo. Las heridas del horror que produce la dictadura suelen socavar la salud física y mental de los/as afectadas.
Al llegar a casa, con las emociones a flor de piel y la sensación de inutilidad de clamar en el desierto, leo una noticia banal que me hizo pensar en la contradicción de la historia. Se estrena una nueva serie en una plataforma audiovisual. Sobre nazis. Uno de los guionistas comenta al periodista que le encargaron la serie porque los directivos de la plataforma le indicaron que hacer algo sobre nazis, siempre resulta. Se ve todo sobre nazis, decía el director. Es vendible el tema nazis. Todo lo referente a nazis se ve. Se lee. Se escucha.
Y me quedo pensando ¿Qué pasa en nuestro país para que nuestra historia, la reciente se escurra entre la inanidad y la ignorancia? ¿Qué hacemos mal? ¿Quién es responsable de que cuando contamos la historia de la represión nos miren con cierto escepticismo no exento de burla con la frase de “ya está la abuela Cebolleta con sus historias”?
De nazis sí. De amigos de nazis españoles, no.
El constructo de la historia se hace a golpe de ideología…menos cuando tenemos las fuentes reales, claro. Si ustedes leyeron las hagiografías realizadas al dictador, a su sucesor el ciudadano Juan Carlos Borbón, a su hijo, a Adolfo Suarez, Martín Villa, Fraga y demás “padres de la Transición” está tan perfectamente construida, o queremos que esté -cuestionarse las creencias es incomodo, remover las “seguridades” es cansado- que no se tiene ganas de indagar, de saber, de investigar ¿Qué coño pasó para que en la divinizada Transición hubiera casi trescientos crímenes sin investigar, sin castigar que quedaron en la más absoluta impunidad? ¿Qué pasó en el caso Almería? Ese pequeño monolito que se hizo en su recuerdo y que solo lo visitan y ponen flores los familiares directos de los tres asesinados. ¿Por qué se ensucia y se arranca la placa a Yolanda González? ¿Por qué un alcalde nada más tomar posesión arranca los nombres de los/as fusiladas en la Almudena? ¿Por qué se veja a la estatua de Largo Caballero? ¿Por qué tenemos que poner verjas de hierro rodeando los monumentos a los caídos españoles en Mathaussen o en los monumentos a los guerrilleros? ¿Qué coño pasa en nuestro país para que las voces, los alaridos de la ultraderecha más criminal se escuchen en el Parlamento y dos supuestos partidos “democráticos” sean cómplices y se amiguen con ellos gobernado en comandita?
Son preguntas a las que mi perplejidad encuentra una tímida respuesta. Nos han mentido. Nos han engañado vilmente. Nos la han clavado hasta el corvejón porque siguen en el poder los mismos que propiciaron el horror, o sus descendientes sociales directos porque si algo tiene la derecha y sobre todo la ultraderecha es la endogamia. Es un club privado que se defiende con armas letales frente a quien intente arrebatarles migajas de poder. Se cierran, cual ostra, en defensa de los privilegios que sienten son propios y emanan de un dios a su servicio por trasmisión directa a la monarquía y adláteres.
Por eso, construyen la historia. Tejen la madeja de las mentiras y nos la venden con lacitos de colores para que la compremos pensando que nos hacen un favor. Nos han convencido que la verdad es lo que cuentan los hagiógrafos que realizan vergonzoso panegíricos y a las personas que queremos saber la verdad y la buscamos, nos tildan de pesadas, de rencorosas…Cuando solo se pide justicia, equidad y reconocimiento. Ni tan siquiera reparación, fíjense. Pocas veces he escuchado que se quiera la devolución de bienes. Es reconocimiento de la verdad lo que se busca.
Cuando escucho que el ciudadano Juan Carlos Borbón era muy golfo y muy ladrón, pero propició la democracia en España, no puedo evitar la rabia que me brota como la lava del volcán de la Palma. Ardiente. Porque yo sí he escuchado, he leído a los que la lucharon de verdad. A los que saltaban al asfalto cuando los grises asesinaban y torturaban , cuando los cachorros del fascio mataban de verdad. He visto sus lágrimas de dolor contando como perdieron al amigo, al compañero de lucha. Como asesinaron a joven haciéndole beber acido y dejándole sufrir una agonía de días enteros hasta que murió abrasadas sus entrañas. Los he visto romperse bajo el silencio del recuerdo de los días , semanas que pasaron en los bajos de la DGS bajo torturas inhumanas.
También he escuchado y he vivido cerca, muy cerca, de gente que torturaba, que asesinaba. Les he oído contar las hostias, las inmersiones en agua sucia del detenido…También he estado cerca del otro lado de la orilla, justo en la de los esclavos de los vencedores.
Y como he estado en las dos orillas, como escucho y escuché a ambos sé que los que cuentan la historia oficial nos mienten. Sé que hay que reescribir la historia y contar la verdad. Contar la verdad. Solo con eso los muertos, los asesinados, los que de verdad propiciaron un supuesto estado de derecho descansarían en sus tumbas. Y las generaciones futuras sabrían como defenderse del horror.
Es nuestra obligación. Hay que contar la verdad de una vez o repetiremos la historia como los burros atados a la noria. Y cuando escuchemos esas verdades contadas por los protagonistas vamos a sentirnos muy orgullosas de nuestra gente. De su valor, de su sacrificio y de sus ideales.
María Toca Cañedo©
Con cariño infinito para vosotros, los luchadores/as de la verdad para que no haya más silencio.
Crónica de los fusilamientos del 75. Entrevista a Manuel Blanco Chivite.
Buenas tardes. Magnífico artículo. También llevo muchos años buscando la verdad de la Historia de España y lo cierto es que cuesta mucho. Pero está ahí, hay muchas investigaciones históricas. En otro lado has comentado La Forja de un rebelde de Arturo Barea y ahí si que hay mucha verdad; en Paul Preston hay mucha verdad (El holocausto español, Un pueblo traicionado).
En mi condición de profesor de Historia, soy partidario de los estudios científicos, aunque se debe escuchar a los protagonistas de la Historia real como tú dices.
Te seguiré leyendo.
Un abrazo.
Muchas gracias Juan… Hay que seguir leyendo, abriendo mentes. Si eres profesor, que gran tarea tienes. Sois la llave de las mentes futuras.
Un abrazo