Nacionalismos

Dicen los manuales que los nacionalismos nacieron durante el siglo XIX coincidiendo con el fenómeno cultural del Romanticismo. De hecho, una de las características de éste fue su devoción por las raíces culturales, las tradiciones, las viejas leyendas que identificaban a un país o a una región determinada.
Ésta propensión a la tradición cultural podría ser una de esas semillas. La lengua y la literatura, portadoras de raíces, no serían más que transmisoras de ese espíritu, de ese sentimiento.
Como toda idea, como todo proyecto humano, el Romanticismo, el ideal romántico estuvo sujeto, en su desarrollo, a la sublimación y a la perversión.
En su mejor versión, los nacionalismos rescataron del olvido lenguas, culturas, tradiciones y costumbres casi olvidadas. La música fue una de las beneficiarias de ese espíritu romántico. Un ejemplo de ello, lo tenemos en el romántico checo Bedrich Smetana, autor de un conjunto de poemas sinfónicos (Mi patria) donde se recogen muchas de las leyendas de su tierra, quizás el más conocido sea El Moldava. Lo mismo ocurrió con la literatura, siendo las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer un buen exponente.
En la peor de sus versiones, esa idea romántica acabó desembocando en el supremacismo racial, cultural o religioso, dejando a su paso un reguero de muerte, destrucción y terror insoportables. El nazismo o el nacional-catolicismo fueron dos ejemplos tan ilustrativos como nefastos.
En cualquier caso, generalmente, esa perversión nacionalista, llevaba intrínseca una lucha interna entre el lado luminoso y el lado oscuro. Apliquemos este planteamiento a los dos nacionalismos que, en este última década, aparecen enfrentados: el español y el catalán.
En relación con el primero, en su lado más luminoso, encontramos a la denominada Generación del 98, cuyo nacionalismo, identificado en Castilla, les llevó a la idea de regeneración y modernización del país a partir del conocimiento de nuestra «intrahistoria», término acuñado por Unamuno para describir la historia de la España desconocida, olvidada, perdida. La idea nacionalista de escritores como Machado, Baroja, Unamuno o Azorín se basaba en el conocimiento crítico de nuestra historia de nuestra cultura, de tal manera que nos permitiera desechar lo que nos lastraba como país. La educación se convertía así en un instrumento básico, la Institución Libre de Enseñanza, la muestra.
El lado oscuro de ese nacionalismo, llegó con la dictadura, el nacional-catolicismo, que trajo aparejado un sectarismo religioso, bajo el que se escondían unas élites económicas, formadas por banqueros, industriales localizados en el norte de España y terratenientes. Nacionalismo que vuelve a crecer al amparo de transiciones defectuosamente enfocadas, crisis multilaterales y pandemias.
Algo muy parecido ha ocurrido en Cataluña, con la nada desdeñable excepción del militarismo nacional-catolicista. Porque, el nacionalismo catalán esconde un lado oscuro, el que han venido representando ciertos sectores de la burguesía catalana, ostentadora del poder económico, cuyo objetivo siempre ha sido «la pela«, recubierta de catalanismo y por buena parte de la cúpula eclesiástica catalana, beneficiaria indirecta de ese poder.
En el lado más lúcido, encontraríamos a la cultura catalana en su más amplio sentido: músicos, literatos, cantautores, que enarbolaron la bandera republicana de la libertad frente a la propia dictadura y contra esas élites económico-religiosas que posteriormente acabarían pactando con la propia dictadura, a cambio de mantener ese supremacismo económico.
El matrimonio que  quieren llevar a cabo Junts per Cat (Puigdemont) por un lado y Esquerra (con la sombra de la CUP), por otro, recuerda mucho a aquellos amores románticos imposibles en los que el héroe romántico, revestido tan sólo de ideales y sentimientos, chocaba de frente con los intereses de la familia de la amada, mucho más interesados en una boda de conveniencia con réditos económicos, donde el sentimiento quedaba relegado a un segundo plano.
Intentar casar un nacionalismo clasista y economicista (Puigdemont) con otro de tintes más idealistas y de clase (Esquerra) tiene toda la pinta de acabar como las tragedias románticas: con la muerte del héroe, el que representa los ideales más puros y sobre su cadáver el triunfo de los intereses más perversos, los que representaba entonces y representa ahora la burguesía financiera y empresarial.
Juan Jurado.
Sobre JuanJ Jurado 81 artículos
Profesor de Lengua y Literatura española. Publicaciones en La prensa en el Aula. Octaedro. Cuaderno para la comprensión de textos. Octaedro. Ponente del Diseño curricular base para la enseñanza de la Lengua y la literatura española en la ESO, en Andalucía. He sido portavoz y concejal por el grupo municipal de IU en Úbeda. Actualmente no milito en ninguna organización política, pero si la calle me llama, voy.

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