Contemplamos su renqueante paso, en el escenario del Círculo de Bellas Artes, cuando hace años, nos concedió el honor de acudir a responder una entrevista/conferencia. Los presentes, nos dimos cuenta de que no le quedaba mucho tiempo, su figura se apagaba, cosa que al oírle hablar, sus palabras contradecían. Había vigor en ellas y la heterodoxia de la que siempre hizo gala. El tiempo y los años no menguaron la rebeldía iconoclasta de un tipo resabiado por inteligente, con esa rara cualidad entre españoles de mantenerse al margen de modas o idearios. Fiel a si mismo, Juan Goytisolo, lo fue a pocas cosas. A su arabismo, al amor por Marraquech, a Cervantes y a la palabra que usaba como estilete esculpiendo verdades de las que hasta él mismo dudaba.
Le escuchamos con la devoción rendida que se les debe a los sabios, a los sabios escasos, porque intuíamos que le quedaba poco tiempo, él mismo confirmó esa sospecha en alguna respuesta. Los años no le hicieron condescendiente, al contrario, sentimos que su voz renqueante escupía inconveniencias muy convenientes.
Nos queda su obra, parte esencial de ese ser iconoclasta, heterodoxo, libertario y socarrón. Buen descanso, maestro, te lo has ganado, que te guarden esas arenas rojas de Marraquech que tanto amaste.
Redacción de #LaPajarera
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