Me pregunto si caminar con los ojos cerrados conlleva sentir olores, la aspereza de un muro, el beso de aire que trae brisa marina. Estaría dispuesta a cerrarlos, a perseguir, erratica las sombras invernales para percibir las variantes de un sitio, que a fuerza de conocimiento desaparece para fundirse en lo cotidiano.
La ciudad, así percibida, cobraría el valor de nuevo, de lo reciente. Al tiempo, de saber que lo visto, lo oído,lo palpado, es la última vez que es percibido, cambiaría, por serlo la percepción?. Como saber que esas palabras banales o despectivas son las últimas que el ser amado nos escucha?. El paisaje que desfila brumoso ante una mirada impia, por lo ausente, es la última vez que lo contemplamos. Cambiaría la visión de saberlo? Que delite cálido llevaríamos de saber que los ojos quedarían cegados por la tierra?
Texto: María Toca
Fotografía: Lola K. Cantos
28-12-2016
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