Las emociones son personales, subjetivas e intransferibles. De eso no hay dudas. Por ese motivo no me atrevo a juzgar a Vilas y su tardía madurez sensitiva con el mundo y su yo. Un autor en plena crisis masculina por la edad que se enfrenta a la única realidad indiscutible que tiene el ser humano: la muerte. La muerte es el principal miedo al que se enfrenta el hombre cuando toma conciencia de ella; es la causa del contrato social establecido, la duda existencial por naturaleza y la ficticia envoltura relativista entre lo onírico y lo terrenal. La muerte es el fin del pasado, del presente y del futuro. Es el fin del cuento. La obsesión de Vilas con el pasado convierte su novela en un texto elegíaco, narcisista y pretencioso. A través de una retórica hojaresca nos hace partícipe de la muerte de su padre y de su madre, justificación legítima para vomitar sus miserias sobre más de 300 largas páginas. Vilas es valiente con la relación con sus muertos, a los que pone nombre de compositores musicales archiconocidos para travestir su propia historia en culto y belleza, no lo es tanto con el presente. Vilas hace poesía con el microondas, con el empapelado estrellado del fondo de un armario; crea música percusionando métricamente las frases, su fonética y la semántica que deriva de ella. A mi que alguien haga poesía con un microondas me parece de una genialidad indiscutible. Hasta que abusa de ello. Eso le pasa Manuel Vilas.
El autor construye la obra a través de la figura paterna, el pasado y la memoria histórica. Funciona porque pone al lector en su posición y le hace empatizar a través del relato de hechos vulgares, monótonos y cotidianos. Hace de lo cotidiano prosa, y lo convierte en familiaridad y memoria colectiva. Como el relato de su madre comiendo fruta por la mañana, cocinando o cortando el cuello a un pollo en la cocina; los encuentros navideños familiares, las vacaciones, los pantanos, las primeras piscinas municipales etc…toda esa sucesión de vivencias son las que hemos podido vivir cualquiera de nosotros en su infancia representadas en la figura paterna, materna o de nuestros abuelos. El tema del pasado y la muerte de los padres no es nueva. Hay numerosas obras que recogen esta vivencia como un hecho transcendente en nuestra existencia. ‘ Honrarás a tu padre y a tu madre ‘ de Cristina Fallarás o ‘ El olvido que seremos ‘ del colombiano Héctor Faciolince entre muchos otros.
Manuel Vilas consigue a través de lo emocional trasladarte a su mundo. Lo « novedoso » es que mezcla estilos literarios en uno solo para extrapolar el concepto » género «. Utiliza trazos de novela, elimina la trama, está a caballo entre lo autobiográfico y la auto-ficción, utiliza recursos poéticos con cierto lirismo, una narrativa aparentemente inconexa y caótica que entre flashbacks de imágenes narra anécdota vividas. Tiene momentos y capítulos brillantes, otros roza la primaria. El lirismo, la prosa, la poesía, la utilización hiperbólica sobre la idealización del padre, la continua aliteración y reiteración de las palabras, la sinécdoque y la mezcla entre el circunloquio y frases cortas con mecánicas consistentes, hace que este libro parezca algo excepcional para el lector porque rompe con la narrativa convencional. Se nota la enorme influencia poética . Hay un intento de que el texto sea música. Va escribiendo con un ritmo y compás que lo convierte en melódico.
Desde mi punto de vista abusa de los recursos y lo hace cansino. La historia es anodina, no hay mucho que contar extraordinario pero él consigue exprimirlo. Es crítico con las cuestiones religiosas , pero su relación con el pasado y la manera obsesiva de recurrir a él no son más que fruto de esa cultura y un intento de buscar el perdón y redimirse. La figura paterna es idealizada hasta el extremo.
En definitiva, el libro es una amalgama de sentimientos personales, estado depresivo y prosa – fusión como clara muestra de la deriva de quererlo ( de) construir todo para que no sea nada y para que el capitalismo y el poder de las editoriales, se encarguen de hacernos creer que estamos ante un libro con una escritura revolucionaria.
No me gusta que intenten manipular mis emociones a través del artificio y frases rimbombantes que en realidad están completamente vacías y llenas de superficialidad y solo sirve para que los interesados se eleven hasta el reino de los cielos.
Sin embargo, han sido varias frases las que me han gustado, entre ellas las siguientes.
» Si elegimos sonreír en vez de caernos muertos en medio de la calle es por elegancia, por ternura, por cortesía, por amor a los otros, por respeto a los otros«.
«¿Y quién es el Estado? Es una superposición amarillenta de voluntades cansadas, que ya no piensan, que pensaron hace muchas décadas, y que la pereza, que es la madre de la inteligencia, perpetúa».
«La gravedad de España son dos clubes de fútbol».
Nota: Unanimidad por parte de la crítica literaria que califica el libro de » extraordinario «, » el mejor libro de 2018″, » Brillante «…y un inagotable y extraño saco de elogios que no termino de comprender.
Aliza Díaz
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