Paco el Circunspecto. Así le llamaban todos desde que el tiempo se acodó en rincones de la memoria. Tanto caló el apodo que los de confianza, pocos, todo hay que decir, le denominaban Circun. Al principio, el interfecto, movía la cabeza de lado a lado, mostrando disconformidad con el mote, luego se acostumbró, para llegados al punto que tratamos, convertirse en orgullo. Paco el Circunspecto, llegó a firmar las soflamas que emprendía con ahínco, en las tempranas vivencias universitarias. Así llegó a donde quería. Convertirse en un preclaro hijo de la cultura, tan circunspecto, tan encerrado en conceptos cartesianos, crípticos, oscuros, que nadie entendía; por ello fue juzgado talento sobrehumano. A Paco le gustaba la ley y el orden. Sobre todas las cosas. Empeñó tiempo en justificar atroces tropelías en base a leyes…circunspectas, como él. Con notable éxito, por cierto.
Llegó lejos, escaló las cimas insondables de la intelectualidad. Fue coreado por académicos, críticos, artífices de la cultura oficial y de la otra. Todos se deslumbraban por su ingenio inequívoco. Quizá fuera que al no entenderle , ya que su erudición (escasa, lo confieso) le llegaba para amancebar cripticos conceptos que los demás eran incapaces de confrontar. Así llegó tan lejos. Tanto, que llegaron a llamarle don Francisco de la Circunspección.
Murió, tan ricamente, con la contentura de saber que jamás descubrieron que era completamente idiota.
María Toca
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