En los últimos tiempos asistimos, con cierta perplejidad, al grito estentóreo de un patriotismo que considerábamos trasnochado, perdido en los anales del siglo XIX y de la parte ignominiosa del XX. Posiblemente se expandió con el Procés pillándonos con el paso cambiado. Pensábamos que había cosas superadas o recluidas a salones antiguos o barras de bar de sol y sombra y cascaras de cacahuete tapizando el suelo. La caspa patriótica de “Egpaña y olé” de “toros, caza y guardia civil” Pero no. Los alcahuetes salieron de su madriguera y ahora vociferan en el Parlamento (en los Parlamentos) con la bravuconería del que carece de sentido moral, mínimos educacionales y falta total de respeto al adversario contando con la complicidad de la apatía (simpatía, más bien) de los cómplices necesarios, ese PP, cobarde y acomodado a sus primos hermanos.
“Rata comunista” “jefe de criminales” arengan, los perversos, a sus secuaces desde pulpitos políticos con total alevosía e impunidad. No puedo imaginar el drama si en algún momento un/a diputada de la izquierda denominara a Monasterio, Ayuso, Ortega Smith…rata fascista, o rata ultraderechista. O jefes de panda de criminales. Y no digamos si tales frases salieran de boca catalana o vasca.
No es que yo crea que el fascismo ha brotado de pronto, que va. Estaba bien solazado, enquistado en la cultura social porque no se ha depurado ni saneado los cuarenta años de dictadura. Convalecemos de fascismo, porque no se ha curado. Los perversos fascistas estaban ahí, agazapados, solo que soltaba los espumarajos por lo bajinis y en confianza. Mientras que ahora andan desatados e impunes.
Al decir, impunes, no quiero que piensen que abogo por censurarlos o condenarlos cuando escupen insultos y exabruptos. En absoluto. Casi me produce un penoso regocijo el ver que muestran a las claras sus formas groseras típicas de almas pobres y sin pulir. Como bien lo definió el poeta: “mala gente que camina y va ensuciando la tierra” . No, casi prefiero que se hayan quitado la careta de corderillos y muestren a las claras los colmillos de lobos hambrientos de sangre, cimitarra y paseo al amanecer. Son puros fascistas, genuinos violentos que ladran en los parlamentos porque no pueden fusilar en cementerios. Demos tiempo, que todo puede llegar.
Lo que quiero decir es que hay que combatir con saña y sin descanso el discurso fascista. Hay que levantar voces contra el patriotismo pernicioso que propagan, pasar al ataque y la contraofensiva desacomplejada.
Ando enriscada preparando un sentido homenaje a paisana gloriosa, que se intenté hace tiempo, no pudo ser y el bendito karma me ha devuelto ahora la oportunidad. Matilde de la Torre, se llama mi insigne paisana, hija de Cantabria; por más señas, de Cabezón de la Sal. Tengo por costumbre empaparme de lo publicado por mis biografiadas, pegarme como lapa hambrienta a los escritos de las personas de las que escribo para poder reflejar el germen puro de su alma, lo que las movió, quienes eran y que amaban o respetaban. Matilde de la Torre, es alma inmensa que tuvo dos graves problemas para ser reconocida. A saber: perder una guerra e investigar el folclore de su(nuestra) tierra.
El primer problema le supuso olvido, condena, expoliación de su casa y propiedades. Andan sus muebles repartidos por el pueblo que la vio nacer, en casas de gente importante…Ese piano que debiera lucir en un museo con el agasajo debido, reside, silencioso, en salón lustroso y privado. Comprendan, que aunque conocidos, me abstengo de dar nombres (por ahora) Su magnífica biblioteca de más de 3000 libros, junto al retrato que lucía en el salón, ardieron en el fuego purificador del 37 cuando las hordas de patriotas perversos, entraron, vencedoras, en el pueblo y arrasaron con todo. Quemaron libros y cuadro, que gran alegoría para una mujer que su primer y creo, unico, amor, fueron los libros. El fuego los unió en perversa destrucción.
Los muebles, no, que eran de valor, esos se los quedaron, que eran patriotas perversos, pero no tontos.
El ser folclorista, a Matilde de la Torre, le ha diezmado el prestigio intelectual, dejándola convertida en valor poco menos que residual de la danza de Ibio, el coro de Voces Cántabras y poco más. Incluso se disimula su patrocinio de ambas entidades. Cosa de rojas, que hay que disimular, se dicen por allí.
Se da la triste circunstancia que en su pueblo, los que arrasaron su casa y sus pertenencias, tienen nomenclatura y gozaron (gozan) honores (en democracia también) mientras ella, sigue ocultada por los que he dado en llamar, patriotas perversos.
Y el símil salió solo. Andaba yo perpleja con el vaivén de la última cacicada del PP, negándose otra vez ( y van…) al pacto constitucional para renovar el CGPJ, debido a la cobardía del gallego que siente el soplo de Ayuso en su nuca y se caga vivo escuchando las salidas de tono de los ultras parlamentarios. Que dan vergüenza y risa, más que miedo, se lo confieso, porque son tan iletrados, tan absolutamente ignorantes que sus intervenciones parecen sacadas de una parodia cómica. Como les digo, andaba en ello cuando el texto de Matilde: Quijote, rey de España, cayó en mis manos.
La lucidez y la enorme clarividencia de los/as sabias se demuestra cuando los leemos al cabo del tiempo. Da igual que escribieran sobre el momento en que vivían, son eternas. Creo que eso hace clásicos/as a los/as pensadoras. La pervivencia del pensamiento aunque hayan pasado cientos de años.
Dice Matilde en este ensayo -alguien debería reeditarlo- que no es la perniciosa clase política derechizada que padecemos la causa de nuestros males como país, sino que culpa al absentismo de la ciudadanía de los problemas, terribles problemas, del país. El nihilismo de no querer implicarse en los problemas sociales es el cáncer de esta España que padecemos. La indecencia de la indiferencia…Habla con tal lucidez de la soberbia que produjo el oro de las Indias forjando la fortuna de quien lo poseía y la desgracia de los que no llegaron a tocarlo que nos sorprende por lo actual. Considera, Matilde, que la riqueza enfanga a las sociedades, o más bien, confirma, que el afán de posesión nunca ha elevado al ser humano, al contrario, lo destruye envileciendo a la sociedad que lo admite.
No pude evitar acordarme de la arrogancia con que el tahúr que preside Iberdrola, o Endesa, o cualquiera de los bancos, o la mismísima CEOE, nos hablan como si fuéramos tontas o tuviéramos los tornillos trucados. Sentí que Matilde de la Torre los conocía, hablaba de ellos y vi claramente el terrible círculo que conforma la historia. Al menos la nuestra como país. No aprendemos. No sabemos entender el pasado para paliar los errores del presente.
Hay una frase del libro que índico que posiblemente labró la desgracia futura de mi querida paisana, Matilde de la Torre, espoleando la ira de los patriotas perversos pero define muy bien el sentimiento que nos asalta muchas veces. Dice: “Esto de haber tenido la desgracia de nacer en España no se puede comparar más que con la desgracia de haber nacido en España y en Cabezón de la Sal”
Quizá la sabia intuía que el patriotismo de sus vecinos (sí, vecinos) falangistas, quemaría sus 3000 libros en pira purificadora del amor a la patria, coronando el fuego con su retrato, mientras los/as asistentes asistían a la rebatiña robando muebles, enseres, ropas de la familia. Mientras el fuego patriótico ardía, las hordas de los antiguos patriotas (hoy serían los que salen en la tele escupiendo barbarie) hurgaban en cajones donde se guardaban los enseres familiares, las joyas, los viejos y naftalínicos vestidos de su madre o de sus hermanitas muertas.
Mientras la gente normal, los Mitläufer, que dicen en Alemania, asaltaban los rincones del ágora maravilloso que fue la casa de los de la Torre, ardían libros y un cuadro. La patria querida por los barbaros, la patria gritada y escupida contra las personas de paz y progreso, se divertían quemando libros. El resto, los/s vencidos, eran fusilados en los paredones de los cementerios que teñían de roja sangre la tierra que amamos o salían corriendo, como fue el caso de Matilde y de su hermano Carlos, en pos de un destierro que ahogaba de tristeza y nostalgia por la tierra y el ideario de libertad y justicia perdidos.
El patriotismo perverso, que quema libros, y asalta la paz de hogares progresistas, ha vuelto. Está invadiendo los parlamentos, tertulias televisivas, radiofónicas y medios de comunicación. Como masa viscosa y purulenta invade barrios, calles y colegios. Mientras, la gente de bien, sufre de un criminal absentismo y se derrota antes de emprender la lucha.
No ganan por ser mejores, ganan por nuestra inhibición. El nihilismo social propicia que el monstruo se desarrolle.
Busquen los escritos de la moza de Cabezón, o de otras personas similares y verán cómo nos cuentan el futuro que nos espera si no abjuramos para siempre del absentismo social y plantamos cara a ese patriotismo perverso que nos invade.
María Toca Cañedo©
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