El 26 de diciembre de 1978 el gobierno de Adolfo Suárez aprobó la derogación parcial de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social.
Quedaban así anulados los artículos que incluían a homosexuales y transexuales entre las personas consideradas un peligro social a eliminar de las calles de la reserva espiritual de Occidente. El decreto con la disposición derogatoria se publicó en el BOE el 11 de enero de 1979, 15 días después de aprobarse y apenas cuarenta de haberse aprobado en referéndum la Constitución Española.
Sin embargo no sera hasta 1988, diez años después, cuando esta ley quede definitivamente derogada en su totalidad, ya con Felipe González en La Moncloa, siendo realmente en este hito cuando las personas transexuales se liberaron realmente del acoso institucional: se les había incluido en la reforma del 26 de Diciembre en tanto que el retrógrado Estado postfranquista les consideraba hombres homosexuales (de hombres trans tenemos poca información), pero se les continuó molestando, ¡y cuánto! a través de continuas detenciones por escándalo público, epígrafe que se liquidaría en 1992 siendo el año olímpico el primero a partir del cual podemos considerar que las personas LGTBI dejaron definitivamente de ser sospechas con piernas y brazos. A partir de ese año nunca más le importo a la justicia hispana la orientación sexual ni la identidad de género de nadie dejando una sola cuenta pendiente que lo sigue siendo a fecha de hoy, nada menos que cuarenta y un años después: es intolerable y no muy lógico que todavía en algunos juzgados y comisarías se conserven las fichas de las víctimas de aquella nefasta ley de peligrosidad, exponente supremo de la hipocresía mojigata y heterocispatriarcal del franquismo y del no tan franquismo.
Aún así, esta efemérides nos recuerda lo mucho que ha cambiado la sociedad española en el último medio siglo. Un cambio que necesariamente ha tenido que ir acompañado de una legislación adecuada que recordara de que lado está la administración.
No tiremos esto al cubo de la basura. No volvamos atrás y no paremos los avances en legislación tanto en ese tema como en otros muchos, como el feminismo, porque no podemos volver a la España de la ley de peligrosidad y rehabilitación social. La de los vagos y maleantes. A la España en la que todos fuimos y en la que todos seremos delincuentes sin haberlo sido nunca.
Ni peligrosos ni maleantes. ¿Vagos? Tal vez un poco. Lo justo para que el sátrapa se nos muriera en la cama sin haberlo sacado a empujones de esa lecho y, en general, de la España que destrozó. Y es que para peligrosos y maleantes, la familia Franco.
Por Mario Erre, activista y responsable de LGTBI de Podemos Madrid
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