Nada mejor que acompañar mi texto con las enormes viñetas de Sir Cámara, que definen los hechos mejor que mil palabras. ¿Podemos llamaros ladrones sin que tengamos que salir corriendo del país como los raperos, o seguimos cerrando la boca a la vez que abrimos bolsillos, querido M. Rajoy? O debiera llamarle don Tancredo, por ese inmovilismo tan suyo, tan de zorro galaico del que hace gala desde siempre. El fango es de tal calibre, de tal calado, que no puede ser obviado por el plasma desde el que se refugia como parachoques siempre que arrecía tormenta. Que la ley está para cumplirla, M. Rajoy, no les cuenta usted eso a los que quieren decidir su futuro en Parlamentos soberanos. La ley, esa que usted y los suyos han sustentado dentro del latrocinio, la mangancia más descarada y el despilfarro que pagamos con el sudor de trabajadoras, pensionistas, parados, enfermas, niños… Todas, menos esa secta delictiva que anida como huevo de serpiente en las sedes peperas. Esa gente de la que usted no habla, es la que se enriqueció sin medida, consiguiendo prebendas, comisiones sustanciosas de obras faráonicas que de nada nos sirven ahora, porque los ladrillos y el asfalto no se comen, M. Rajoy. Ni crean riqueza.
Sus secuaces, cómplices de desafueros, andan calladicos. A ver si con la rebatiña recogen el testigo y a seguir con autopistas que no llevan más que a descampados, aeropuertos sin aviones, privatización de la sanidad, de la enseñanza y laminación de la cultura, arte, y cualquier cosa que cultive el intelecto, en conclusión, de todo lo que suene a mejorar la calidad de un pueblo que los mantiene a ustedes a pan y a cuca, sin mayores protestas. Y ahí nos vemos, M. Rajoy, con condenas y con fango hasta el hocico.
«Sé fuerte, Luis» le decía usted, a Bárcenas, para luego desligarse de todo lo que le molesta. Veremos si Luis el Cabrón, según nomenclatura pepera, sigue siendo fuerte cuando vea entrar a su adorada Rosalía Iglesias, en prisión y pasar años de vis a vis. Veremos si la boca de don Luis Barcenas, no empieza a vomitar esputos de más y más corrupción. Porque si de algo estamos seguros, M. Rajoy, es que detrás de Gurtell queda mucho. Usted creía que manejando los hilos de la justicia y tirando a Garzón acababa con el sindios. Que no, que ha sido demasiado el dispendio para acallar a tanto juez. Y no es porque no lo intentaran. El descrédito de una justicia subsidiaria del poder es grande, reconstruirla nos costará esfuerzo titánico. Como todo. Para eso estamos, ¿verdad M. Rajoy? ¿Verdad Borbón? para tirar del carro y sacarles las castañas del fuego.
Claro que usted, a callar y a celebrar con tranquilidad que los presupuestos han salido adelante para tirar los añitos que restan de legislatura y convencer a su electorado de que todo está bien. Con un PNV que el mismo día que le vende sus votos pacta con Bildu el derecho a decidir. Sí, el mismo derecho por el que aporreó catalanes/as y mantiene en cárcel y exilio a los que lo usaron. Pacta con PNV sacar adelante unos presupuestos, deprisa y corriendo, no sea que les pillen las condenas. Todo al unisono. Ya no son ETA. Ahora son amigos y salvadores del espacio nacional.
Si la desvergüenza tuviera cara, sería la suya, M. Rajoy. También sería la de un Borbón que salió como elefante por cacharrería a condenar votaciones y revueltas catalanas y hoy calla, ante el desfalco nacional con sentencia firme. Si la desvergüenza tuviera cara también sería la de ese gobierno, la de tantos gobiernos que antecedieron y parecen ruedas de reconocimiento de la creme de la creme de la delincuencia común.
Ya podemos llamarles ladrones, delincuentes, cacos, malandros…Con la boca bien llena y la cabeza bien alta, porque lo son. Ustedes han expoliado un país de forma consensuada y elaborada. Con alevosía y nocturnidad. Con amparo de un voto cobarde que les consiente y que desde ahora mismo, les digo, que el que vota a ladrones se hace cómplice. El que pacta con ladrones, se hace cómplice. Y el que calla ante el destrozo causado por estos delincuentes, se hace cómplice.
Soy consciente de la labor de regeneración que queda ¿Cómo recuperar la confianza en la política y en las formas democráticas? Difícil lo tenemos porque más parece que la carrera de dispendios y estupideces que realiza la oposición que no está a la altura de la situación. Pocas veces hay una oportunidad de asaltar esos cielos (ay, que nos quedamos asaltando Galapagar) como ahora, con un partido en el poder al que se podría hasta ilegalizar porque desde la raíz hasta el techo está pringado de latrocinio. Pocas veces tendremos esta oportunidad. La historia va a juzgar muy mal a los que pudieron y no hicieron. O a las que se entretienen en culebrones de amor y lujo en vez de estar a lo que prometieron no hace tanto.
María Toca
Ilustraciones de Sir Cámara
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