Ha vuelto a pasar. Nos tememos que no será el último caso. Escandaloso caso de violencia machista del expresidente de Argentina, Alberto Fernández sobre su compañera y madre de su hijo menor, Fabiola Yáñez.
Al tratarse de un expresidente, con el agravante de serlo de un país que encabeza la lucha feminista en América Latina, además de peronista/kirchnerista, que bajo su gobierno se tomaron medidas a favor de los derechos de la mujer, la cosa sangra. Sangra con abundancia porque las feministas -en general toda la izquierda- esperamos que las golpizas, los terrores psicológicos machistas sean ejecutados por provectos machista confesos. Es decir, derechuzos amalgamados en la cultura del desprecio y la discriminación hacia la mujer. Hacia cualquier persona, género, raza o condición social que esté o se sienta oprimido/a. Nos es fácil entender que quien oprime a trabajadores/as lo haga con la esposa.
Esto, queridas/os lectoras, a las mujeres en general, y no digamos a las feministas, nos produce mucha risa. Y digo risa por no decir rabia, coraje o simple mala hostia, porque sabemos, experimentamos cada día de nuestras vidas, lo incierto de la afirmación de que en la izquierda no hay machismo. Se nos cuaja la cara con esa aseveración porque andamos hartas de sufrirla. Cierto que quizá no llegue al extremo grosero del “supuesto” mal trato de Fernández, pero los sesgos patriarcales son tan profundos, tan similares en ambos bandos que no podemos menos que torcer el gesto, lanzar mirada aviesa y seguir adelante.
El señor Fernández se ha apresurado a negar los cargos. A desmentir a su ex compañera, Yáñez con los tipimos de siempre “está loca, es una desequilibrada, los moretones son de hacerse tratamientos estéticos, quieren destruirme, atacan al peronismo…” Nos suena todo ¿verdad? Lo que también nos suena es el silencio. Ese silencio que grita que tantos hombres de la izquierda callen, arqueen sus cejas y por lo bajinis pasen a pensar lo que tantas veces escuchamos del otro bando: “será falso, es utilizada para atacar al pobre hombre, será cosa de Milei para desacreditar al peronismo, algo quiere la Barbie esa, lo mismo la empujó un poco y ella ha desmadrado ¿a quién no se le va la cabeza con algunas tías?”
¿Les suena? claro, todo lo que la derecha nos escupe al denunciar maltrato. Iguales argumentos. Los mismos sesgos.
A la contra, los derechitos se han volcado en solidaridad con la ex primera dama. Oh, que emoción ver a los Mileis de turno hablar de acompañar a la víctima, de solidarizarse con la denuncia y su vía crucis particular. Lo que pasa, siempre pasa algo, es que la culpa nos la echan a las feministas. Como no podría ser de otra manera, son las feministas argentinas tan embebidas en luchas por el derecho al aborto, por denunciar feminicidios y culturas patriarcales las que no evitaron que el bueno de Alberto, en la Casa Rosada, apalizara a Yáñez sin piedad.
Es decir. Si nos pega uno de derechas, los chicos de izquierdas salen bufando a la calle y nos arropan. Si nos pega uno de izquierdas, son los derechitos quienes se muestran solidarios. Ambos, olvidan que las golpizas, las torturas psicológicas, los terrores, duelen igual , saliendo de mano derecha o izquierda. El problema son los sesgos. Ese sesgo que hace inconcebible que de los nuestros salga el mal.
Y es que no se fijan. Una que se mueve desde hace tiempo en ambientes progresistas, con activistas de toda laya, gente de izquierda…pero de izquierda real, he visto tanto sesgo machista que cuando pasa algo tan grave como lo de Fernández no solo no me sorprende, sino que me digo con contundencia, que poco se sabe. Poco se denuncia y poco se publica.
He escuchado a hombres que utilizan como género común el femenino obviar y despreciar sutilmente argumentos esgrimidos por mujeres, aceptando al momento con signos afirmativos el mismo argumentario viniendo de un hombre. He visto como miradas rijosas, sucias en extremo se dirigían a jovencitas que podrían ser nietas del interfecto. He visto la agresividad verbal al rebatir argumento de mujer y la aquiescencia servil al ser un hombre quien, desde las mismas premisas, rebatía. He visto desprecio, humillación. He visto a mujeres levantarse de la mesa para servir, recoger, fregar, cuidar los nenes…mientras ellos debatían fervorosamente la liberación de los pueblos oprimidos. He visto cosas que ustedes no creerían…Y he padecido cosas que ustedes considerarían inverosímiles.
Lo que ocurre ante este caso sangrante es que el silencio clama. Como clamó de forma sangrienta el silencio ante el horror denunciado por Zoilameríca Ortega Murillo, hija de Rosario Murillo, hijastra de Daniel Ortega que fue abusada no solo por él, sino por parte de sus comandantes, en los años ochenta comenzando cuando solo tenía nueve años, hasta que casi dos décadas después escapó al horror y lo denunció. ¿Saben ustedes que pasó? Nada, porque el carnicero de Nicaragua, primero negó, fue apoyado por la siniestra compañera y madre de Zoilamerica, Rosario Murillo, y por gran parte de la izquierda mundial (ay, la romantización de las revoluciones y sus líderes, algún día habrá que pedir muchos perdones) hasta que años después en una vergonzosa carta, el siniestro Ortega confesó que era cierto lo denunciado por su hijastra porque ¡pobrecito! había sufrido tanto durante la dictadura de Anastasio Somoza que la sexualidad se le viró, pero quería a Zoilita como a una hija, “fíjense, que le di mi apellido”. Sumando al abuso y violación el cargo de ser familiar directo. Toda una joya.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-47472582
La izquierda calló. El tal Daniel Ortega sigue en el poder, sin condena ninguna porque cuando confesó los delitos habían prescrito ¡que listo el tipo!, se puede ser violador y genocida pero no imbécil. Hace no mucho, un compañero conspicuo luchador de la izquierda, me rebatía los hechos como algo montado por la CIA, eximiendo al comandante Ortega de toda culpa, aun esgrimiendo la carta de la confesión…
https://www.vozdeamerica.com/a/entrevista-zoilamerica-ortega-murillo/6553387.html
Porque el sesgo patriarcal, queridas, está interiorizado hasta la medula espinal de hombrecito. Eso y que lo de liberar a los esclavos sin pan, se refieren a los lejanos, a los otros, a la gente de la selva que asesinan los esbirros del capitalismo. Como si no fuera esencia pura del capitalismo explotar a compañeras, madres o hijas, en trabajos domésticos, en cocinas y habitáculos donde crían cuidando la prole y atienden las necesidades del luchador que libera a los esclavos sin pan. Como si no fuera capitalismo -extractado puro- socavar la voluntad de mujeres valiéndose de su poder o carisma para obtener sexo condicionando la voluntad de la víctima. Como si no fuera la misma esencia de la opresión el desprecio, la humillación y el servilismo con que nos tratan en algunas (o muchas) ocasiones.
Los sesgos patriarcales son compartidos en cualquier ideología y les aseguro que han impregnado la mente y los corazones de activistas que vistos de lejos parecen íntegros e impolutos pero al acercar la cámara visual, divisamos la más absoluta hipocresía y malquerencia machista en extremo.
Sí, los que hablan en femenino, los que asisten y abanderan manifestaciones del 8 de marzo o cualquier concentración feminista, también. Casi diría que más, porque su coartada es perfecta. Al afearles el sesgo, la rasgada de vestiduras y la solidaridad del resto del machuneo izquierdista, es total, dejándonos en desamparo ante la iniquidad. Sesgo, que bien siento confesarlo, sufren algunas mujeres también. Y con ideario feminista.
El problema es que las leyes cambian, afortunadamente, pero la mentalidad, las costumbres, las emociones, tardan mucho, y más cuando se trata de beneficiados del privilegio patriarcal de ser, ellos, los hombres, los disfrutarios de los privilegios ancestrales.
Me sonrío mucho cuando escucho a un hombre confesarse feminista, afirmando tajantemente, que no tiene nada de machista (si tomara un chupito cada vez que lo escucho, me temo que andaría en Alcohólicos Anónimos, hace tiempo) a lo que siempre respondo con la misma frase: “que suerte tienes porque yo, que soy mujer y tengo conciencia de serlo, llevo casi cincuenta años luchando contra el sesgo machista y aún sigo” El problema, queridos izquierditos patriarcales, es que consideráis el machismo y al patriarcado algo menor, sustituible por eslóganes y lo de la deconstrucción os queda muy bien como palabra pero jamás como práctica o aprendizaje.
Por eso, la izquierda calla ante el horror vivido por Fabiola Yáñez como calló por lo vivido por Zoilamerica Ortega, como calla y oculta el bofetón que el compañero soltó a la novia, o el empujón, o que se comporte en el domicilio como un explotador infame mientras lanza arengas para salvar al mundo del capitalismo. En esos casos, consideráis al machismo criminal, cosa menor, o manipulación del adversario, o montaje de la susodicha. En esos casos el sesgo patriarcal funciona de cine y pasáis a mostrar la solidaridad de género. Eso que no se dice, pero es algo tan latente que abruma. El brutal hermanamiento de los machos patriarcales.
Y eso, amiguitos, lo vivo de forma cotidiana. Por eso sé que mi apoyo a Fabiola Yañez es total, como lo fue a Zoilamerica (por cierto, creo haber escrito la mejor novela de mi vida, inspirada en esa historia) Por eso y porque os conozco y os padezco, os reclamo que sois tan asquerosamente machistas como los de la derecha. A veces más, porque lo barnizáis con pintura roja disimulándose hasta que el horror es demasiado evidente.
María Toca Cañedo©
Santander-
https://www.youtube.com/watch?v=DrWotu6-gEc
Deja un comentario