Cada día asistimos, desde el salón de casa, a la representación de cómo funcionan los pilares del régimen. La politización de la justicia (en manos de la derecha política, cuando no de la derecha franquista), la judicialización de la política (de manos de la derecha política a la judicial, para mantener a raya a la chusma) y especialmente la manipulación mediática, desde la televisión pública a las empresas privadas, pasando por cada escándalo vivido especialmente desde que surgieron voces políticas que llegaron a poner en jaque al bipartidismo o en el momento en que el apoyo de las izquierdas soberanistas llegó a tener el valor que en otro momento tuvieron otros partidos.
Las toneladas de basura que las cloacas vertieron sobre Podemos desde 2015 deberían avergonzar a todos aquellos que defienden sin fisuras que España es una democracia plena.
Pero el tratamiento que recibe cada día EH Bildu es digno de estudio. Comenzando porque hay una ignorancia (tan típicamente española) sobre esta coalición que da vergüenza ajena (la primera mentira, mil veces repetida, es que EH Bildu está en el gobierno de Sánchez o lo mantiene… cuando Bildu ni siquiera formó parte de los grupos políticos que le apoyaron: únicamente facilitó con su abstención la investidura, argumentando evitar que gobernara la derecha).
En EH Bildu nadie ha defendido a ETA en ningún momento de la historia del partido. ETA no existe desde hace más de 10 años. Bildu se formó, después de la desaparición de ETA, aunando organizaciones escindidas de PNV o IU, que siempre condenaron inequívocamente a ETA, más los partidos que venían de la parte de HB que condenaba a ETA de manera explícita, y Sortu, que representaba a la vieja izquierda abertzale con sus candidaturas ilegalizadas.
Otegi, representante de este último grupo y ex miembro de ETA en los 70, cumplió dos condenas íntegras, una por militar en ETA y otra, treinta años después, por tratar de organizar una plataforma política que pusiera fin a ETA (la segunda condena, que cumplió íntegra, fue anulada posteriormente después de que Estrasburgo sacara los colores a la Justicia española por no haber celebrado un juicio justo).
Para poder ser aceptada como partido político legal, Sortu reflejó en sus estatutos la condena a todo tipo de violencia, rompiendo no solo expícitamente con ETA, sino también con todas las formaciones políticas de candidaturas ilegalizadas (dándose la paradoja de ser la única fuerza política que condena de manera tan explícita la violencia en sus documentos fundacionales).
Pero Sortu es solo una parte minoritaria de la amalgama de partidos que integra EH Bildu. Cuando un tertuliano del régimen dice en la televisión pública que «EH Bildu es repugnante» (cada vez que le preguntan algo sobre ese partido) porque sobreentiende que EH Bildu es igual a ETA, está llamando “terroristas” a decenas de miles de votantes, simpatizantes o militantes de partidos políticos que condenaron expresamente a ETA desde los años más duros del conflicto vasco (o, en el caso de Eusko Alkartasuna, que cogobernó en el País Vasco o en Navarra durante años).
En el Madrid de la libertad es muy común escuchar en las conversaciones que por qué se puede gobernar con Bildu y no con Vox (a una persona le escuché gritar en una terraza: “¡Bildu lleva 25 años matando gente!”).
Un tuitero explicó una vez que hay una diferencia fundamental entre ambas formaciones: el programa político de EH Bildu está basado íntegramente en recuperar derechos humanos, sociales, políticos, laborales… mientras que el programa político de Vox está basado en exactamente lo contrario: recortar derechos humanos, sociales, políticos, laborales…
La otra diferencia fundamental es el tratamiento que el régimen da a cada uno. Mientras que las fuerzas políticas abertzales eran ilegalizadas por no firmar el comunicado de condena que escribía el resto de partidos cada vez que ETA llevaba a cabo un asesinato, a Vox se le permite reventar sistemáticamente cada minuto de silencio de los asesinatos del terrorismo machista, cuestionar o negar esa violencia, atacar a las víctimas, defender el acoso callejero como “el piropo español”, exigir la derogación de leyes contra esa lacra… por no hablar de otras actividades como organizar la toma del ayuntamiento de Lorca mediante bulos y mentiras, como si fuera su Capitolio particular, sin que pase absolutamente nada aunque amenacen con matar a todos los que están dentro y agredan a policías. Los medios del régimen darán la noticia como que un grupo de ganaderos descontentos ha protestado en un pleno.
Otra diferencia importante es que, mientras las voces de la izquierda abertzale abogan por la reparación de las víctimas, la eliminación de los ongi etorris e incluso el mismo Otegi ha reconocido el daño causado y ha afirmado en varias ocasiones que ese dolor nunca debió ocurrir, Vox no solo no condena sino que directamente reivindica los gobiernos del franquismo o los ataques de violencia callejera ultra (se hacen fotos ante estatuas vandalizadas publicando mensajes amenazantes como “Derogad la Ley de la Memoria Histórica: Primer aviso”). No me puedo imaginar qué hubiera pasado si, cuando un político recibía un sobre con balas en este país, como los que recibió Pablo Iglesias, hubieran salido políticos abertzales a mofarse en los medios. Pero aquí siempre nos quedará un hueco en El Hormiguero para reírnos con Abascal, mientras su partido señala a los menas o al colectivos lgtbiq+ que luego reciben palizas muy españolas y mucho españolas. Amenazas que para el periodismo patrio son imposibles de relacionar entre sí, pero la APM no duda en lanzar comunicados de auxilio cuando se denuncian malas praxis de los periodistas. España es ese país en el que a un pseudoperiodista como Javier Negre se le permite provocar sistemáticamente a la portavoz de EH Bildu en el Congreso y, cuando esta, pacientemente, le dice que no le va a responder, llamarla “hija de puta” sin que le quiten la acreditación.
Feijóo dijo ayer que el PP era el único partido constitucionalista en España. El PP, del que la mitad del partido votó contra la Constitución; que bloquea y secuestra el poder judicial para no perder el control de las salas que lo juzgan como organización criminal; que utilizó el Gobierno, los ministerios, la policía y las instituciones del Estado para destruir adversarios políticos. Que cada vez que privatiza la gestión hospitalaria defeca en la Carta Magna, para que de las arcas públicas se pague a empresarios amigos
3.000 euros por noche en UCI, 65 euros por menú diario / cama, mil millones a una firma por gestionar el hospital de Valdemoro, 2 millones diarios por el solar de Ifema durante 45 días, más de 150 millones por el solar de Valdebebas que ya no vale ni para almacén, aunque los medios te hayan contado que son dos hospitales punteros y un orgullo universal… por no hablar de lo Constitucional que resulta la ley mordaza; proteger las granujerías de la corrupción, comenzando por la Casa Real; prohibir por ley atender en hospitales a más de 7.000 ancianos en la primera ola del Covid; correr a reconocer el gobierno golpista de Venezuela en 2002; meternos en la guerra de Iraq con el 90% de la población en contra; quitar el dinero de las becas a hijas e hijos de trabajadores, para dárselo a las grandes fortunas; derivar fondos públicos a escuelas concertadas en manos de la Iglesia católica o provocar sobrecostes de hasta el 100% de la obra pública durante el Gobierno de Aznar que iban a parar directamente a la caja B del partido.
Pero en realidad, esa coz de Feijóo a la inteligencia iba, exclusivamente, dedicada a Bildu, sobre la que orbita el pobre debate político español. De nuevo, el partido que más renta le sacó al terrorismo (comenzando por el propio Aznar) y que negoció con ETA (a quien llamó MLNV) incluso años después del asesinato de Miguel Ángel Blanco (con quien no tuvieron los mínimos escrúpulos para desviar dinero a las empresas de la Gürtel), diciendo que había que ser generosos con ETA, explica que Bildu no es constitucionalista. Cuando lo único que ha hecho Bildu en estos últimos años ha sido ayudar a derogar la reforma laboral, a subir las pensiones, el salario mínimo, reforzar el escudo social o las medidas de protección o establecer una nueva ley de memoria democrática. A todo esto se ha opuesto radicalmente el PP, constitucionalista desde el primer minuto.
Mientras en la Europa surgida de la derrota del fascismo se aparta del poder a la extrema derecha machista y xenófoba, en la España nacida de la victoria del fascismo solamente una minoría cree que el fascismo no es una opinión. Que el machismo no es una opinión. Que el racismo no es una opinión.
Sin embargo, por compartir esta opinión, lo más probable es que te puedas buscar hasta la muerte civil.
Igor del Barrio.
Los derechones fascistas y sus cloacas nunca admitirán esto ya que sino se quedan sin argumentos, porque propuestas no tienen así que ETA, Cataluña y mentir, mentir y mentir.
¿Cuando despertará este pais?