El discurso antitrans que crece a nuestro alrededor, y que se extiende por las redes, revela muchas coincidencias con la manera en que se construyen los discursos racistas o xenófobos. Muchas de las mujeres que lo comparten, y que se dicen feministas, constantemente aseguran que no son transfóbicas, de la misma manera que en Vox dicen que no son racistas, que solo tratan de impedir que los inmigrantes quiten derechos a los españoles. ¿Es o no un discurso tránsfobo? Analizo aquí los argumentos del discurso antitrans.
1. Todo él se levanta sobre la deshumanización y cosificación de las personas trans. Se habla de ellas como si no estuvieran delante, como si no tuvieran voz, como si se las pudiera tratar como un objeto de estudio. No se las escucha. Se habla desde la ignorancia, como si estas personas no llevaran décadas escribiendo o hablando. Se las expulsa de los espacios sin escucharlas, sin tener intención de establecer ningún diálogo: son culpables por ser, lo que digan no importa. La mayoría de quienes dicen no tener prejuicios no conocen personalmente a una sola persona trans ni se han permitido establecer ningún vínculo emocional con ella. Estos discursos defienden una identidad femenina construida sobre una dialéctica de los otros/as, definidas estas en términos de diferencia negativa que inevitablemente se llena de connotaciones esencialistas y letales para las personas a las que se les aplica la marca de “otras” y a quienes se somete a la condición de cuerpos descartables o, menos humanos.
2. Los supuestos peligros para las mujeres que supone el reconocimiento de los derechos trans no se basan en argumentos sino en fake news, en noticias claramente falsas provenientes de medios conocidos por ser distribuidores mundiales de bulos. Sorprende la facilidad con que dichos bulos son creídos, incluso por mujeres informadas, lo que da idea de lo fácil que es creer cualquier cosa que ayude a confirmar los propios prejuicios. Cuando el bulo se desmonta públicamente y se demuestra que la noticia es mentira, quienes lo han lanzado jamás se excusan ni lamentan el daño causado. Se hace obvio entonces que ni el daño ni la verdad son importantes, que cualquier medio es válido si sirve al objetivo del descrédito. Por eso es muy perceptible que por debajo de las supuestas razones hay algo parecido al odio.
Otro de los bulos más extendidos es el que afirma que si se facilita cambiar de sexo sin necesidad de diagnóstico médico (la transexualidad no es una enfermedad), ni necesidad de transformar el cuerpo, eso abrirá la puerta a que miríadas de maltratadores o violadores afirmen ser mujeres para librarse así del agravante de violencia de género. ¿De verdad alguien piensa que eso es posible? Tan posible como las denuncias falsas: hay jueces y fiscales y hay delitos de fraude de ley. Pero, sobre todo, cambiarse de sexo no es simplemente afirmar que se es del otro sexo y, misteriosamente, eso produce efectos legales y sociales. Si eso fuera así… ¿por qué las mujeres no deseamos aprovecharnos de esta facilidad declarándonos hombres para evitar, por ejemplo la discriminación salarial o cualquier otra? ¿Es ridículo este argumento? Pues igual que al revés. Cambiarse de sexo implica, entre otras muchas cosas, que el hombre reconvertido en mujer súbitamente por librarse de una condena llevará en adelante un DNI con nombre femenino y sexo “mujer” y con ese DNI tendría que hacer sus trámites, buscar trabajo, identificarse ante la policía, ante el médico, presentarse a un examen, etc. El cambio de sexo es irreversible y opera en todas las instancias sociales. Pero es que, además, aunque estos casos se dieran (que no se dan) esto no sería un argumento para impedir el reconocimiento de derechos a las personas trans. Si hay delincuentes, váyase contra ellos, pero pretender detener el reconocimiento de derechos sobre la base de un posible mal uso de los mismos es una idea terrible.
3. Se montan auténticas campañas de odio basadas cuestiones que ponen en peligro “nuestra” seguridad sexual al estilo de las peores campañas racistas. “¡Van a entrar en los baños/vestuarios de mujeres!” he leído. Para empezar, hace mucho que las personas trans ya entran en los baños/vestuarios de mujeres. El hecho de mencionar esa cuestión como si fuera a ocurrir a partir de un momento determinado sirve para que un asunto que no preocupa a nadie se convierte en un problema que se agranda sin que la racionalidad pueda jugar ningún papel. Es similar a: “¡hay una invasión de inmigrantes!”. Además, trata de crear pánico sexual: “Necesitamos espacios seguros”, dicen. ¿De verdad van a aumentar las violaciones porque las mujeres trans puedan entrar en los baños/vestuarios de mujeres? ¿Es que si un hombre entra en un baño de mujeres (asegurando que es trans) con la intención de violar a una mujer, le va a detener una muñequita en la puerta? ¿O son las trans las violadoras? ¿Por tener un pene funcional? ¿De qué estamos hablando? ¿De verdad tengo que argumentar sobre esto?
4. Relacionado con el anterior, otro discurso, con reminiscencias claramente fantasmáticas, es el de que las mujeres trans con pene funcional, pasan a ser –en la imaginación de algunas– potenciales violadoras por el hecho de tener ese órgano. Como tienen pene y funciona, lo usarán para violar. Más allá de lo dicho sobre los vestuarios, este argumento se usa también para defender que las mujeres trans no pueden ser internadas en cárceles de mujeres porque allí todas las reclusas están en riesgo de ser violadas. En primer lugar, sorprende el repentino interés por los derechos de las mujeres presas, siempre olvidadas. Además, como en el punto 2, hace décadas que las mujeres trans van a cárceles de mujeres, así que no hay nada nuevo. Lo terrible del caso es que se pretende que las mujeres trans cumplan condena en cárceles de hombres, dónde ellas mismas estarían en riesgo mucho más evidente de ser violadas. Este argumento demuestra que para quienes lo defienden, las mujeres trans no son seres humanos iguales en derechos. La suerte de una mujer trans en una cárcel de hombres no les merece una sola reflexión, ni empatía, son menos que humanas. El discurso funciona aquí criminalizando a todo un colectivo a partir de los delitos de una parte ínfima del mismo. Exactamente el mismo mecanismo del racismo o la xenofobia
5. Se dice que las mujeres trans no pueden estar en espacios de mujeres porque no han sido socializadas como mujeres. Aunque eso es así, eso solo las convierte en mujeres diferentes a otras, con una visión del patriarcado desde otro lugar. No es más. Las mujeres con una discapacidad vivimos una socialización muy diferente a la de la mayoría de las mujeres. Es muy difícil imaginar lo que significa crecer, reconocerte como mujer y construirte en una sociedad que pone a las mujeres con discapacidad en el lado de las no-mujeres.
6. Se hacen simplificaciones que finalmente todo el mundo repite y que empobrecen extraordinariamente la teoría feminista. Se confunde teoría queer con una especie de caricatura de la misma que incluso gente formada acaba asumiendo acríticamente. Como sabe cualquiera que me conozca, soy poco entusiasta de la teoría queer… o nada. Sin embargo, la teoría queer no es un bloque compacto y muchas de sus aportaciones han sido malinterpretadas, simplificadas y mal utilizadas. Llamamos teoría queer a un compendio de escritos diversos que no ofrecen siempre una visión unificada y coherente de la misma realidad. La teoría queer no es enemiga del feminismo, algunas de sus aportaciones son muy valiosas y otras muchas, discutibles. Creo que lo más valioso de lo dicho por la teoría queer ya lo dijeron antes feministas radicales, pero en todo caso, se piense lo que se piense de esta teoría, esto no tiene nada que ver con la transexualidad más allá de que la teoría queer la haya pensado intensamente. La teoría queer no hace que las personas trans existan. Estas han existido siempre.
7. Se presenta la relación feminismo/transexualidad como una competición de derechos. Se mencionan, por ejemplo, países que reconocen los derechos trans y no el derecho al aborto. Pero la lucha por los derechos no son los “juegos del hambre”. Los derechos no se reclaman compitiendo con otros derechos y si se hace así, dicha reclamación pierde cualquier legitimidad.
8. Se hace a las personas trans responsables del esencialismo de género. Mujeres que son la misma imagen del estándar de género exigen a personas que necesitan un cambio de documentación para poder simplemente vivir que sacrifiquen sus vidas por la abolición de género (y habría mucho que debatir sobre si es útil políticamente poner la abolición del género al mismo nivel que, por ejemplo, la abolición de la prostitución, lo que supone situar ambas en un futuro más que remoto y en un ámbito casi suprapolítico). Muchas personas trans defienden que si los géneros fuesen más flexibles y no existiese la vigilancia de género sería posible que muchas de ellas se identificasen como hombres femeninos o mujeres masculinas sin necesidad de intervenir sobre sus cuerpos ni sobre su primera adscripción sexual; pero, hoy por hoy, el sistema de género es un sistema muy bien armado que no permite existir en sus márgenes. En realidad, la existencia de la transexualidad lo que hace es confirmar lo que siempre dijo el feminismo, que el género no está ligado al cuerpo. Que estas personas quieran cambiar su sexo legalmente es lo normal teniendo en cuenta que todo el mundo necesita documentos donde se especifique un sexo concordante con su género o, de lo contrario, la vida se convertirá en un infierno. Las personas trans tienen el mismo derecho que cualquiera a tener vidas vivibles.
Estas son solo las cuestiones más evidentes que saltan a la vista y que, ante mi estupefacción, están calando. (Para quien esté interesado en un análisis más profundo puede profundizar en este artículo que escribí hace un tiempo. Finalmente, quien pretenda defender una teoría emancipadora pisando los derechos de otros/as, no percibiendo el sufrimiento ajeno, deshumanizando, cosificando, esparciendo bulos o convirtiendo la desinformación y la ignorancia en argumentos legítimos, no debería tener espacio en el feminismo. Nada bueno puede crecer desde el ataque a personas vulnerables ni desde el miedo a existencias diferentes. Siento que muchas hemos callado por miedo y tengo amigas que no retuitearán este artículo, aun estando muy de acuerdo con su contenido. Muchas hemos cedido posiciones por miedo: miedo a abrir otro debate irresoluble, miedo a la violencia de las redes, miedo a ser excluida de nuestro grupo de adscripción y a quedarse en tierra de nadie, pero callar cuando crece un discurso de odio nos hace cómplices del mismo. Y ya sabemos cómo acaba esto.
Beatriz Gimeno
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