La gestación subrogada, se dice, es una Técnica de Reproducción Asistida mediante la cual una mujer hace donación de la capacidad gestacional de su útero a fin de que otra persona o personas, por lo general parejas tanto hetero como homo, así como personas solas, es decir, todo hijo de vecino, pueda o puedan “tener” hijos:
No es, en mi opinión, tal cosa. Se trata de la reivindicación de un deseo y no de un derecho, pues tal derecho no obligaría a la utilización de un útero ajeno: bastaría con recurrir a la adopción, a no ser que los reclamantes de tal “derecho” consideren que un hijo adoptado es menos hijo. Convertir un objeto de deseo en un objetivo vital o en un derecho es una tara del capitalismo salvaje: no existen barreras para MI propio bienestar y satisfacción y si existen se derriban a golpe de talonario. Establece el placer propio como algo supremo y que está por encima de la dignidad de terceros, terceras en este caso, siendo lo mas triste que esa escala la determina la capacidad económica teniendo como en el caso de la monarquía borbónica “preferencia el varón sobre la mujer”. Preferencia para poseerla, claro.
En el caso de las parejas o individuos gais defensores de esta práctica he observado a través principalmente de inservibles, y no por ello menos repetidos, debates en redes sociales una agresividad desmedida hacia cualquiera que discuta una sola coma de sus argumentos muchas veces ni siquiera rigurosos. El mito de que la inmensa mayoría de los hombres gais son partidarios de esta técnica de consecución de deseos de otra manera imposibles es tan verdadero como que “todos los gais son guapos, musculosos, tienen dinero, una sensibilidad exquisita, visten bien y carecieron de figura paterna”. Es falso: he comprobado que la mayoría de los gais “de a pie” son contrarios al tráfico (legal o ilegal) de úteros. Quizá por lo de la sensibilidad. Desconozco la existencia o no del “instinto maternal innato” pero no creo en la del “paternal”: es decir, puede existir pero no se basa en la necesidad de perpetuar los genes. En todo caso es un instinto que se desarolla a partir de producirse la situación, que en el caso de las mujeres incluiría también el embarazo. Yo he tenido perros y puedo asegurar que despertaron en mi instinto paternal, y, obviamente, no los parí yo.
Cuando a consecuencia de intentar filiar un hijo nacido por “gestación subrogada”, es decir, por la compra de un útero, se producen incidentes internacionales en un tercer país, estas personas suelen recurrir a la manipulación sentimental con la ayuda por lo general de medios de comunicación amarillistas y tratar así de conseguir apoyo ciudadano. La respuesta adecuada sería la que se le da por parte de las autoridades a quien viaja al sudeste asiático o a países andinos a traficar con drogas: si usted sabe que lo que va a hacer no es legal ¿para qué lo hace?. Véase aquí el egoísmo de estas personas: solo importa MI deseo, ese que yo convierto en derecho. La seguridad jurídica de la criatura es lo de menos. Ya se encargará la televisión de convertir mi deseo en un clamor popular. Y si no a ver a quien le colamos el cheque.
Las mayores discusiones que he mantenido con gais talibanes de la gestación subrogada han sido con prototipos de gais “WASP” (blancos anglo-sajones y protestantes como Trump e imitadores), cero comprometidos, cuya única ideología aparente es el dinero, el gimnasio, Madonna, el alterne social, las vacaciones en Ibiza o Mykonos, el Circuit y parecer de treinta con cincuenta. A veces he pensado que es una pose para demostrar socialmente una falsa felicidad heterocisnormativa. El triunfo social. El “somos tan ´normales¨ como vosotros, heteros”. Me he imaginado críos gestados por vientres de alquiler con una infancia llena de niñeras o en el mejor de los casos abuelas.
Y me he imaginado a los felices y perfectos papás en los momentos posteriores al parto: en la habitación contigua recibiendo su nueva adquisición, en este caso un bebé mientras lo publican en Instagram, y al otro lado de la pared una pobre mujer pobre recogiendo su talón mientras la apremian para que abandone la Clínica supermegamoderna y supermegacara en la que ya está de mas. Es una descripción dura pero la agresividad que suelen estas personas desprender en sus argumentos me provoca esa asociación.
Por último no quiero pasar por alto el desprecio que dentro de esa agresividad muestran estas personas hacia el movimiento feminista (al LGTBI también) al que lesbianas y también gais tanto debemos. Desprecio que me hace desconfiar del altruismo de esas personas que esperaron a que los derechos LGTBI cayeran como fruta madura sembrada por otras y otros que jamás imaginaron una transacción económica como un derecho por el que luchar a veces entregando mucho mas de lo recibido.
Que no nos vendan motos. Que una pareja gay reclame poder comprar un útero para tener un hijo solo tiene que ver con el colectivo y la lucha LGTBI que esa pareja es gay. Serán “sus hijos” pero ellos no son “nuestras maricas”. Ni siquiera nuestros gais.
Y como epílogo no quiero finalizar sin referirme al mal gusto de hacer ferias de úteros. Mal gusto equiparable a celebrar ferias de trasplantes o de venta de sangre. O las “ferias de la carne” de “Inteligencia artificial”, una película que siempre cito por uno u otro motivo, porque habla mucho y no bien de la naturaleza del ser humano. De su vileza.
Un derecho no es necesario disfrazarlo ni venderlo así. Los derechos no se comercializan o no deberían, y son universales y no privados. Y los derechos no pueden concebirse como algo que humilla a un colectivo secularmente discriminado como es el de las mujeres.
Y, dicho esto, finalizo pidiendo disculpas al colectivo feminista y a las mujeres en general por entrometerme, porque es a ellas y solo a ellas a quienes corresponde decidir sobre sus úteros y sus derechos. Derechos que no se van a vulnerar a pesar de Ciudadanos y su escandalosa Ley de Gestación Subrogada, tan absurda que dice al mismo tiempo que “la donación del útero será altruista y nunca remunerada” y “se abonarán en torno a cien mil euros en concepto de gratificación». No recuerdo si esas son exactamente las palabras que perpetra, pero es que con Ciudadanos y con la gente que ama al dinero sobre todas las cosas nunca se sabe.
* En La casa de mi tía por gentileza de Mario Erre.
Texto: Mario Erre
Profesor de Educación Física. Director y presentador de Somos Iguales en Magazyne TV. Activista lgtb
Aun estamos en pañales sobre este tema. Hay que dejarlo madurar en este país, aunque en otros los vientres del alquiler estén permitidos.