Sofia Behrs (Sofia Andreievna Tolstaya)

 

 

Todo lo que me lee me emociona tanto que casi se me saltan las lágrimas. Y eso no sé si eso se debe a que soy su mujer o a que realmente es bueno. Creó que más bien es esto último. A nosotros, a la familia, lo único que nos reporta son los futuros trabajos, a mí me muestra una impaciente irritación, y últimamente empezaba a sentirme muy sola”.

Sofía Andreievna Tolstaya

 

 

Vivir al lado de un genio, es difícil. Amar a un genio suele ser tarea ingente en el que muchas mujeres dejaron hasta la vida…pueden mirar la biografía de las compañeras de Picasso, si lo dudan. Quizá sea la fascinación por el milagro de la genialidad, que las compense, o simplemente se trata de las simientes envenenadas del patriarcado lo que hizo que muchas mujeres soportaran perderse y sufrir por mantenerse al lado del genio. Incluso no dejaron de amarlo…o de sentir esa fascinación que conseguía soportar todo viviendo a su sombra.

La vida de Sofía Behrs, antes de convertirse en Sofia Andreievna Tolstaya , comienza el día veintidós de agosto de 1844, en Pokrovskoie-Streshnevo, en la misma gobernación de Moscú, puesto que su padre, Andrei Eustofievich Behrs,  era médico de la corte zarista y ascendencia prusiana. La vida de la pequeña Sofia transcurre plácidamente entre la nobleza rusa, cultivándose con literatura y otras artes. A los dieciocho años, el padre concierta el matrimonio con Lev Tolstoi, siendo ya famoso puesto que tenía treinta y seis años y una obra consolidada. Sofía ha leído Los cosacos, y se siente fascinada por la genialidad del autor. Es el año 1862, meses después se comprometen y se casan. El día antes de la boda, Lev Tolstoi le pasa a la dulce y romántica Sofia, los diarios que ha escrito durante su vida. Tolstoi ha sido militar zarista y  viviendo experiencias sexuales altamente sofisticadas que dejan a Sofia en estado de trance al leer con detalle sus vivencias (los personajes de Ktty y Konstantin, de Anna Karenina, reflejan a las claras las vivencias del autor). De alguna manera al mostrarle los diarios, el escritor marcaba el camino y sus verdaderas intenciones. Para él, las mujeres eran necesarias con el fin satisfacer las necesidades sexuales y familiares de los hombres. Nada más. No consideraba ni su talento, tampoco las concede  virtudes intelectuales que le resultara atrayentes. Sofía piensa lo contrario. Para ella el matrimonio es una comunión de dos almas que se juntan con el fin de caminar una vida en compañía compartiendo todo. La ingenuidad de la joven choca de forma ruda con la impetuosidad del genio. Ella le ama…o siente la cumplida admiración por un hombre que es capaz de penetrar en el alma humana,  describiendo con maestría las sutilezas del sentimiento femenino (léase Anna Karenina, si lo dudan) pero solo cuando escribe. En la vida es un tosco hombre con un carácter endiablado, cambiante, enrabietado, que pasaba de sentir un deseo desenfrenado por el sexo a prometerse una castidad perpetua. Sofía siente celos ante  los deseos excesivos  de su marido temerosa que marche con otras, a la vez que soporta sus cambios de carácter y el desprecio mostrado en las etapas castas. Todo un lujo de matrimonio, vamos.

Ella ha escrito de soltera un poemario que jamás vio la luz. Otra novela que apenas es conocida. En los comienzos de la fotografía, Sofía, siente una curiosidad por el incipiente arte;  serán descubiertas a su muerte más de mil placas fotográficas donde refleja la realidad cotidiana, familiar, los gestos de Tolstoi, durante su creación y la vida bucólica que llevaban en  Yasnaia Poliana. Tenía mucho talento, incluso en su tarea de corrección de la obra de Tolstoi, que trascribía puliendo el estilo (Guerra y Paz, será transcrito nada menos que siete veces). Ejercía, además de promotora del autor, de agente literaria, y de propagandista de su obra. Todo esto habiendo tenido dieciséis partos, trece hijos de los  que sobrevivieron ocho.

Tolstoi, antes de casarse había tenido un hijo con la sierva Yasnaya Poliana. Con el paso de los años, el carácter del hombre se hizo cada vez más intratable, con graves crisis religiosas y personales que le conducían a estados de animo cambiantes. Podía pasar que por la mañana emprendiera una persecución sexual hacia Sofia y en la tarde se comprometía a mantener una castidad total. Lev Tolstoi vivió atormentado por su excesivo deseo sexual, del que luego se arrepentía con desesperación. También mantuvo una postura contraria a la posesión de dinero al que consideraba causante de los males del mundo.

Tanto fue así, que Sofia tuvo que recurrir al zar, porque Tolstoi renunció a recibir los derechos de autor, liberando su obra, mientras ella debía  alimentar a la familia. La justicia zarista dio la razón a Sofia manteniendo los derechos de la obra con lo que ella y los hijos podían mantener una vida digna.

Sofía Tolstaya, no era sumisa, jamás se sometió a los juicios de Lev, lo cual enfadaba al autor y le enrabietaba más contra la condición de esposo. Sus broncas eran memorables porque ella no se doblegaba a los caprichos del escritor.  Luego, soltaba el lastre de sus desencuentros, de su frustrante tarea de madre y esposa, en unos diarios que han servido para conocer no solo la vida matrimonial, el pensamiento de Sofía,  sino el desarrollo de la obra del autor, puesto que  describe lo que  en que está trabajando Tolstoi y cómo su talento le hace permanecer en perpetua obsesión por escribir sin pausa y quiebro.

Hasta que Lev Tolstoi escribe La sonata a Kreutzer, en la que retrata con mezquina precisión lo que piensa de las mujeres, a las que tilda de histéricas y molestas. En la novela, el hombre asesina a la protagonista justificando el crimen por el comportamiento de ella. La asesina porque se lo merece, refleja el libro. Sofía que transcribe y corrige la novela, pide a Tolstoi que no la publique porque supondrá un escarnio público  ya que todo el mundo que los conoce identifica a la mujer del libro con ella. Tolstoi sigue adelante  sufriendo ella la trágica humillación de verse maltratada en la literatura de su marido.

Este hecho quiebra más el maltrecho matrimonio y los sentimientos de Sofía. Se hace más notable la amargura mostrada al principio de su  unión cuando escribió en su diario: «¿Poner el cuerpo a disposición de un niño de pecho y luego del marido? Uno detrás de otro, ¡siempre! Pero ¿dónde está mi vida? ¿Dónde está mi vida? ¿Ese auténtico yo que una vez aspiró a elevarse y a servir a Dios y a sus propios ideales? Rendida, exhausta, sucumbo. No tengo una vida propia, ni terrena ni espiritual. Y, sin embargo, Dios me lo ha dado todo: salud, fuerza, talento… e incluso felicidad. ¿Por qué, pues, me siento tan infeliz?»

Quizá algunas (o muchas) mujeres suscriban sus palabras aún hoy. Discurso que puede asemejarse al que muchos años después impulsó Betty Friedman a su paso al feminismo. https://www.lapajareramagazine.com/betty-friedan

Sobre la “Sonata a Kreuzert” escribe con desconsuelo: “No sé porque todos relacionan Sonata a Kreutzer con nuestra vida de casados pero es lo que ha ocurrido. Íntimamente también yo sé que esta historia está dirigida a mí y me ha hecho un gran mal; me humilló ante los ojos del mundo y destruyó los últimos vestigios de amor entre nosotros”.

Los últimos años del matrimonio son aún más tormentosos puesto que Tolstoi se ha convertido en una especie de santón anarquizante que desprecia cualquier propiedad, incluso la ropa ya que viste un sayón de labriego a toda hora. Sus enredadas excentricidades se hacen más y más exageradas y Sofía siente dolor ante los desvaríos que no pueden controlar.

Vuelca las sensaciones de su vida en otra novela, que será descubierta y publicada cien años después de su muerte, la obra se llama “¿De quién es la culpa?” donde refiere, disimulándolo entre personajes ficticios, la triste historia matrimonial donde queda perfectamente definido  el carácter agrio del marido y su amor frustrado por él. Es una obra que define los rasgos personales con finura y sin maniqueísmo, tal que un grito del dolor que las costumbres patriarcales y el egoísmo de un genio han horadado en los sentimientos de una mujer que es altamente probable, le sobrara talento para brillar con luz propia de no tener que supeditarse a un genio gruñón, parir hijos, corregir la obra del esposo, cuidar la casa, cocinar y educar a su caterva de vástagos. El genio de Sofía Tolstaya, no era ni de lejos similar al de Lev Tolstoi pero tenerlo lo tenía más que cumplido según demuestran sus escritos.

Lev Tolstoi, en 1910, enfermo de neumonía, abandonó su casa, en compañía de su hija Sasha y marchó caminando en busca de la muerte. Le llegó diez días más tarde, en la estación de  Astapovo, donde expiró rodeado de gente que le admiraba y le reconoció enseguida aunque él pretendía pasar desapercibido. Años después la estación le dieron el nombre del autor.

Sofia Tolstaya sobrevivió a la Revolución rusa en su casa de campo donde no fue molestada muriendo en la propiedad familiar de Yasnaia Poliana, gobernación de Tula, el cuatro de noviembre de 1919. Contaba setenta y cinco años.

Tenemos la seguridad que, en mejores tiempos, Sofía hubiera desarrollado una buena obra personal, en cambio ha pasado a la historia como la sufrida y decepcionada esposa de un genio.

Como tantas otras.

María Toca Cañedo©

 

Sobre Maria Toca 1685 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

Sé el primero en comentar

Deja un comentario