A vivir te acostumbra el despertador cada mañana, pero a faltarte al respeto a sabiendas de que mientes a diario, y a que te paguen por ello, tal vez no del todo. Vayamos al origen.
Es posible que comenzaras haciendo programas de radiofórmula musical, o haciendo recados en alguna redacción de provincia en la que apestaba a tabaco. Es incluso posible que soñaras con hacer algún día lo que ahora haces pero, nunca te hablaron de la falta de independencia aunque ya la intuías entonces y pensabas que tú estarías sobre ella. Da igual si llegaste hasta la posición inestable que ocupas hoy desde la Facultad de Periodismo, desde la de Historia o la de Económicas, o si tus estudios fueron de marketing, literatura o imagen y sonido: en este mundo de la comunicación hemos cabido casi todos.
Ahora apenas te atreves a levantar la cabeza por no ver el escenario, aunque te reconoces en medio de esa cadena trófica informativa e indeseable que te amenaza y te mantiene alerta.
Si miras hacia abajo vuelves a ver a los becarios de toda la vida, llenos de miedo y de ilusión por ocupar algún día posiciones en tu nivel. Si lo haces hacia arriba, te encuentras en la cúspide a gentes que no son del mundo de la información, que en algunos casos incluso se expresan con dificultad y que mal que te pese, ordenan a diario todo lo que tú acabas al final contando, revestido de cierta dignidad de estilo, pero faltando a la verdad y convertido en máquina de propaganda de unos intereses muy determinados que, a fuerza de repetirse hasta el infinito, parecen los únicos, los legítimos, los de la estabilidad de un sistema que sabes injusto. Entre la punta del sistema (Consejos de Administración) y tú, acaso otros profesionales que imparten las órdenes y cambian favores por estabilidad. Pobres ignorantes a los que la cadena trófica devora cada vez que le es necesario.
Te miras al espejo y tienes claro que te pagan por mentir. Incluso aunque seas un convencido del mecanismo conservador, tantas veces te ves obligado a trabajar con falsedades, que tu único consuelo es la nómina de final de mes y pensar que así ayudas a perpetuar un sistema que crees que te favorece.
Los medios de comunicación cada vez lo son menos de información. La postverdad es el eje trasversal desde el que se manipula a la opinión pública. Repetir desde lo emocional hasta neutralizar cualquier objeción social es la fórmula. Te has convertido en su herramienta, en su engranaje sustituible. La mentira sigue imperando, la información ya es espectáculo y a ti, que te pagan por mentir a diario, solamente te queda, ver, oír y obedecer, o revelarte y volver a ejercer de periodista que cuenta con honestidad, que informa sobre la verdad desnuda. Respeto y dignidad o bienestar, tú decides. Ellos son los dueños del dinero, pero el periodista lo es de la verdad.
Víctor González.
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