Una noche como esta. Cuarto creciente en un cielo cuajado de estrellas. Recuerdo el frío y las manos cruzadas bajo la manta que alguien compasivo nos entregó. Gizeh se recortaba en el horizonte y la pirámide nos contemplaba muda e indiferente. Ella que vio a faraones y a Napoleón postrarse embelesado ante su grandioso silencia. Que contempló a millones de seres escrutarla sumisos ¿se iba a impacientar por nuestros ojos ávidos y esperanzados? Escuchamos con el arrebato de oración la historia vieja de aquel pueblo. Egipto y su gloria. Egipto y su decadencia. El viento soplaba y segaba la cara, mientras los labios se secaban por la sed y el abuso de besos proscritos.
Dentro de la manta nuestro calor se unió, las manos hablaban mientras el silencio de la piedra y del cielo nos arropó con la dulce somnolencia de la historia. Había luna, cuarto creciente. Hacía frío, Cairo quedaba atrás y yo te amaba.
María Toca
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