Violencia de género y abuso: problema social©

Siguen llegando como cruel goteo los asesinatos de mujeres que, irradiados por noticias más urgentes, van dejando un rastro de olvido  sin apenas nombres que llevarse a la boca. Agresiones, violaciones que, o bien quedan impunes, o son denunciadas con la vergüenza de lo mal vivido. Hace poco me tocó vivir una experiencia cercana. Fui la primera en escuchar la terrible historia que ¡al fin! la mujer que tenía ante mí, contaba. Un comentario  escuchado, liviano, casi risueño, fue lo que destapó su pozo prensado de dolor. Y se rompió. No le dejaba tener dinero, vigilaba su móvil, sus movimientos. Cualquier salida, era fiscalizada; debía darle cuenta al instante de movimientos, palabras y obras. Miedo. Penuria. Cárcel llena de gritos, de amenazas veladas, de terror.  Ella no sabía que era maltrato. Al escuchar unas  inocentes palabras dichas en contexto de amigable charla se desató el dique y sus emociones comenzaron a desnudarse de las capas de protección social que cubre a los maltratadores. Desecha y cuajada de lágrimas, me decía que no sabía cómo contentarlo, qué hacer, como vestirse, hablar, reaccionar, para calmar su ira. Ignoraba que no era ni cómo, ni cuándo, ni qué. Porque el problema no era ella. En realidad padecía muchos síntomas pero carecía de información de su padecimiento.

Hace poco se ha destapado el tema en Hollywood, del caso de Harvey Weinstein. Ha muerto Federico Luppi y han destapado algo que se sabía porque corría de voz en voz, pero sin mucha repercusión, del maltrato continuado que el actor produjo  a su esposa. Ruego revisen el enlace del artículo del País que adjunto: https://smoda.elpais.com/feminismo/federico-luppi-o-por-que-olvidamos-el-lado-oscuro-de-los-hombres-admirables/

Esta larga  lista de nombres famosos que maltratan con saña y alevosía no es casual ni imputable al cine. En absoluto, más bien, esos nombres resuenan por populares pero conforman el enorme y común grupo del maltrato aceptado y tolerado socialmente. Se desconoce lo  que ocurre tras los muros de una casa familiar, tras la máscara de felicidad y de normalidad de muchas parejas. Año tras año sigue el goteo de muertes y dolor. Año tras año nos desgañitamos maldiciendo a los canallas, personalizando el delito de género en cada caso. Hace poco nos dolíamos con el caso de Manuel Rodríguez que asestó ¡cuarenta puñaladas! a su mujer mientras dormía, habiendo subido a su casa trepando por una ventana. Justificaba su acto, porque ella le citó, le amenazó con el cuchillo y se hirió sola. Cuarenta veces, a las 4,30 de la madrugada…

http://www.publico.es/sociedad/acusado-asesinar-exmujer-40-punaladas.html.

Hemos asistido perplejas y amordazadas al caso de Juana, como a tantos, donde han salido miles de voces defendiendo la equidistancia, defendiendo que entre la pareja nadie puede saber a ciencia cierta quien agrede  y qué pasa. Y seguimos. Hace poco leía que una mujer de izquierdas, con cierta traza feminista (mero barniz, por supuesto) decía que somos las mujeres las que consentimos las vejaciones…Se refería a los manoseos que se dan en televisión, a las supuestas cesiones que se le habían concedido al repulsivo Weinstein.  Es decir, equiparaba el delito de abuso, con la cesión de intención cuando estás empezando, cuando deseas triunfar, cuando tienes un papel maravilloso ante ti que puede suponer cimentar una carrera, cuando tienes poco menos de veinte años y un baboso supedita tu carrera a una felación, un sobe o una violación.

Él y la víctima son iguales, porque uno abusa y la otra se deja, se nos dice. Este argumento subyace en la sociedad. ¿Cuántas veces han oído la pregunta de por qué una mujer aguanta el maltrato y no se va? Da igual que expertos, expliquen el miedo paralizante, la imagen de felicidad que el maltratador proyecta cuando se ve abandonado, la insultante dependencia emocional que se crea entre  víctima y verdugo. Todo el mundo entiende que las sectas hacen adeptos que dejan hacienda y libertad al gurú, pero pocos entienden que una mujer  maltratada está presa del maltratador. Tiene una posesión diabólica que ejerce con perfidia y  lazos invisibles pero poderosos. Nos cansamos de explicar…para que en el siguiente caso, nos vuelvan a responder: “Sí, pero ella bien que volvió con él” Y seguimos para bingo.

 

Hasta que no entendamos que la violencia de género es sistémica, que se produce por la dinámica cultural que supone un patriarcado efusivo y violento que se impone en novelas, cine, publicidad, convivencia diaria, no avanzaremos. Hasta que no entendamos que es desde la  infancia donde se forma o se malforma al maltratador, no avanzaremos. Me sorprenden los insultos, las vejaciones que someten de palabra, al convicto de maltrato o de  pederastia. Todo el mundo lo cogería por las pelotas, lo castraría, lo colgaría, personalizando el maltrato en el convicto. Todo menos educar a la sociedad desde abajo que sigue manifestando complicidad y tolerancia con los mal llamados, micromachismos, que nos sigue epitetando de histéricas cuando nos quejamos o hacemos valer nuestros derechos al mínimo atisbo de no inclusión. Nos parece normal que un festival literario tenga 128 conferenciantes masculinos, frente a 23 femeninas, siendo como somos las mujeres las que leemos en mayor número, asistimos a prese

GRA135. MADRID, 05/09/2017.- El rey Felipe VI acompañado por el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes (6i), y los magistrados posan tras finalizar la solemne sesión de apertura del año judicial 2017/2018 celebrada hoy en el Salón de Plenos del Tribunal Supremo. EFE/Ángel Díaz ***POOL***

ntaciones, charlas o talleres literarios. Nos parece normal ver un consejo de administración, de ministros, de estamentos públicos de alto rango, lleno de corbatas y vacío de mujeres. Histéricas,  nos dicen cuando empujamos el carro de la igualdad y de la inclusión y ¡oh! injusticia total, cuando imponemos listas cremallera, cuando se demostró la valía de esas imposiciones en la discriminación racial americana. Cuando no escuchamos insultos variados y todos en la misma dirección: nuestra condición de “privilegiadas” mujeres.

Nos queda mucho trecho. Nos quedan generaciones de aprendizaje y al paso que vamos centurias, para conseguir que esa cumbre del patriarcado que es el maltrato, sea erradicado, porque debajo hay capas y capas de protección al macho. De desigualdad que ni se nota, de niñas que siguen haciendo, como la cosa más normal, la cama a sus hermanos, les ponen la cena y les recogen los calzoncillos. Sigue siendo común que ellas tengan una hora de llegada a casa diferente a los chicos. Sigue siendo normal hacer carreras “femeninas” o chocar con el techo de cristal por la falta de conciliación. No tienen ustedes más que ir a una consulta de pediatría matinal para constatar lo que digo. Si ven más de un 10% de papás con los nenes enfermos les doy un premio. Sigue siendo normal que por la calle un tipo pueda decir a cualquier mujer las groserías más espeluznantes, que si se queja será tachada de histérica, amargada, o bollera. El acoso visual no está mal visto. Da igual que sea una niña. Se hace en la calle a la vista de todos, y todos/as callan. Porque se acepta que el macho tiene una lívido exacerbada y cualquier pequeño detalle puede hacerlo saltar. Se acepta por esa iglesia que nos pide desde siempre recato en el vestir y sermonea con prontitud y calma al acosador. Y si lleva hábito lo protege hasta la extenuación.

 

Cuando un tipo ejerce el poder sobre una mujer, cuando obtiene de ella la conformidad presionada de mantener relaciones, es delito. Cuando se subestima la capacidad de la mujer para desempeñar cualquier cosa, es delito. Cuando se mira lascivamente sin permiso, y sin aquiescencia, es delito. Cuando un tipo con poder decide supeditar la carrera o la oportunidad de una mujer a la concesión de favores sexuales, es delito No sé si todas estas cosas las acoge el Código Penal, pero debería. Porque si limamos la base de esa pirámide perversa, es posible, solo posible, que la violencia de género dejara de existir.

María Toca

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

4 comentarios

  1. Lo más interesante (digo interesante en el sentido de que vale la pena analizarlo en profundidad) que estoy observando muy de cerca en los últimos años es que las leyes están avanzando hacia una disminución de la lacra de la violencia machista, mientras que la Justicia está dando acelerados pasos hacia atrás. Es decir, las leyes están, pero en los juzgados no se aplican. Denunciar es, cada vez más frecuente, una trampa sin salida en la que cae un buen porcentaje de las mujeres que se atreven a dar el paso. Gracias por tu artículo.

    • Muy de acuerdo con lo que dices, Candela. Y falta el sustrato social, la cultura que debiera penalizar, de verdad, las conductas violentas. Son permisivos, tanto los que tienen el poder de ejecutar las leyes como la propia sociedad. No se explica sino la cantidad de series, películas, novelas…donde el maltrato o el trato vejatorio hacia la mujer (y lgtbi) es total.El pico de la gran piramide del maltrato está en esa violencia extrema, es en la base donde debemos intervenir. Gracias por tu colaboración Candela y por tu aportación

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