8 de Marzo y seguimos

 

 

Contaba el otro día la veterana periodista Rosa María Calaf  en una magnifica conferencia que organizó el Colegio de Periodistas de Cantabria, que en sus primeros trabajos en TVE se le reprochaba la minifalda que vestía. Corrían los sesenta hacia el final y Rosa había traído vestimenta de Londres, nada escandalosa nos insistía pero vistosa y colorista. A ella le apetecía llevar minifalda y los popes de la televisión gruñían ante el desacato.

Ahora, nos decía Rosa, ocurre al contrario. Para hacer periodismo televisivo te obligan a ir ceñida, escotada, ser joven y guapa. Es decir, que siguen condicionando la profesionalidad y la capacidad a la imagen. De las mujeres, claro.

La frase que me emocionó escuchar en boca de la Calaf y les traigo a ustedes, fue que el feminismo nos da la capacidad de hacer, llevar, pensar y decidir nosotras lo que queremos. Si optamos por la minifalda, el pelo rojo,  el escote y la bisutería, bien. Si optamos por ropa ancha, andrógina y queremos ir tapadas como ursulinas, bien. Siempre que sea nuestra sacrosanta decisión, sin aceptar imposiciones. Como será decisión personal tener o no tener hijos, subir profesionalmente o ascender en la pirámide laboral justo hasta el sitio que nos dé la gana.

Sería lo ideal pero no es. Porque sabemos que los hijos condicionan hasta el paroxismo la vida laboral. De las mujeres, porque  a los hombres no les ocurre. Sabemos que los cuidados de personas dependientes reposan en hombro femenino en un porcentaje muy alto, todavía. La mejor forma de entender el camino que resta por recorrer en conseguir una sociedad feminista es visitar una consulta de pediatría o asistir a una reunión de AMPA, veremos que en ambos casos, más del 80% de las personas presentes son mujeres. Y así no se puede medrar profesionalmente, porque si al volver a casa tienes que organizar la comida, ropa y utilería doméstica en vez de descansar, al día siguiente tu cansancio pasará factura a la salud y a la profesión.

Porque seguimos describiendo pequeñas cosas que marcan diferencias. La pregunta de “¿vienes sola?” “¿viajas sola?” “ah, no tienes hijos, no te preocupes, ya llegarán”, “¿vas a salir tú sola?”  “¿vas a ponerte esa ropa?” “¿vas a beber?” “¿has rehecho tu vida?” Y más que me dejo, siguen produciéndose de forma constante. Por no hablar de la precarización laboral, de la diferencia salarial, del acoso laboral y del maltrato que nos sigue hiriendo con fusta salvaje.

Nos queda trecho. Quizá no tanto a nivel legal como de costumbres adquiridas por los milenios patriarcales que nos pesan como losa, que siguen dejando poso social hasta hacernos irrespirable el ambiente. Hemos avanzado mucho, ciertamente, casi da vértigo recordar cómo era la vida de las mujeres hace no más de  cuarenta años, pero el camino no está resuelto ni mucho menos.  Quizá el machismo se ha sofisticado para filtrarse entre los entresijos de unos derechos conseguidos a base de lucha, porque si algo sabe el feminismo es que cada conquista ha sido sudada y peleada a muerte. Cuando observo a determinadas personas colocarse la pegatina del feminismo y llenar su boca con conceptos que no hace tanto servían de insulto, me sonrío porque entiendo que es así. Que el camino lo comienzan unas cuantas personas y luego lo sigue la masa. El feminismo ha sido y será vanguardia. Y bien que lo sea.

Hay voces, incluso dentro del propio movimiento, empecinadas en marcarnos el paso a las mujeres. Nos dicen cómo vestir, cómo pensar y como ser y es ahí donde recuerdo gratamente las palabras de la Calaf “si algo nos ha traído el feminismo es la capacidad de autodeterminarnos, de ser lo que queremos ser

El feminismo nos ha liberado del yugo de ser lo que otros (patriarcado) decidieron que debíamos ser. La opción no es adoptar una u otra postura, la opción es SER. Ser lo que se quiere y evolucionar a nuestro paso en conformidad de los parámetros personales que nos conducirán por una vía, que puede no ser compartida por colegas, amigas, esposo o padres, pero es la nuestra. Porque al fin pagamos nuestros errores, no los condimentados en cocina ajena y es triste caminar por una vía que nos lleve a preguntarnos ¿por qué aceptamos los parámetros ajenos? Somos subsidiarias de nuestros errores y aciertos. Hagámoslos nuestros de verdad.

Hay mucho que soltar dentro de nosotras. Esos condimentos que nos pesan como losa, en forma de síndrome del  impostor(a)  o los condicionantes del amor romántico que aún padecemos aunque neguemos la sintomatología. Como el concepto de cuidados que seguimos padeciendo siendo acreedoras de la responsabilidad del mundo. Cuando escucho el femenino como el género adecuado a cuidadoras, madres amantísimas, hijas que se hacen cargo de padres dependientes, me chirrían los goznes porque son estereotipos adoptados de forma interna desde el inicio de la historia.

Liberar y liberarse porque el feminismo es liberador, abre veredas para que sean transitadas por mujeres y hombres.

Luego, si quieren, hablamos de la división que tenemos y que les recuerdo es constante dentro de nuestro movimiento. Al ser una corriente trasversal que excede el ámbito partidista (no ideológico ni político) hay opiniones encontradas, discusiones agrias, y peleas feroces. Para quien se escandalice de los problemas que ahora nos aquejan, les remito a lo ocurrido en los albores de la Segunda Ola feminista, en EEUU, cuando Bety Friedan  https://www.lapajareramagazine.com/betty-friedanllamaba  a las mujeres feministas lesbianas “amenaza lavanda” y se enfrentaba a puñal y soga con la periodista Gloria Steinem.https://www.lapajareramagazine.com/gloria-steinem

No se imaginan el nivel de crispación que supuso en ese tiempo las diferentes posturas de ambas y los posicionamientos de los movimientos que representaron. Años después, presencié con estupor de neófita (acaba de llegar al feminismo y no le conocía) las discusiones entre quien era más y mejor feminista si las heterosexuales que admitían la penetración (anatema terrible) o las mujeres que optaban acostarse solo con mujeres para reafirmar su postura radical. Ha habido, hay y habrá disensión en el movimiento feminista y bien que ocurra porque demuestra la viveza y la sinceridad de un ideario que ha cambiado el mundo y sigue en continua evolución. Creo que lo que le ocurre al feminismo no es que ande enfrentado es que es permeable. Muy permeable y como movimiento trasversal y revolucionario se contrae y extiende de forma continua. Imparable.

En el futuro pasarán las disensiones y quedará el avance, los pasos de gigante que estamos dando. En el futuro quedará un feminismo común, preocupado por la diversidad que hace que las mujeres blancas, caucásicas, hijas de una sociedad opulenta y liberal queden rezagadas cediendo espacio a las mujeres racializadas y precarizadas, que unamos fuerza, aún más, al movimiento lgtbi porque  luchamos ambos grupos  contra el mismo demonio. Se llama patriarcado y somete a  las mujeres y a las diferentes formas de  sexualidad que reconocemos como hermanas/os. Por muchas voces que griten y soliciten la pureza del feminismo, por muchas manos que quieran frenar el desarrollo de nuestros derechos (derechos de todas, todos, todes) nunca paró y podemos estar bien seguras que no parará.

María Toca Cañedo

Sobre Maria Toca 1675 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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