Como un huracán lo arrasa todo,
nada queda en pie.
Gritos, insultos, manipulación.
No le temo, o quizás sí,
aprendí a sobrevivir.
Me dejo arrastrar al caos,
naufrago en un mar de dudas,
de incoherencias, un mar de nada.
Subsisto, resisto, ya no lucho.
De pronto todo cambia,
veo un brillo en sus ojos
y el mar vuelve a su calma.
No puede pedir perdón.
Quizás no sabe
quizás no quiere
tal vez no le importa.
No lo sé con certeza.
Sé que hay momentos
en que mi ángel no está,
mi niña se fue.
Su cuerpo no es suyo,
su alma no es limpia
y su corazón no existe.
Valeria Correa
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