Alegría con reparos

Aunque llegué tarde  sin más representación que yo misma y la fuerza que me dio haber escuchado a la familia Cortezón en su momento, quise estar presente en el momento en que se celebraba la vista que la Fiscalía de Memoria de Cantabria interponía en la sala 10 del juzgado santanderino con el fin de anular la condena a muerte de Eusebio Cortezón en 1938.

No pude entrar a la sala porque andaba en los finales además de estar completo el aforo, según me indicó uno de los nietos del fusilado, Wolney. Recibí, eso sí, con la emoción compartida a la familia al salir del acto. Había lágrimas, había un tono de contenida alegría por el acontecido dentro del recinto judicial  compartiendo con algunos de los presentes el emotivo momento.

A veces ocurren milagros y eso pasó cuando los Cortezón se me cruzaron previo aviso de mi querido Chapi Canales (ay, compañero, te debo esta y tantas) Digo milagro y no exagero porque en los tiempos en que andamos entre malvados encontrar a una familia amplia con la bonhomía de estos amigos, es casi milagro.  También digo milagro porque desde las primeras palabras que crucé con las dos nietas que se prestaron generosas a contarme la vida de los abuelos, supe que Eusebio Cortezón era algo especial. Un hombre, artista de la madera, con clara conciencia de clase, pocos estudios pero con una inteligencia tan aguda que le llevó a leer, estudiar a los clásicos de las ciencias políticas, hasta llegar al trotskismo y el anarquismo con la intuición de un sabio, además de haber sido capaz de organizar senderos sociales que hoy nos siguen pareciendo inauditos por lo premonitorios, lo que  me supuso intriga y la sorpresa de encontrar un diamante inesperado.

Estoy segura de que en el futuro se hablará mucho y bien de don Eusebio Cortezón porque era un sabio salido del pueblo, un sabio humano que sabía hacer arte con la madera, amar a su Matilde y a sus hijos además de  luchar por el pueblo como solo los héroes lo consiguen.

De camino a casa, ahorrándome las emociones para desparramarlas por el folio, iba pensando  que está muy bien estos contenciosos que demuestran legalmente lo criminales que fueron  los fascistas. Que sus sentencias eran filfa y fue su odio quien dictó la ley que condenó inocentes. Todo bien, me dije, pero no pude menos que sobrellevar un amargor que me supuró el recuerdo de la sentencia leída, de las denuncias que propiciaron el crimen de Cortezón.

Cuantos nombres me quedaron proscritos “no nombres a estos, ni a estos, María, sus nietos son amigos y no queremos que sepan qué clase de abuelos tuvieron” me clamaban las nietas. Algunos de los nombres de las denuncias siguen saliendo al paso en rótulos de las calles de Astillero, porque fueron, son y serán, los capitostes de una dictadura cruel y criminal que asesinó con impunidad.

Impunidad que sigue. La Ley de Memoria es positiva,  no lo dudo, pronto saldrá el juicio de revisión de pena  de mi tío y será gracias a esta ley. Lo de ser agradecida lo uso mucho. Pero… cuanto le falta a esta ley para ser justa, para reparar los crímenes del fascismo propiciando un sentido de justicia que ampare a los descendientes de las víctimas. Para empezar, le falta un anexo que implique a los victimarios en indemnizaciones a las víctimas y sus descendientes.

La familia Cortezón quedó rota, depauperada viviendo en un sufrimiento y penuria constante durante decenios. Una hija presa, el resto marginados y la viuda, la heroína Matilde, humillada y vejada por los aviesos vecinos que hacen leña del árbol caído. Perdieron todo porque les despojaron de sus propiedades, algunos marcharon a Francia en un exilio desesperado, otros se quedaron comiendo la tierra que les servía la dictadura y una iglesia mendaz y criminal que no solo no amparó, sino que acusó y se regodeó con el crimen. Con los Cortezón, mismamente.

Ustedes me dirán que pasó hace mucho, que nadie podrá reparar el pasado, que mejor olvidar. Y yo les respondo, que no. Sin reparación no hay perdón, sin castigo no hay aprendizaje, porque la impunidad alienta a repetir los criminales actos que sufrió nuestra gente durante más de cuarenta años.

Si no hay castigo y repudio social, los hechos podrán repetirse en cualquier momento. La prueba de lo que digo es el grave repunte de fascismo que sufrimos en estos momentos porque a los nuevos cachorros envenenados de fascismo nadie les dijo que estuvo mal matar inocentes. Nadie les cuenta que matar inocentes debiera castigarse mucho y repararse bien.

Por eso la alegría de ver a la familia alegre por esa sentencia que se dictará en breve  demostrando que los criminales actos de una gente que  ganó una guerra infame sin dignidad se me empañó un poco pensando que Matilde ya no está. Nunca pudo sentir la reparación de una sociedad que le dijera que era cierto lo que pensaba: a su Eusebio le asesinaron los malditos.

Al rato me surgió una idea que no repara, pero consuela, y lanzo desde estas páginas como lancé la historia de Cortezón. Sería algo bonito y un desagravio justo que una calle de Astillero, el pueblo que tanto amó Cortezón, su pueblo, llevara su nombre. Desde aquí conminó al amable alcalde -que dicen que atiende siempre al vecindario- que se lo piense.

Sería un honor para Astillero tener una  calle, plaza o parque  Eusebio Cortezón.

María Toca Cañedo©

https://lapajareramagazine.com/eusebio-cortezon-cronica-de-un-crimen-impune

https://desmemoriados.org/project/la-memoria-recobrada-de-eusebio-cortezon/

Sobre Maria Toca 1850 artículos
Escritora. I Premio de Novela Ateneo de Onda 2016. II Premio Concurso Literario de Relatos del Bajo Cinca, 2015. I Premio de Relato Guadix 2020 Finalista de varios... Hasta el momento, tres novelas publicadas: Son celosos los dioses, Prototipos, El viaje a los cien universos. Poemario: Contingencias. Numerosas participaciones en libros de relatos corales. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina

1 comentario

  1. Una calle, un parque o una simple placa seria honrar publicamente la memoria de nuestro abuelo Eusebio al cabo de tanto tiempo.

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