Coitus Interruptus

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Era más que costumbre placer cotidiano. Desayunaba en la misma cafetería desde años atrás. En los últimos tiempos con más gusto, lo confieso. Un cambio de propietario había modernizado las instalaciones trayendo  al lugar esos panes multicereales tan modernos,  tartitas insospechadas y deliciosas, tostas mediterráneas aceitadas y con tomate fresco… La decoración se trasformó de lugar lóbrego y de paso en un agradable rincón lleno de luz , plantas naturales y madera sin barnizar. Un gusto de sitio, acogedor e íntimo.

Observé, desde el primer día, que el encargado o dueño, era mono. Defino mono con precisión. No guapo, no alto, ni con cuerpo imponente. Lo que queremos decir las chicas con mono es: riquín, dulce, manejable…Ni alto ni bajo -con tacón le superaba- reconozco que para mí es un defecto pero a estas edades una se vuelve más tolerante que a los treinta. Sin ser guapo tenía cara agradable en donde nada destacaba pero tampoco ofendía. Ojos dulces, mirada ovina, sonrisa con tinte de miel. Barbita de tres días…

Desde el primer momento la amabilidad y el cortejo fueron evidentes. Me atendía presto,  pasaba de vez en cuando la bandeja con dulces para que probara, me ofrecía ese nuevo pan que me iba a encantar: “ya verás…pruébalo y me dices”. Su sonrisa se tornaba más amplia al saludarme o verme entrar. Y los ojillos se le achinaban con las resueltas luces de la atracción.

 

Yo, que quieren ustedes, me dejaba halagar, que una anda por edades tarantinescas y el agasajo cunde más que a los veinte años. Correcta, amable pero sutil, sin mostrar mi complacencia pero dando cuerda. Ya saben, en plan señora porque los ademanes zorriles una los dejó colgados de la cuarentena. Distinción y madurez, tal como decía mi abuela: “hija, a cierta edad hay que ser distinguida y parecer madura, aunque seas una cabra loca, como seguro serás, porque la zorra pierde el rabo pero no las costumbres. No lo parezcas, zorra, digo”

Eso mismo  pensé: distinción y a dejarme querer.

Placer moral junto al desayuno. Feliz del  aleteo matutino.

Hoy, al ir a pagar con el dinero justo en mi mano: dos veinte, exactos, la punta de sus deditos tomaron contacto con la punta de los míos, sin tomar del todo las monedas… me mira con ojillos brillosos y con timidez me dice:

-Tenemos que vernos algún día fuera de aquí. Sin prisas, ¿te parece?-

Sobra decirles que a mi falta de costumbre en el ligoteo cuasi senil,  se unía la prisa y el desconcierto de estar rodeada de gente conocida. Turbada…o fingiendo turbación, mis ojos se pasearon por la mano tendida cuyos deditos acariciaban los míos, cuando de pronto, reparo en un cordoncito que adornaba su peluda muñeca. Paro la vista, fuerzo la mirada (a estas alturas hay que forzar para ver con precisión) y ¡oh! desengaño feroz. Saltan a mis ojos los tres colores debidamente ordenados, rojo, gualda, rojo. Ahorcando su muñeca y mi entusiasmo la enseña nacional se tornó infranqueable frontera entre una incipiente pasión y yo.

 

 

Ustedes me llamarán frívola, discriminadora, anti patriota. Y en todo tendrán razón, pero si puedo transigir con la estatura, es del todo imposible que lo haga con la ideología y eso amigas, es inalterable. Ni los años ni los desperfectos que ocasionan pueden con la total incapacidad de ligar con patriotas.

-Sí, algún día- le digo sin convicción .

Respondí a su invitación retirando mis dedos del contacto sibilino con los suyos. Mi tono amable no le hizo presagiar el cambio de actitud, intentaré el resto de los días aislarme de sus ojillos tiernos. Lo de cambiar de cafetería queda descartado…de momento.

María Toca

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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