Dice Marguerite Duras, en su libro Escribir, que “para abordar la escritura hay que ser más fuerte que uno mismo, hay que ser más fuerte que lo que se escribe”. Una se acuerda de las palabras de la francesa tras la lectura de algunos libros. Especialmente de aquellos, en los que el autor se deja colgada la ropa de la invención, tras un biombo de madera de tres hojas, y sale al encuentro de todos con la piel desnuda y el pecho abierto. En la novela El dolor de los demás (Anagrama, 2018) el escritor Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977) se atreve a contar un episodio muy delicado y personal: una Nochebuena de 1995, su mejor amigo asesina a su hermana y luego se quita la vida precipitándose por un barranco. Una historia terrible de la España profunda de la que nunca se supo el porqué, contada de un modo que resulta conmovedor.
Mientras el murciano teclea la que es su tercera novela, El dolor de los demás, escribe en paralelo un diario en el anota las inquietudes que le surgen durante el proceso creativo de la misma. Notas que se publican como entradas en la web de la revista Eñe y que un año después se convertirán en un libro. Aquí y ahora (Fórcola, 2019) es su tercer diario, en él se reúnen las entradas de Eñe y un epílogo inédito que hace referencia al tiempo en el que termina el primer manuscrito de la novela y los meses posteriores a su publicación.
Aquí y ahora no es solo un diario sobre la escritura de El dolor de los demás. Bien es cierto que se reflexiona en torno a la novela y al arte de escribir. A la obsesión de un escritor por sacar tiempo de la vida cotidiana, tan poco dada en ocasiones al desarrollo de lo artístico, para anudar ideas, para que estas crezcan y para que juntas perforen caminos repentinos e inexplorados que se guardan adentro. “Escribir es también estar atento a lo inesperado. Es sobre todo eso. Porque lo inesperado, precisamente por inesperado, es lo que activa y moviliza lo que habías planificado en tu cabeza”, apunta.
De nuevo el escritor recurre a la segunda persona, que tan bien domina, para abrirnos además una puerta a la intimidad de su día a día. Nos descubre su faceta de lector voraz. Es enorme y variopinta la cantidad de lecturas que le acompañan y las observaciones que realiza sobre las mismas. Opina siempre desde el respeto, sin caer en el insulto fácil o la ridiculización en el caso de lo que no le gusta. Consideraciones, algunas de ellas entrañables, como la que señala sobre el clásico de Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera: “Te ha interesado la intuición de que hay cosas que permanecen. La vejez, la madurez, la juventud…, todos los estados por los que uno va pasando, en realidad, nunca logran eliminar lo que hay debajo. Las cosas se superponen. Unas sobre otras. Nunca seremos viejos del todo. Vivir es viajar en el tiempo”.
El tono de Aquí y ahora se nos antoja próximo, mientras que su mirada se muestra melancólica y a su vez, amable e ingeniosa. La narración nos absorbe por la variedad de facetas que se revelan del propio “personaje” que nos cuenta: el Miguel Ángel seriéfilo, el profesor de arte que da clases en la universidad, el que nos dibuja la vida en Murcia, el hombre enamorado, el que siente que el duelo por los que ya no están deja un vacío que no se llena nunca, el Miguel Ángel amigo, el escritor y su relación otros escritores, el que lucha contra la báscula, el admirador de Vila-Matas, el profesor de escritura, el que no gana para resacas y el que ve cómo el ritmo de la vida y la propia escritura resienten su salud. Todo ello, sin olvidar la importancia que sigue manteniendo en todo momento El dolor de los demás, pues algunos pasajes podrían tratarse como una especie de segunda continuación. Pese a ello, su lectura puede llevarse a cabo de manera independiente, sin necesidad de leer la novela, puesto que nos encontramos frente a un diario.
“El escritor de diarios parte de un descontento, una desdicha o una insatisfacción”, sostiene Andrés Trapiello. El Aquí y ahora de Miguel Ángel Navarro parte como elipsis, aquella que nos desvela lo no se contó en las páginas de El dolor de los demás. “La novela y el diario forman parte del mismo impulso literario. Hay un continuum entre ambos”, aclara el autor. El impulso literario como una vida paralela a la “realidad anestesiante”; esa a la que a veces nos enfrentamos y de la que necesitamos escapar.
Reseña publicada en Estado Crítico.
Ana Belén Martínez
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