De la mano de «1984» y de «Un mundo feliz». resuenan todavía los ecos de «Rollerball» en mi cabeza. Cuando la vi por primera vez era muy joven y, aunque creo que comprendí una parte importante del mensaje, no pude atisbar la profundidad completa del abismo que presentaba hasta que empecé a vivirlo en propia carne. Si en 1984, Orwell muestra una mundo deshumanizado y absolutamente controlado por el poder mediante la represión, la vigilancia y la Neo-lengua que, sin lugar a dudas, era el antecedente de la postverdad, lo mostraba de un modo tan manifiesto que era imposible abstraerse al significado del mensaje. Había excepciones, claro está, como aquellas mentes privilegiadas que metiendo las neuronas útiles bajo tierra, fingían como las avestruces que no pasaba nada o, yendo un poco más lejos, los estudiosos del tema que agarrando el cubata con la misma mano que el cigarro, después de algunas lecturas aplicadas de etiquetas y un análisis detallado del tapón irrellenable (a él no le daba garrafón ni dios), afirmaban sin ningún rubor y con el convencimiento magnificente de quien está sumido en la ignorancia y no va a reconocerlo nunca: «eso es imposible».
Orwell señala en su obra, una distopía descarnada que se puede distinguir con claridad, simplemente mirando con la suficiente perspectiva. No me queda claro que, salvo los protagonistas «revolucionarios», la masa común de esa sociedad oscura y polvorienta fuera capaz de discernir en qué tipo de sociedad vivía ni el grado de esclavitud al que estaba sometido. En cualquier caso, un observador ajeno y que no se dejara llevar por la atrayente pasión de la tiranía (de ser el tirano), comprendía que era una sociedad injusta y moribunda. La felicidad, o la forma de sumisión que la reemplaza, es un imperativo legal. Huxley por contra, describe una sociedad aséptica y controlada, en el que la gente solo puede ser feliz. La división social, controlada genéticamente, garantiza una predisposición a la continuidad del statu quo, haciendo que cada individuo sepa de antemano cual es su lugar y qué valor tiene en el esquema general de las cosas. Por si surgiera alguna duda, el SOMA, droga que el estado distribuye de forma controlada para mantener sometida a la población, cumple una función primordial en el mantenimiento de estado general de las cosas, distrayendo la atención de las preocupaciones y creando a los ojos de los ciudadanos de Metrópolis, una realidad inigualable. Es una sociedad que, incluso mirando desde fuera, puede resultar atractiva para quienes no piensen que la obtención de los resultados viene condicionada por la alienación total de los individuos, y que éstos se someten a esa realidad feliz sometidos por la potencia narcótica del SOMA. Rollerball, para su desgracia, no dispone de una autoridad literaria que sostenga con argumentos intelectuales lo acertado de sus propuestas. Simplemente trata de un mundo gobernado, por entidades corporativas y controlado por unos medios de comunicación que, al igual que en «1984» cumplen de forma magistral su función, imprescindible, de control de masas. Crean realidades paralelas tras las que solo se esconde el afán de las élites gobernantes de mantener vivo un patriotismo vacuo que contribuya a la aceptación del yugo y a mantener divididas a las masas mientras las corporaciones crecen y crecen; absorben países y los convierten en activos contables. Es mucho y muy sorprendente lo que ha cambiado, en apariencia, la tecnología de control social. Más aún lo poco que han cambiado las intenciones. Y digo en apariencia, porque es posible que se haya cambiado el medio, la tecnología o las herramientas, pero desgraciadamente los argumentos y la finalidad siguen siendo las mismas. Desde las ciudades estado griegas, quizás desde antes (no sé, me pilló muy joven), el Imperio Romano, y las sucesivas formas de gobierno que desde entonces han tenido a bien someternos, todas han cumplido la misma función: perpetuar los privilegios de las élites y mantener al pueblo sumiso y dispuesto a luchar por quién en realidad es su verdadero enemigo. Unas palabras sencillas que toquen la fibra patriótica, y quienes no tienen qué comer, saldrán corriendo a entregar la vida voluntariamente para que quienes se comen su comida puedan seguir haciéndolo. No hay nada nuevo bajo el cielo. Si el pueblo se inquieta, le damos pan, si el clamor crece, le damos circo y si aún no está contento, le damos un enemigo y si no le hay, nos lo inventamos… Durante mucho tiempo se ha utilizado de una forma u otra la violencia de forma manifiesta. Y durante mucho tiempo dio unos resultados excepcionales. La fe, es otro concepto que contra toda razón, puede convertir a los tiranos en benefactores, aunque solo a ojos de ilusos, ignorantes y muy fervientes creyentes. El miedo es un arma que incluso hoy, manejado con la debida profesionalidad, no precisa siquiera de demostraciones palpables; es más, la evolución del sistema a conseguido que las disfunciones visuales de la masa se trasladen al individuo y consigan que crea más en los peligros que no ha visto, que en la porra que golpea a su vecino y que, tarde o temprano, será utilizada contra él.
Es posible, que después de algunos triunfos pírricos, como la Revolución Francesa, y otras que con posterioridad han jalonado la historia de esperanzas vanas, que las nuevas versiones del dominio surjan de la ficción. La aplicación, uno a uno, de los paradigmas de las tres obras que abren este escrito son tan abrumadoramente ciertas que, incluso la negación, nace de la vaga idea de que es imposible tanta maldad. España es además, en el presente, la placa de Petri donde se cultivan todas estas recetas; El control de la comunicación con una estructura vertical de medios, absolutamente serviles a disposición del pensamiento único, pero no del gobierno sino, de las élites corporativas que están tras todos los gobiernos y que algunos denominan gobierno profundo.Los enemigos exteriores, ahora Rusia y Venezuela, creados y gestionados en función de la necesidad por estos medios afines, y que son vinculados de forma sistemática y carente de veracidad con partidos o personas que amenazan, aunque solo sea de forma nominal, el mantenimiento de la realidad tal y como la desean los poderes fácticos; y la invocación del patriotismo rancio, maquillado con nuevos símbolos y palabrería, como siempre, hueca, pero intenciones idénticas y que en el lamentable caso de España, no se invoca para la defensa contra el mundo, sino contra una parte de la verdadera España, la de los ciudadanos humillados. Y ante la llamada de la bandera, algunos dejan de lado sus problemas, sus preocupaciones y sus miserias y salen cantando marchas militares al servicio de quien antes, ahora y en el futuro, los utilizan como simples instrumentos desechables. Así pues, bienvenidos a 1984, a Metrópolis, a Energy Corporation…, ¡bienvenidos! Sobre este particular, hay dos versiones contradictorias, imagino que resultado de una estrategia comunicativa destinada a emborronar la presencia real de las élites financieras en las tomas de control.
Jehtro Legrand.
(*) (*) Se considera Estado profundo en USA, al cuerpo de funcionarios que se opone a los gobiernos «legítimos» desde puestos de poder en las administraciones. Desde otras instancias, se denomina de esta forma a los grupos corporativos transnacionales que, mediante compras de campañas u otros medios aún más censurables, controlan de forma efectiva los gobiernos y la toma de decisiones en en una parte muy importante de los países del mundo, si no o en todos.
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