Aparcó el coche, con el grito de los neumáticos cuando rozan un pavimento húmedo. Estaba cansado, las dos últimas horas fueron las peores. Más de seiscientos kilómetros apenas sin parar. Un repostaje de combustible, un ligero tentempié y dos paradas para ir al baño, fueron todo el descanso del viaje. Cada día se le hacía más costoso dejar el nido para emprender la marcha. Debía estar acostumbrado, pero en los últimos tiempos, se le agriaba en demasía el camino. Dejó los cincuenta tiempo atrás, se daba cuenta que comenzaban a pasar factura los desafueros de antaño.
Tomó el portafolios y la pequeña maleta; contempló el caserón que ampararía su cansancio sin demasiada expectación. Al cabo de los años, con una cama limpia y un aseo digno, se conformaba, dejando atrás los tibios aspavientos que adolecen los principios, cuando cualquier salida huele a aventura. Hoy solo quería descansar. Tomaría algo antes de acostarse en cualquier bar de la zona y raudo volaría al lecho. La jornada siguiente se presentaba difícil, la competencia cada día más dura acolchaba las buenas intenciones.
Emprendió, con paso pastueño, el camino hacia el hall del hostal. Al entrar, un olor a guano, a cerrado, a aceite barato le abofeteó el rostro, añadiendo desasosiego donde solo había cansancio. Decidió obviar la mala sensación, hasta que chocó con unos ojos que le llevaron en vuelo a un tiempo pasado, desempolvándose de golpe un caudal de recuerdos.
Ella, sentada detrás del mostrador, le contempló con la indiferencia con la que se contempla la nada, un domingo de Octubre, desde la atalaya de un hostal de un pueblo perdido en camino hacia alguna parte más importante. No pudo ver, detrás de la figura ciclópea, barriguda, de rostro abotargado, con ojeras testiculares, rictus amargo en la boca, al hombre que la hizo estremecer veinte años atrás.
Le adjudicó la habitación menos ruidosa, le entregó la llave como quien entrega aire y siguió con las piernas cruzadas desentrañando el crucigrama que amparaba el aburrimiento de una tarde cualquiera que no haría historia.
Maria Toca
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