Antes de ser acusada de apropiación indebida, les confirmo que la frase del encabezamiento del artículo no es mía. Se la escuché a ese hombre, tan lucido en sus ochenta y cuatro años, que deslumbra. Nicolás Sartorius, que ha sacado libro por lo que fui a escucharle, confieso que con cierto miedo a descubrir la contaminación que aqueja a los padres de la Transición. Ese trastorno bipolar que los hace parecer fachos de manual. No es el caso. Lo había comprobado en entrevistas anteriores. Don Nicolás, mantiene su espíritu ingenioso, progresista, contrario a cualquier dogmatismo aunque se mantenga fiel a las creencias que le llevaron tantas veces a la cárcel, a fundar CCOO, y a inmiscuirse en la vida política de este país cuando eso suponía jugarse la libertad y hasta la vida.
Pronunció esa frase nada más empezar la presentación de su libro La democracia expansiva, que rauda anoté en el cuaderno de apuntes que siempre va conmigo porque la considero exacta del momento vital que padecemos.
Explicaba Sartorius que convalecemos de la enfermedad dolorosa que hizo crisis en 2008 aunque viene de muy atrás. Justo desde cuando los árabes perdieron la guerra del Yon Kippur, represaliendo al mundo occidental, aliado de Israel, subiendo estratosféricamente los precios del petróleo con lo que las grandes empresas rebajan sus plusvalías de forma considerable. Ahí es nada…que los consorcios empresariales pierdan dinero no se pueden consentir, debieron de pensar los gobernantes, meros títeres de un sistema atado y bien atado, porque un pobre puede perder todo pero si un rico pierde un poco se arma la de Dios. Para controlar el desaguisado y seguir repartiendo emolumentos al accionariado, llegaron Thatcher y luego Reagan, controlando (en el caso de Thatcher, destrozando) los fuertes sindicatos de clase que mantenían las demandas salariales y de servicios dentro de un orden relativo. Orden salido de la postguerra, del New Deal, con el consiguiente bienestar y casi opulencia social derivada de las políticas keynesianas.
Para confirmar los hechos delictivos de la nueva economía, se conformó la escuela de Chicago con el Premio Nobel de Economía que se le concedió al pequeño de tamaño y grande en malvadas intenciones, Milton Friedman, con lo que se dogmatizó la cruenta bajada a los infiernos económicos de los pueblos del mundo.
Se reducen costos salariales hasta lo ínfimo. Se esquilman los derechos sociales conquistados –Seguridad Social, enseñanza gratuita, servicios sociales básicos- hasta adelgazar los presupuestos nacionales para que el suma y sigue de la cuenta de resultados de a ganar a los mercados cada vez más rapiñadores de la economía. Hasta llegar el colmo del neoliberalismo que podría considerarse al loco Milei, que se pavonea por el mundo mostrando el superávit del estado al suprimir todo gasto público -bueno, no todo, sus viajes, las subvenciones a empresas amigas, y las fantochadas, no, porque ya sabemos que los neoliberales son proclives a suprimir gasto que beneficia a la mayoría social pero subvenciona espléndidamente a la minoría de poderosos-
El miedo ha invadido la sociedad de forma contundente. Miedo a perder el empleo por la precariedad de los puestos de trabajo. Miedo a contraer una enfermedad o tener un accidente porque la Sanidad, antes florida corona social, se ha adelgazado tanto que tendremos suerte de no morir en las listas de espera. Miedo a tener hijos que no podemos escolarizar o a hacerlo de forma precaria por la depauperización de la enseñanza publica. Miedo a no tener un techo donde guarecernos porque los precios son tan abusivos que en breve nuestras ciudades y pueblos serán meros parques temáticos con un va y viene de turistas empoderados gracias a las cañas y los calimochos que se tomarán en las terrazas que cubrirán las aceras, parques y jardines de la comunidad llamada España, en donde se practica la libertad. La libertad de emborracharte, porque la otra, la libertad de elegir lo que deseas: estudios, vivienda, forma de vida, está vedada para el pueblo llano. Miedo a envejecer porque las pensiones penden de un hilo.
Miedo, miedo a todo porque el futuro es tan incierto que la mancha grumosa del temor ha invadido a la sociedad. Para canalizar ese miedo nada mejor que un mensaje sencillo, que cale en las mentes poco cultivadas (ya las hemos embrutecido previamente con medios afines, con escuelas paupérrimas)
Hace unos años, en concreto en la década de los treinta del pasado siglo, se convenció a los pueblos europeos que el mal venía de una raza, la judía. También de anarquistas y comunistas que siempre son socorridos para culpabilizarlos de todo. La emprendieron a gases factorías del crimen que por conocido el desenlace obvio nombrarlo. En este tiempo, los judíos ya no son chivos expiatorios porque han pasado al otro bando, el de los poderosos, por lo que el sistema se ha buscado un nuevo chivo. Los de fuera. Los inmigrantes que vienen en manadas mafiosas a quitarnos los trabajos, las casas. Llegan ansiosos por violar y asesinar a las mujeres y robarnos la cultura magnífica de tortura animal, tirar cabras por el campanario y levantar piedras a puñaos.Porque se sabe que lo llegado de fuera siempre es mal. Lo nuestro, no. Lo del toro embolao o el despanzurre de los gallos, es bien.
El miedo es de derechas porque se explica fácil. Si ustedes se ponen a contar que los valores de la empresa BlackRock es superior al PIB de todo EEUU. Si ustedes cuentan que el 10% del PIB español y el 12% del PIB mundial está en paraísos fiscales. Si usted cuenta que una persona normal (usted, yo, la vecina) tributa alrededor de un 40% a Hacienda pero las grandes fortunas lo hacen con un tímido 2% . Si ustedes le cuentan al pueblo que los inmigrantes trabajan muchos de ellos en semiesclavitud y sin derechos. Si ustedes les cuentan todo eso al pueblo soberano que se embrutece ante una tele infame, unos medios mentirosos, le va a pasar lo que a mí. Que nos leen o escuchan cuatro (cuarenta o cuatrocientos, no nos pongamos negativas) Pero si usted sale a la calle o mejor, realiza un videíto en Instagram o Tiktok con soflamas racistas, homófobas, menciona que las feminazis tenemos paguitas a cascoporro y que los de fuera colapsan la sanidad, se le llena el patio de seguidores y con suerte puede acceder a tres, treinta o trescientos diputados.
El miedo nos torna al ancestro, nos condiciona el instinto de conservación obnubilando el resto del entendimiento y tomamos el camino fácil, el que sale de las tripas y nos conduce a la crueldad, al abuso, a la sinrazón. Y a contemplar las marchas hacia los campos de exterminio sin mover una ceja. Cuando el susto nos acecha tendemos a cerrar puertas y ventanas, a refugiarnos en lo conocido, en los conciso, no a salir a buscar expectativas y renovar intenciones. Lo hacemos de noche cuando escuchamos ruidos amenazadores en la casa y lo hacemos en la sociedad cuando constatamos que perdemos servicios y alguien nos cuenta las trolas del populismo exacerbado.
El miedo es de derechas, decía Sartorius, y tiene razón. Para cerrar el artículo les voy a dejar otra cita, de otro grande. Decía Gramsci que había que trabajar con el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. O de la acción, añado yo al bueno de don Antonio. La acción, el trabajo directo sobre una sociedad que conocemos bien sus problemas pero nos perturban la soluciones. Una sociedad que está un poco saturada de los diagnósticos tan precisos que realizan sociólogos, politólogos y de demás “ologos” pero sin que nadie se atreva a aportar la posibilidad de soluciones.
Y no son tan complejas, quizá están hasta inventadas… Se trata de políticas sociales, intervencionismo estatal de toda empresa vital para la economía del país, regulación del mercado de la vivienda, porque es un bien básico que no puede estar sujeto a especulación. Y, por último y no menos importante, una Renta Social Básica Universal y exenta de burocracia.
Luego ya verán como el miedo se nos pasa y votamos progreso o conservadurismo pero jamás populismos fascistas.
María Toca Cañedo©
Excelente artículo. Yo también vi a Sartorios y me sorprendió todavía su lucidez y su compromiso. Un saludo