En España no se pide perdón

Siempre me han fascinado las personas que afirman no arrepentirse de nada, quizá es que me equivoqué mucho y ando entonando el mea culpa cada poco. En serio ¿durante una vida no hay nada que borrarían del espectro vital? Nada que perdonar, ni perdonarse. Pues que suerte, respondo, porque en lo que a mí concierne no ha sido así.

La historia de los países occidentales suele estar ensangrentada en su mayoría. Es una historia larga basada en guerras, conquistas, invasiones y crueldades extremas porque desde que el mundo es mundo andamos a garrotazo entre vecinos, buscando las vueltas para  aposentarnos en terreno ajeno, expoliarlo y someterlo a continua vejación. Los países que, además han sido colonizadores, más. Infinitamente más. No se construye un imperio sin avasallar, por mucho que  la historia edulcore a los triunfadores.

Alejandro, debió matar mucho en sus pocos años. Así como las huestes romanas que sometieron a sangre y fuego pisando con  viriles sandalias todo pueblo que mostraba algo de riqueza apetecible para los hábiles patricios. Cierto que nos aportaron construcciones magnificas, calzadas, puentes y un idioma que asumimos como propio. Pero matar, mataron mucho.

 

Que la reina católica tuvo visión para confiar en un excéntrico italiano apellidado Colombo para financiar un viaje que a todas luces parecía esperpéntico, no lo duda nadie. Que sus intenciones no eran las de abrazar y dar mimos a los posibles pobladores de las Indias, también es seguro. El viaje en cuestión salió bien (para Colombo, para los reyes católicos y su corte, no tanto para un pueblo que era pobre y siguió así por los siglos) tampoco lo duda nadie. Aportamos mucho al continente americano, desde luego. La lengua, catedrales, universidades, se construyeron ciudades de enjundia y una cierta visión un tanto apocalíptica de la vida. También es cierto que no debemos santificar a las poblaciones autóctonas porque, a su vez, tenían  imperios ganados a sangre y lanza

-no conocían la dinamita y eso que ganaban- Los mayas tenían lo suyo y posiblemente todas las tribus indígenas andaban sobradas de agresividad conquistadora consiguiendo el predominio con invasiones y carnicerías varias. El cabroneo es intrínseco al ser humano, nos enseña la historia.

 

Lo que no podemos negar es que la invasión (sí, invasión) de las tierras americanas por los españoles no se hizo con un hisopo y la cruz de Cristo (esa llegó después empuñada con saña, tanto que aun chorrea sangre) sino con armas de fuego, traiciones, vejaciones, humillaciones varias y crueldades infames. Como cualquier conquista. Forjándose un imperio, el español, a sangre y fuego. Como cualquier imperio. Colonizando tierras y esclavizando a poblaciones además de arrebatar los frutos de sus tierras con expolio organizado en bien de una corona y una aristocracia peninsular que arrambló con pillaje todo lo exportable. Negarlo no es de patriotas sino de gilipollas.

Y no me digan que otros hicieron más y peor. Es posible pero no justifica el crimen.

El colonialismo es algo nefasto, nadie pone en duda este concepto. Como la esclavitud, que tampoco ofrece dudas sobre su calado execrable a cualquier persona decente -excluimos de este adjetivo a los traficantes de trata o de esclavitud infantil- Si estos conceptos son vilipendiados por una mayoría de personas, es comprensible que se demande por quienes lo padecieron de algún gesto que impugne ligeramente el dolor de la historia.

Las palabras tienen mucho poder, no cierran del todo la herida, pero comienzan el proceso de curación y el camino del perdón. Por eso es importante asumir culpas y pedir disculpas de forma lo más oficial posible.

Se nos dice que ha pasado demasiado tiempo, precisamente por ello, respondemos, que no dejemos pasar más. ¿Han pasado cuatro siglos? pues aceptemos la culpa cuanto antes de que pase  otro siglo más. No creo que a nadie le afrente asumir la responsabilidad de una historia sangrienta y macabra y disculparse por gozar del privilegio de la esquilmación. Si alguien duda de tal privilegio visite la catedral de Sevilla comprobará lo que supusieron las Indias para el imperio español. Reitero, que fue  para la corona y la aristocracia, no para el pueblo, porque desde los ancestros en este país jamás se repartieron los beneficios como sí se hizo con la miseria. Al pueblo migajas y cuando las cosas fueron/van mal, se le exprime cual limón.

Cuando López Obrador envió una carta al antipático del Borbón y no obtuvo respuesta y sí burlas y cabreo por parte de cierta prensa lambiona y supeditada,  se mosqueó. No es para menos. De esos vientos, estas tempestades. Una simple respuesta de cortesía, la admisión de una historia truculenta y un discreto recuerdo de nuestra aportación cultural a su país y al resto de Latino América hubieran bastado para socorrer el mal rollo del colonialismo español  hacia un pueblo como el mexicano que siempre, repito ¡siempre! ha estado a la altura  tendiendo la mano para auxiliarnos cuando andábamos perdidas. Pero no. La soberbia y estulticia de esta monarquía camina en paralelo con el cinismo nauseabundo de la anterior…porque ellos sí que deberían pedir mil millones de perdones, caminar de rodillas y flagelarse con cilicio roñoso por los daños producidos al pueblo español.

No se hizo bien. El muergo del Borbón, al quedarse sentado ante la espada de Bolívar (símbolo supremo de la independencia e identitario de sus pueblos) cuando la toma de posesión en Colombia del último presidente, calentó más la discordia. Y es que este Borbón no da una ni por error.

Lo que ocurre es que eso de los perdones es, depende de a quiénes, porque el antes rey Juan Carlos I (el barragano de Barbara Rey, de Corina y de muchas más) bien que corrió a disculparse con el pueblo sefardita a poco de subir al poder. Se les pidió perdón por la expulsión, se les confirmó que  España era su casa y patán patín. A los sefarditas…no a los moriscos que corrieron la misma suerte. Ni, por supuesto, al pueblo romaní por lo que se les ha martirizado durante cuatro siglos, además de la terrible  «Gran Redada«. Ni moriscos, ni gitanos, ni mexicanos, ni latinos en general. No hay perdón para ellos.

https://monarquia.elconfidencialdigital.com/articulo/espana/judios-sefardies-agradecidos-felipe-vi-darles-bienvenida/20191003204310024554.html

https://www.elsaltodiario.com/historia/gran-redada-1749-imaginando-identidades-nacionales

Claro que pedir que se reconozcan los delitos cometidos por el imperio cuando siguen campando nuestras calles con nombres de genocidas del siglo XX, nuestras iglesias con el símbolo que supuso crímenes y humillaciones, mientras más de cien mil asesinados siguen en cunetas y barrancos sin nombre ni reconocimiento, suena a inocencia .

España no es país de pedir perdones…

Mal vamos si no somos capaces de reconocer que nos equivocamos. Si no hacemos el sano ejercicio del arrepentimiento, de solicitar un perdón previo al abrazo conciliador que nos humanizaría además de hacernos avanzar en justicia. Claro que a todo esto que les digo, los hijos de los colonialistas, esclavistas o genocidas, lo llaman buenismo, cuando solo es humanidad y sentido común.

Debiera haber un infierno dedicado a los/as que jamás piden perdón y no se arrepienten de nada, en el que estuvieran atados por la eternidad a soportar los “aciertos” de los que jamás se arrepintieron.

María Toca Cañedo©

 

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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