Hola amiga.
¿Tú cuándo abandonaste esa afición por las historias imposibles, los tipos no disponibles, los josemanueles que se consideran titanes, los hombres que tras la conquista se retiran porque «ya te han dado demasiado» y pretenden que tú te encargues del resto los siguientes veinte años?
¿Cuándo te quitaste de en medio la amnesia perversa que olvida los abusos emocionales y económicos y los tiñe de conexiones kármicas?
¿Desde cuándo no ves un aura de romanticismo en los que no tienen contacto con sus criaturas porque sus ex no les dejan, en los raros de cojones que no salen con tus amigos ni tienen relación con tu familia y te aíslan, los atormentados, poetas incomprendidos, los yo soy especial?
¿Desde cuándo la violencia teñida de irresistible atractivo, lo tempestuoso e inestable del vínculo traumático ya no lo llamas AMOR, sino daño?
¿En qué momento te diste cuenta de que ese s*xo tan increíble era más bien pura ansiedad y miedo de que se fuera con otra en cuanto tú te dieras la vuelta?
Desde no hace tanto, me contestan muchas.
Aún siendo profesional del tema, aún siendo feminista, aún habiéndose leído cien manuales de psicología, aún con independencia económica y sabiduría y sensatez para otras cuestiones de la vida.
Espero que tú no tardes mucho, compañera.
Se nos va la vida en cuentos con finales sin perdices.
En deseos de que nuestras relaciones se adapten al ideal romántico a toda costa.
Y en salvar a señores adultos que nos dan pena.
Sálvate tú y a tus criaturas.
Y que la pena se transforme en militancia.
Buen día, otro día.
Maria Sabroso
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