En pareja, en las calles, intrafamiliares.
Llevo desde ayer con un impacto interno considerable.
Siempre piensa una que a determinada edad la capacidad de temblar ante acontecimientos externos se ha minimizado, pero hermanas, sostenemos una carga traumática propia considerable y una vicaria similar con cada hecho nuevo de violencia machista que sale a la luz.
Las opiniones no son hechos, son opiniones.
Y estos son parte de mis hechos.
No se llama «mala suerte», no es «culpa tuya» ni » mala elección», es que hay muchos.
La mayor parte de los hombres con los que me he relacionado íntima y afectivamente eran de lo que se denomina de «izquierda» y pro feministas.
Muchos han escrito en redes y se han significado socialmente.
La distancia entre su imagen pública y sus prácticas privadas ha sido tan amplia y disonante que tuve que abrir un cuaderno de realidades para que la amnesia perversa no me agarrara las neuronas dejándome vacía.
Anoche leí de madrugada, en la intemperie del recuerdo, pasajes de estas vivencias con un entrenador de fútbol femenino aliado, con un profesor de instituto enrollado y pro igualdad, con un padre de dos hijas que hacía gala de la educación igualitaria que les ofrecía y su formación en género, con señores con una imagen pública impecable, admirados, de los cuales nadie esperaría comportamientos de abuso sexual en una cita, psicopateos, devaluación o agresión física, juegos psicológicos constantes, triangulación, amenaza de suicidio al querer irte del vínculo, risas cuando pides apoyo en alguna cuestión importante, adictos a la seducción, ocultación y omisión de información relevante, tergiversación de los hechos, juegos de dominación erótica sin consenso, peticiones de perdón condicionadas, minimización de tus problemas, pisarte la autoestima y luego idealizarte, colocarse siempre en el centro de todo, pornificar los encuentros, jugar con la conexión emocional y podría seguir un buen rato con cuestiones más truculentas.
He conocido muy pocos hombres mínimamente sanos.
Y no me culpo ya por eso.
Ni permito que nadie con poder me acuse de tener un radar relacional estropeado.
He pasado y pagado ocho procesos terapéuticos y soy profesional de la psicoterapia y acompañamiento biopsicosocial y sé hasta dónde es mi responsabilidad y dónde acaba.
Hermana, YO TE CREO.
Lo he vivido, lo vivo cada día con las mujeres cercanas y sé que ser mujer es en esta sociedad un factor de riesgo.
Hay muchos hombres perpetuando toda esta violencia sexista y machista. A diario, en todo el orbe.
Y desvelar un conflicto NO es crearlo.
No generamos una guerra, vivimos en nuestros cuerpos las consecuencias y se despiertan con cada hecho nuevo que le ocurre a otra.
Otra más.
Os abrazo.
Me abrazo.
María Sabroso.
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