No es que quiera emprender un nuevo camino como crítica de series ni mucho menos, pero les confieso que mis noches han dado un giro con el descubrimiento de The Good Girls. Una serie que comencé sin referencias pensando en dejarla al sospechar que los guiones trataban anécdotas de las típicas amas de casa americanas llenas de tics conocidos. Al poco comprobé mi error y fui captada por unos capítulos en donde crecían los personajes con una trama capítulo a capítulo más descabellada que la anterior pero dentro de la lógica cotidiana de unas mujeres a las que la vida se les pone de lado y deciden enfrentarla. La ternura que desprende el personaje de Annie les va a conquistar cuando le cojan confianza y eludan lo desastrado que es. La familia de Ruby les hará añorar su precariedad y le perdonarán todos los tics de americana media.
Se nota y mucho la mano femenina en la producción y en los guiones. Se aprecia y apreciamos ¡cómo apreciamos! la mano femenina en el tratamiento del morboso juego que se traen los dos protagonistas la Beth y Río. Pocas relaciones he visto, que sin mostrar apenas escenas explicitas, contengan tanto erotismo y tanta pasión perfectamente traducido por la cámara y trasmitido a las espectadores con la consiguiente subida de temperatura. Toda la complejidad de una relación de atracción irreflenable, a veces de odio exacerbado, de sexualidad larvada se dan cita en estos personajes a los que la contención les hace ser explosivos.
Destacamos el extraordinario trabajo de Christina Hendriks, la magnífica Joan Holloway de Mad Men (serie de calidad pero dolorosamente machista hasta extremos duros de ver) Ella y sus silencios. Ella y sus perturbadoras miradas que nos cuentan más que mil diálogos. Los andares contoneantes de la Hendriks nos muestran una sensualidad encadenada por vestimenta de mujer recatada, de ama de casa fuera de toda duda. Es ver a Beth andar y ya nos creemos cualquier cosa que acontezca. Pocas actrices lo consiguen, Marilyn fue única en esa compostura. A la Hendriks le sobra talento para conseguir decir sin hablar.
Hay escenas memorables en los capítulos de la serie, escenas que por si solas merecen el visionado. Las cajitas de zapatos llenas de billetes de cien dólares que se cargan la estantería. La noche en que tienen que cavar las tres protagonistas para enterrar su tesoro. La que se desarrolla en el contenedor de basura intentando encontrar la enésima prueba que las incrimina. La paciencia y la perturbadora calma con que Beth confecciona los sanwiches de sus niños. La estancia en el parking del extrarradio con los cuatro niños de Beth en espera de conseguir la mantita rosa…Para mí hay una que se lleva la palma, creo que solo una mujer podría rodarla con esa precisión: la imagen que nos muestra los pies de Beth con diferentes calcetines mientras Río espera su desnudez en la jornada de sexo que se regalan. Contemplamos como los ojos del malote se resbalan por su chica, como reparan en esos pies que asoman debajo del vaquero enfundados en calcetines de colorines diferentes y pensamos que sí, que habrá sexo loco (ay) pero entendemos que hay más que sexo. Una ternura cómplice, un saberse compenetrados como si llevaran años de amor y pasión reconcentrada en una burbuja.
El resto del elenco brilla pero quizá al ser el calibre de la Hendriks tan excelso se desdibuja un poco.
Los detalles sutiles de una obra redonda que patina en alguna cosa, esa voz del doblaje español de Sadie…Algunos tics, como decía al principio, muy american way of live, pero en general es una de las series más placenteras y perfectas que he visto, realizada bajo una mirada cuasi feminista donde la amistad entre mujeres se sublima hasta el hermanamiento, donde el poder, la maldad y la mentira están posicionados en la parte noble de la sociedad y ciertos valores en los malos de siempre. Que nos llegue a resultar odioso ese agente del FBI, guapo, alto, simpático y gay es todo un mérito de unos guiones inteligentes a más no poder. Todo lo contrario a Río, que no es ni alto, ni guapo pero ni falta que le hace…solo su boca golosa y unas miradas que nos destapan los demonios que le abaten junto a las alas que despliega su cuello, nos hacen soñar en infiernos con su compañía . Erotismo femenino. Erotismo salvaje que no muestra nada pero nos evoca fantasía. Del bueno, con el talento de una interpretación comedida y brutal de Manny Montana.
Les reconozco una cosa. De vez en cuando a mis sueños llega Río me amordaza y secuestra a punta de pistola. Y les aseguro que odio despertarme.
No se la pierdan. Si quieren ver algo inteligente, divertido y humano, Good Girls es su serie.
María Toca
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