Hay pocos monstruos para ser peligrosos.

 

 

Imaginaos ahora a una persona a quien, además de sus pertenencias amadas, se le quita la casa, las costumbres, las ropas, todo, literalmente todo lo que posee, será una persona vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad, falto de dignidad y de juicios porque a quien lo ha perdido todo, fácilmente le sucede perderse a si mismo.

Si esto es un hombre. Primo Levi.

Quien quema libros termina tarde o temprano por quemar hombres.

Heine, poeta alemán.

 

Suelo dedicar el verano al estudio de cosas que me interesan. Porque hay más tiempo, o quizá sea impelida por  la quietud de los días tan largos, será motivo  por lo que suele ser la estación del estío la que me permite sumergirme durante días en algo poco conocido para saciar curiosidades.

Tenía la espina clavada de haberme perdido la película La zona de interés, por lo que previne, antes de que pudiera verla en cine, leer la novela de Martin Amis, en que está basada. Cierto es que la lectura de Amis no es fácil, sus diálogos cortantes, secos, son duros de seguir. La novela, entrelaza tres historias que bien pueden considerarse, normales, de vidas cotidianas sin más interés que la de cualquiera. Una casada insatisfecha coquetea con el recién llegado (primera voz) a la factoría que su marido -retratado como estúpido y grotesco- dirige, que es otro de los relatores de la novela  que nos conduce por el organigrama de su trabajo y las formas absurdas que tiene la burocracia y los jefes de entorpecer el normal desarrollo de la tarea encomendada. Otra de las voces es la de un pobre hombre que sirve de peón en la empresa, obligado a un trabajo pesado y tedioso,  además de  todo un amasijo de relaciones, diálogos y descripciones que hacen de la historia algo poco común. Porque la factoría que dirige el payaso cornudo del marido de la coqueta, es nada menos que Auschwitz y la vida se desarrolla entre humaredas de cuerpos incinerados, torturas infames y el decorado pleno de seres humanos animalizados, embrutecidos por un sistema malvado de destrucción de las razas consideradas inferiores.

La inmersión en la novela conduce de forma ineludible a entreabrir la cortina que conduce al infierno. Es imposible retrotraerse a la curiosidad -infantil curiosidad- de qué hay más allá. Cómo qué pasa dentro de ese decorado que la historia sugiere, y que apenas descubre. Martin Amis, reproduce la relación de libros en los que se documentó para la redacción de su obra, y una, de natural meticona, allá que fue. Y liamos un verano que se auguraba tranquilo y un tanto divertido, porque la primera adquisición fue la autobiografía del jefe de todo aquello. El tipo mediocre, alcoholico y cobarde, descrito magistralmente por Amis, en la vida real había escrito una autobiografía mientras los aliados le juzgaban en Nüremberg y preparaban la soga y el cadalso. Rudolf Höss, quiso pasar a la historia dando su visión de lo que fue hacer un organigrama con 25.000 gaseamientos y posteriores incineraciones diarias;  la pulcritud que registran sus informes, las penalidades pasadas por la falta de interés en los problemas ocasionados por parte de su reichsführer Heinrich Himmler, y la precisión contabilizadora de unos tres millones de muertos que fueron contabilizados en elLager de Auschwitz fue explicada en las líneas escritas mientras esperaba la muerte en la celda de Nuremberg.

Höss cuenta con detalle el día a día del campo de exterminio, la precisión de su trabajo  permitiéndose  el lujo de filosofar sobre la animalidad de las razas “inferiores” porque muestran un vacío indiferente ante el horror. Muestra una ligera extrañeza al ver que  los Sonderkomander comen encima de la pila de muertos, porque caminan entre ellos con los ojos muertos. Porque están sucios, huelen mal y van famélicos. Mientras él contempla su obra con orgullo de burócrata eficiente.

Höss, también cuenta que viendo como los niños caminaban en los regazos de sus madres hacia la muerte, siente un incierto dolor, y sin pudor alguno, afirma que  él, tiene corazón, pero resguarda los sentimientos debajo de la coraza profesional que vuelve a mostrarnos con orgullo. Es su trabajo. Son las ordenes emanadas desde Berlín que no le corresponden a él juzgarlas, solo llevarlas a cabo. Y nos lo cuenta.

Realicé la crónica de esta lectura por lo que no abundaré en ello.https://www.lapajareramagazine.com/el-miedo-a-la-gente-normal-que-es-capaz-de-idear-holocaustos Quise, entonces, seguir adelante con la búsqueda de información que llevó a Martin Amis a la construcción de la novela, llegando.  como no podía ser de otra manera  hasta Primo Levi. Hace tiempo que tenía ganas de leerlo, de conocer con detalle su estancia de diez meses en el infierno que supo relatar con la maestría de literato y la emoción contenida de un testigo único. Quien estuvo allí. Quien vivió en primera persona el horror y tuvo la exclusiva suerte de sobrevivir.

De los detenidos con él, fueron solo un cinco por ciento de italianos los que sobrevivieron. Primo Levi, sabe que solo la suerte, y quizá mínimamente su profesión de químico, le salvó de estar entre el noventa y cinco por ciento restante. Por eso quiso contarlo. Confiesa que de no haber estado en Auschwitz no se hubiera convertido en escritor. No tenía vocación ni aptitudes, decía. Pero, como nos dice en un epilogo magistral, comprender es imposible, porque supondría entrar en la mente de los criminales y entenderlos, en cambio, conocer la verdad es necesario. Y contarlo, porque Primo Levi nos anticipa un concepto visionario que reflejan perfectamente los tiempos que vivimos.

 

El fascismo no se ha muerto, solo ha cambiado de cara para adaptarse a los tiempos modernos. El fascismo ha estado larvado, presto a salir en cualquier momento cuando las condiciones sociales lo hiciera  necesario para la subsistencia de ciertos poderes. Levi, está seguro de ello y los hechos de los últimos años, lo confirman.

Se pregunta Levi ¿cómo es posible golpear sin cólera? ¿Qué promovía los golpes, empujones, azuzamiento de perros hacia una masa de gente pavorosamente débil, que bajaba de los trenes de la muerte después de días y días encerrados herméticamente en vagones de ganado, juntando cientos de seres humanos en comunidad infamante, con un caldero como letrina, con escasos alimentos y sin agua? ¿Qué le hace a un ser humano asesinar niños sin más fin que la propia eliminación? ¿qué punto de animalización moral se tiene que tener para ver caminar hacia las duchas de la muerte a bebés en el regazo de su madre?

La respuesta llega de la misma mano. Nos refiere Levi que para  los burgueses, los industriales alemanes Hitler promete un futuro provechoso. Porque, el fracasado y mediocre austriaco, no ocultaba nada. Nunca negó sus propósitos, al contrario, los exhibió desde 1923 en el Mein Kampf con obscena soberbia. Hitler fue útil al empresariado porque desvió con maestría hacia los judíos la aversión del proletariado alemán por las clases que los habían conducido a la derrota en la guerra y a una crisis económica galopante. Los judíos y las demás razas inferiores eran los culpables, aseguraba en su panfleto;  no la autarquía del imperio austrohúngaro que se desmoronó en la Primera Guerra Mundial, ni el empresariado que se vio desarbolado ante la fuerza popular que supuso la Revolución rusa para los humillados trabajadores que subsistían en régimen de esclavitud. No el desbarajuste de la República de Weimar y sus politiqueos mediocres y poco afinados. Hitler convenció al pueblo de que la culpa de todo la tenían las subrazas…judíos, gitanos, eslavos, latinos, gays, intelecutales, y antifascistas en general. A ellos debían dirigir el odio las clases populares mayoritarias en Alemania para salvar a la patria y convertir al país germano en un triunfante Tercer Reich que duraría mil gloriosos años.

La teoría del desvío de responsabilidad es común a cualquier dictadura, a cualquier ensayo de autarquía que se precie. En la España de 1936, ocurrió lo mismo. Para el poder golpista los males de la patria no venían de un modelo económico antagónico con lo impulsado en el siglo XIX sumiendo a España en un Medievo perpetuo con una iglesia guardiana de las esencias y unos políticos corruptos y subsidiarios del extinto Imperio español finiquitado años atrás. Los males de la patria no surgían por una monarquía despilfarradora, lejana al pueblo y a los problemas derivados del aislamiento español y de unas formas económicas que no podían competir con los emergentes países europeos. Todos los problemas sociales se desviaron hacia el mal absoluto que suponía la democracia, el socialismo, comunismo e ideario liberal que supuso  la República española. Los fascismos son expertos en desviar el tiro popular hacia sitios imprecisos que beneficien a quien detenta el poder desde siempre. Ahora preguntémonos, si de verdad el problema de nuestro país son los inmigrantes, los independentistas catalanes o las feministas…

Lo que queda claro tanto de lo retratado por Primo Levi como por Rudolf Höss, como después desarrollaría la filosofa Hanna Arent, es que no eran monstruos los que desarrollaron el genocidio nazi. Quizá lo fuera Hitler, Goering, Goebbels y la plana mayor de los prebostes, pero no el resto.

Tomamos las palabras de Levi que expresa bien este concepto: “los monstruos existen pero son demasiados pocos para ser peligrosos. Los hombre normales como Eichman, Höss, Stangel (director de Treblinka) como los militares franceses en Argelia, como los norteamericanos en Vietnam, fueron los arquitectos del nazismo” Hoy, a la relación descrita por Levi, habría que añadir, al ejercito israelí en Gaza, a los belgas en el Congo y a tantos que se nos olvidan, a los sicarios que nos extraen el coltán y otros metales preciosos explotando a niños, provocando hambrunas, revueltas de señores de la guerra y lo que haga falta para que nuestras necesidades occidentales y la cuenta de resultados de la oligarquía ande cubierta y en franco crecimiento.

Porque la irracionalidad de lo ocurrido en Alemania desde 1934, hasta la derrota en 1945, nos puede parecer aberrante y no entendemos cómo pudo todo un pueblo seguir a infames mediocres, fracasados y poco brillantes, además de seres acomplejados por sus propias limitaciones como fueron Hitler, Mussolini y desde luego Franco.

Las leyes raciales de Núremberg entraron en vigor en 1935.  En 1938 se incendiaron 191 sinagogas y destruyeron miles de tiendas judías. En 1939, se encierra en el ghetto de Varsovia a los judíos residentes del país recién ocupado. En 1940 se abre Auschwitz;  desde 1941/1942 hasta 1944 las víctimas de esa industria de muerte llegaron a tres millones. Y en el resto de los campos de exterminio las cifras llegarían a los dos dígitos. Se animalizó a los integrantes de las  razas no arias, para ello los hacían viajar en vagones de ganado, no se les daba cucharas para que tuvieran que lamer como perros la infame sopa que les servían. Sus cuerpos alimentaban una industria floreciente, cabello, dientes de oro, cenizas como fertilizantes agrícola…por no hablar del trabajo esclavo a los que eran sometidos y que engrasaba, primero la industria civil alemana que se benefició de ello, y luego la maquinaria de guerra. Tres meses eran el tiempo programado de duración de un humano en el trabajo activo, pasado ese tiempo, la temida “selección” llegaba y se pasaba a ser humo.

Levi nos previene de los profetas que nos pueden conducir al descalabro. Dice que es difícil distinguir entre los profetas de verdad y los falsos, por lo que es mejor sospechar de todo profeta. Descabezar a tiempo al iluminado que pretenda convencernos de que sus opiniones son la VERDAD, de que sus parámetros vitales son indiscutibles. Defenestremos a quien se propugna poseedor de la verdad absoluta e impugne condena al adversario porque debajo de su carisma suele encontrarse un gran, un enorme tirano que con medios, infraestructura y adeptos fieles (esos gregarios que siempre están dispuestos a seguir al líder, al que grita, manipula y se erigen en dios) nos puede convertir en engendros humanos como los que poblaron la Alemania de entre guerras.

Una vez enmarañados en la “normalidad del caos” es difícil extraerse de caminar hacia donde conduce la mayoría gregaria. Una vez haya crecido la hidra fascista es difícil contener su dirección.

Para terminar, les dejo un texto que al leerlo tuve que apartar las páginas del libro y respirar profundamente porque me sobrecogió. Quizá sea la parte más dura del alegato del autor, porque demuestra que es posible conseguir la deshumanización con buen entrenamiento, que es posible, eliminando la dignidad, convertirnos en fieras.  Levi, narra la escena en donde se ahorca a un hombre que ha intentado escapar. Se trata de un político que ha mantenido junto a su grupo la capacidad de combatir al enemigo nazi dentro del  Lager. Son un grupo de personas que han sido capaces de  pervivir entre los muertos que pululan por el Lager. Los kapos reúnen a los prisioneros alrededor del cadalso levantado para tal efecto y el preso, es ahorcado. “Soy el último”  ha gritado con dignidad antes de perder la vida. Primo Levi y sus compañeros observan aquello y él escribe: “me gustaría poder contar que entre nosotros, rebaño abyecto, se hubiera levantado una voz, un murmullo, un signo de asentimiento. Pero no sucedió nada. Hemos continuado encorvados y grises, con la cabeza inclinada y no nos hemos descubierto la cabeza más que cuando el alemán nos lo ha ordenado

Una vez muerta el alma, el ser humano pierde la categoría de humanidad y no hay remedio. Por el Lager, caminaban muertos. Seres que fue imposible volverlos a la vida porque les habían arrebatado la humanidad.

Ellos, los nazis de entonces, programaron perfecta y meticulosamente la deshumanización de millones de personas. Casi lo lograron. Nos salvó la locura de su jefe que atacó sin sentido a rusos, aliándose con Japón que a su vez agredió, sin sentido, a EEUU enfureciendo a potencias militares. De no ser por el glorioso Ejercito Rojo (sí, glorioso, a pesar de Stalin, a pesar de purgas, a pesar del terror) y del yanqui, además de las diversas resistencias de antifascistas, hoy caminaríamos a paso de oca, seríamos como el grupo que no fue capaz de descubrir su cabeza hasta que el nazi se lo ordenó.

Lo que me temo es que los fascistas han aprendido la lección y la próxima vez andarán más atinados.

María Toca Cañedo©

Imágenes de David Olére, superviviente de Auschwitz

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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