Cuando contemplamos la grandiosa obra de Vincent Van Gogh, quizá obviamos que de no haberse cruzado en su familia esta mujer, jamás se hubiera conocido. Fue la mano y sobre todo el ingente e inteligente trabajo de su cuñada, Johanna, los que pusieron en valor la obra del pintor.
Johann Gesina van Gogh-Bouger, nace un cuatro de octubre de 1862, en Ámsterdam, Países Bajos. Su familia no es pudiente pero mantienen un gran amor por el arte. El padre era un agente de seguros esforzado en cubrir las necesidades de su familia, con siete hijos, de los que Johanna era la quinta. Las hermanas mayores no pueden estudiar pero sí lo hizo Johanna, que tenía una inteligencia despierta y afán de conocimiento. En la casa familiar amaban la música realizando reuniones donde escuchaban a cuartetos invitados para la ocasión. Aprende a tocar el piano, y quizá fuera ese contacto temprano con la música lo que afinó el sentido del arte que tenía Johanna. Se decantó en el estudio de los idiomas con el fin de conseguir un trabajo, realizando grado universitario de inglés y francés.
Durante un tiempo se traslada a vivir a Londres, donde trabaja en la biblioteca del Museo Británico, además mantiene contacto con poetas e intelectuales de la época, realizando un trabajo sobre la obra de Shelley, quizá fue ese el tiempo en que desarrolló su talento para comprender el arte más allá de la cortedad de miras de los críticos de la época. Johanna, se empapa también del ideario feminista que propugnan las sufragistas inglesas en su lucha en pro del voto femenino. Siente profundamente la conciencia de clase, contactando con el socialismo, incluso se dice que mantuvo contactos con León Trostky. A su vuelta a los Países Bajos, militará en el Partido Socialista, con gran disconformidad de su familia, también realizará reuniones en su casa con el fin de trasmitir la lucha sufragista y los albores del feminismo a las mujeres que quisieran escucharla.
Desde los diecisiete años escribe un diario que solo interrumpiría durante el tiempo escaso de su matrimonio con Theo van Gogh. A los veintidós años se gradúa como profesora de inglés en la escuela internado para chicas de Elburg. Más tarde ingresa como profesora en el Instituto de Chicas en Utrecht. Es en esta ciudad donde conoce a Theo van Gogh, el cual se enamora de forma fulminante, y a la tercera cita le propone matrimonio, cosa que ella rechaza debido al ímpetu del pretendiente. Theo no se da por vencido y al año siguiente consigue la conformidad. Se casan en Amsterdam el 17 de abril de 1889. Un año después nace el pequeño y único hijo de la pareja, Vicent Willem van Gogh.
Theo vive obsesionado con dar a conocer la obra de su torturado hermano que no consigue vender ni un solo cuadro, para ello marchan a París, donde Theo tiene contacto con otros importantes pintores que estaban rompiendo los diques del conservadurismo pictórico y creando nuevas formas de arte. Johanna, recordará ese año como el más feliz de su vida, compartiendo con Theo la pasión por el arte y las vanguardias. Conoce a pintores de importancia y a marchantes de arte…Vicent ya no está en París pues ha marchado a Arlés deslumbrado por los colores de la Provenza francesas, durante meses su trabajo se hace compulsivo, pinta sin cesar, mientras los desvaríos de su mente se van agudizando. Escribe a Theo innumerables cartas explicando su trayecto creativo a la vez que trasmite el dolor de su alma torturada por los desequilibrios mentales que le acechan. Vicent muere provocando en Theo un infinito dolor y la impotencia de no haber logrado dar a conocer su obra.
Un año más tarde, Theo van Gogh le sigue a la muerte, Johanna con solo 28 años se ha convertido en viuda con un bebé de un año. Hereda de su marido un pequeño apartamento en París, con muebles y más de doscientos lienzos de Vincent Van Gogh. La familia y amigos le dicen que no valen nada conminándola a que se deshaga de ellos, pero algo emerge en la mente de Johanna para ver lo que nadie v en aquellos cuadros. Marcha a los Países Bajos, donde pondrá, como forma de ganarse la vida, una casa de huéspedes.
Johanna, además de los lienzos del cuñado ha heredado una gran cantidad de cartas que se han intercambiado los hermanos. Cuando acaba su tarea en la casa de huéspedes y en la crianza del pequeño, se decide a leer todo lo escrito en aquellas misivas que están almacenadas en cajas. En las cartas Vincent, desarrolla lo que le lleva a pintar y porqué. Todo su talento está perfectamente descrito por las amorosas cartas que se cruza con su hermano.
La vida es dura para un joven viuda, además de su pensión se ve obligada a traducir relatos del inglés, francés al holandés. Su empeño en dar a conocer la obra de su cuñado la lleva a entablar de nuevo relaciones con los marchantes y pintores que ha conocido durante su vida parisina, hasta conseguir en 1892 el gran hito que marcaría el despegue de la puesta en valor de la obra de Vincent. Organiza una exposición unitaria con la obra de Van Gogh, que muchos no toman en serio, haciendo que el crítico de arte, Richard Roland Holst, dijera estas palabras, tan despreciativas como machistas sobre la tarea entusiasta de Johanna Van Gogh:
«La señora Van Gogh es una pequeña mujer encantadora, pero me irrita cuando alguien habla fanáticamente de un tema del que sabe aproximadamente nada, y a pesar de que está cegado por el sentimiento, todavía piensa que está adoptando una actitud estrictamente crítica. Es una babosada de niña de secundaria, nada más. […] El trabajo que a la señora Van Gogh más le gustaría es el más grandilocuente y sentimental, el que le hizo derramar más lágrimas; olvida que su pena está convirtiendo a Vincent en un dios.»
Esta exposición marca la pauta para el reconocimiento de las pinturas olvidadas. Poco después acomete otra importante tarea que remata el triunfo póstumo del pintor, publica un primer tomo de las cartas que se han cruzado los hermanos. Con estos dos hitos, la obra de Van Gogh consigue reconocimiento, pero Johanna no cejaría en la difusión. Contacta con museos, marchantes adinerados, organizando perfectas exposiciones donde no quiere vender toda la obra con el fin de que permanezca en los museos y tome valor. No solo realiza la tarea de difundir sino que lo hace con gran inteligencia para darle valor. Su obsesión era que llegara a ser conocido y valorado en la emergente sociedad norteaméricana, y para ello se traslada a vivir a Nueva York en 1915, hasta 1919.
Antes de su marcha, ha contraído matrimonio de nuevo con el pintor holandés Johan Cohen Gosschalk, y decide trasladar el cuerpo de Theo, que está enterrado en Utrech, a Anvers-sur-Oise, donde reposa Vincent para que descansen juntos. Hoy podemos contemplar como la hiedra cubre ambas tumbas uniendo a los queridos hermanos.
La exposición realizada en 1905, quince años después de la muerte del pintor, en el Museo Stedelijk de Amsterdam confirmó la altura de la obra de Van Gogh, consagrándole como uno de los más grandes pintores del siglo.
Aunque no consiguió ver en vida como se consagraba la fama del pintor en EEUU, hasta que se realizó un exposición donde el triunfo y la cotización de la obra pictórica de Van Gogh no tuvo discusión. Johanna Van Gogh, regresó su tierra para morir en Ámsterdam el dos de septiembre de 1925. Al morir, seguía teniendo muy cerca ya que jamás quiso desprenderse del cuadro Almendro en flor, que pintó Vicent al saber que su sobrino había nacido.
Nos preguntamos ¿Qué hubiera sido de la obra de Vincent Van Gogh sin el empeño y el arduo trabajo de esta mujer? Posiblemente hubiera desaparecido y nadie podría contemplar la belleza de su arte. Le debemos mucho a esta anónima mujer, que está siendo reivindicada desde que Hans Lenijten, comisario del Museo Van Gogh, de Ámsterdam, escribiera su biografía.
María Toca Cañedo©
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