La vida a medias de Andros

Hay dos clases de literatura… la buena y la mala, claro, me dirán ustedes. Hoy no me refiero a eso sino a la subdivisión. Dentro de la buena, sigue  habiendo  dos. La que lees con esmero y cierto esfuerzo porque valoras el talento del autor/a  mientras  desmenuzas con escalpelo el estilo, los giros intentando adivinar el andamiaje que ha usado el talentoso para aprender. Es una lectura didáctica que suele dar cierta pereza cuando una no tiene el cuerpo para mayores esfuerzos. Satisfactoria y didáctica pero costosa.

La segunda es en la que se te deslizan los ojos como sobre vaselina, la que te enhebra el alma con las páginas en pleno y sublime deleite de placer estético y a la vez la trama, el(los) personaje(s) te atrapan con mano firme del cuello sin dejarte reposar. Ambas dejan poso en el alma, un poso firme que se sedimenta y amalgama con lecturas y goces anteriores conformando lo que somos. Y lo que queremos ser.

La última novela de José Luis Serrano (que difícil se me hace no llamarle señor Puto*) es de las últimas. Reconozco que adquirí el libro de forma silenciosa, casi clandestina, porque yo respeto y admiro al señor Puto. Le sigo desde hace tiempo en redes, leo todo lo que escribe , aunque algún desacuerdo ya hemos tenido, y valoro su prosa cáustica, alegre, con un sarcasmo entre feroz y tierno (contando que el sarcasmo puede ser tierno) que me encanta. Pero la novela son palabras mayores.

Sabía que estaría bien escrita. No lo dudé ni un momento, pero el pudor de entrar en habitación privada, de no pertenencia al círculo donde parece inscribirse el señor Serrano (dejo el Puto, seamos serios) me contenía.  Reconozco mi prejuicio antes de que me envíen al rincón de pensar.

No se debiera dividir el mundo en vectores y mucho menos la literatura. Pero…una es hija de sus ancestros y temía inmiscuirme en una historia que no me dijera mucho porque está escrita por y para un público determinado. Craso error que reconozco.

Leí la novela en poco tiempo, del tirón y sin pereza. Olvidándome a las pocas líneas del análisis que contamina mis lecturas desde que abracé el oficio de escribidora y el placer inocente de la lectura se convirtió en aprendizaje. Me pasa poco, pero con esta novela volví al disfrutado momento de diluirme entre las letras, mezclarme con las páginas y dejarme envolver por el camino que, a trompicones, como se cuentan las historias de verdad, entremezclando vivencias, volviendo atrás, avanzando trechos, saltando cronologías, en fin: como les digo, contando una historia de verdad. Y me convertí en espectadora de esa maravillosa conversación que emprende el señor Serrano con ese Andros, Ander o como quiera nombrarlo para hechizarme y olvidar que tenía los ojos forzados por la falta de luz que el crepúsculo puso como telón de fondo.

La historia de Andros es ternura, es amor por el ser humano completo, sin fisuras, sin evitar los claroscuros (pocos, porque el personaje es tan inocentemente hermoso que poco se quiebra) Sin eludir el contorno activista que disimula pero se le nota al poco de conocerle, el señor Serrano. Hay un bello discurso en el capítulo Rojo, para mí el más bello canto a la diversidad, al respeto. A la verdad a secas. Porque el ser humano es uno y se acepta entero o no hay forma de convivir. Huir del pastiche, del embellecimiento de la foto fija de  lo “que debe ser” de lo formal y burgués que se supone para ser aceptado por la sociedad.

Andros se nos muestra entero, con la ternura que le imprime su autor, mostrando hasta ligero enfado por la transigencia excesiva (percepción del autor) para unos padres que quizá no merecen tanto, o sí, porque son víctimas a su vez del contexto social. El autor respeta a su criatura y la deja voltear la vida a su parecer.

Y precisamente eso es de maestros, porque no hay mejor literatura –arte en general- que la que toma vuelo y brío y se lanza al espacio, incluso en contra del criterio del autor. Porque demuestra que ha creado algo vivo. Y Andros, Ander…o lo que sea, vive en cada página.

Les rogaría que olvidaran los perjuicios que a mí me sesgaron y lean al señor Serrano. Hace literatura con mayúscula. Y muy mayúscula. Dejense llevar por la finura de una prosa limpia y bella, conozcan a Andros y disfruten con él.

María Toca Cañedo©

*Lo de señor Puto, no es falta de respeto, líbreme Dios. El señor Serrano ha usado el seudónimo del  Elputojacktwist  en artículos y así le conocí.

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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